CLÁSICOS

Memoria desbordante y grata

Tropo rescata ¿Solanar y lucernario aragonés¿, que editó HERALDO.

La editorial aragonesa Tropo -dirigida por dos jóvenes escritores, Mario de los Santos y Óscar Sipán- persiste en su empeño de aportar a los lectores de hoy algunas obras sepultadas por el paso de los días pero también por el afán dominante en el campo editorial de sacralizar lo nuevo como estrategia comercial un tanto desaforada.

‘Solanar y lucernario aragonés’ apareció por primera vez en 1978, con el sello editorial de Heraldo de Aragón. Recopila artículos publicados en HERALDO entre 1976 y 1978, reunidos en libro en su día por el recordado periodista de la casa Joaquín Aranda. Poco después, en la misma colección apareció una segunda parte no menos jugosa, ‘Segundo solanar y lucernario’ (1981).


Los escritos de ‘Solanar y lucernario’ constituyen en todos los casos incursiones afectivas e intelectuales de Ramón J. Sender (Chalamera de Cinca, 1901-San Diego, California, 1982) en su patria chica, a menudo a revueltas con evocaciones complacientes de su infancia y primera juventud, el tiempo en que vivió en Aragón. Y todo ello ya al final de su vida, a varios miles de kilómetros de distancia, y presidido -como dice Sender - por un invariable “sentido de lo aragonés”.


Escritor dotado con excelente oído para la expresión popular, no sorprende que se ocupe aquí de los usos lingüísticos propios de su tierra, de modo que revisa con verdadera fruición expresiones, términos, topónimos, patronímicos, gentilicios aragoneses, que son siempre motivo para él de evocaciones y de curiosas sugerencias; en otros casos recuerda personajes, lugares y paisajes que conoció en su infancia y juventud y que conserva con nitidez sorprendente en su memoria, habla también de las personalidades más notables que ha dado Aragón a la Historia, a menudo con la intención de establecer una especie de catálogo de sus aportaciones o con la idea de perfilar los rasgos que mejor pueden definir a los aragoneses a lo largo de los siglos.


El libro rebosa en referencias a autores, a obras, a figuras históricas; es generoso en citas de dichos o canciones populares. La erudición del autor sorprende y deslumbra desde la primera página.


‘Solanar y lucernario’ es, en efecto, una muestra torrencial del afán del escritor de Chalamera por entender y mitigar así la inquietud o el desconcierto que supone vivir. La escritura fue siempre para Sender el mejor modo de acomodarse a una realidad inhóspita. Y en este cometido las referencias aragonesas le aportan “una seguridad de origen”, como él decía, le traen reminiscencias del tiempo y de los lugares donde posiblemente se sintió más pleno. Por otra parte, el pensamiento racional le pareció casi siempre insuficiente como modo de conocimiento.


Detrás del mundo que aparece a primera vista se ocultan otros que el observador ligero no percibe, son las realidades hondas que Sender trata de atisbar en lo posible. Con ello, la intuición, lo instintivo, la sabiduría popular -a la que acude aquí con veneración-, adquieren singular relevancia en su modo de entender las cosas. Y así podrá constatarlo con deleite quien lea o relea estas páginas.