NARRATIVA NORTEAMERICANA

Bret Easton Ellis: en la ciudad del diablo

El autor de ¿Menos que cero¿, reeditada por Mondadori, continúa la novela en ¿Suites imperiales¿.

Suites imperiales

Bret Easton Ellis. Traducción de Aurora Echevarría. Mondadori. Barcelona, 2010. 150 páginas. 16.90.


Apenas recuerdo la historia de esos adolescentes descerebrados, pero recuerdo perfectamente la fascinación con la que

leí, hace ya casi veinticinco años, ‘Menos que cero’, la primera novela de Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964). Podría pensar ahora que se trataba de una fascinación debida a mi inocencia lectora, pero desde luego entonces no la sentí leyendo a sus otros compañeros de generación, también superexitosos: no la sentí leyendo a Jay McInerney, su gran amigo, ni leyendo a David Leavitt, ni a Tama Janowitz.


Una fascinación que tampoco ha asomado en ningún momento mientras leía ‘Suites imperiales’, novela que quiere que sea la continuación de ‘Menos que cero’ (reeditada para la ocasión por Mondadori), para lo que ha incorporado un pequeño preámbulo donde el narrador y protagonista, Clay, que renunció hace tiempo a la literatura por falta de talento y que ha acabado de guionista de cine, explica lo que sucedió tanto tiempo atrás: el éxito de la novela, el escándalo, la adaptación al cine...


Pero más allá de esta intención, y de que los personajes vuelven a juntarse, ‘Suites imperiales’ es una novela autónoma que podría, perfectamente, haber sido otra novela más de Bret Easton Ellis, sin necesidad de chupar de aquella primera que le dio fama mundial. Aunque, para la mayoría, la novela más importante del estadounidense sigue siendo ‘American Psycho’, protagonizada por un ejecutivo asesino... y con la que ‘Suites imperiales’ comparte algunos vínculos, quizá más que con ‘Menos que cero’.


De los libros que Bret Easton Ellis ha publicado después de ‘American Psycho’ sólo hay uno que me guste, ‘Los confidentes’, una colección de relatos, que creo que es el mejor de todos los suyos, y el más desconocido. ‘Glamourama’ era un tocho desmedido, que intentaba ser un Capote puesto al día y apenas era una novela negra no muy bien armada, y ‘Lunar Park’, que pasaba por ser una novela autorreferencial y metaliteraria, pues estaba protagonizada por un tal “Bret Easton Ellis”, escritor de éxito en caída libre, era en realidad un intento por fabricar algo que pasara por literatura seria utilizando los elementos de la literatura de terror a la manera de Stephen King, aunque su eficacia era mucho menor.


Clay, el narrador de ‘Suites imperiales’ y coprotagonista de ‘Menos que cero’, llega a Los Ángeles, después de abandonar Nueva York. Está bien considerado por su trabajo como guionista, bien relacionado con la industria y sigue empeñado en lanzar la carrera artística de las actrices de las que se enamora. En el pasado lo intentó con una tal Meghan Reynolds, con la que todo acabó fatal, y a su regreso a Hollywood lo intentará con Rain, a quien según todos le falta el más mínimo talento para aparecer en una película, cuyas relaciones con los hombres acaban siempre complicándose.


Coincidiendo con la llegada de Clay a Los Ángeles, empiezan a suceder crímenes. Todos, de una o de otra manera, están relacionados con el propio Clay: son amigos o conocidos con los que en algún momento tuvo problemas. No es raro que Clay sienta miedo y se ponga un poco paranoico, porque empieza a ser acosado y seguido continuamente, o eso cree.


A esta tramilla, medio negra y medio de terror, porque introduce suspense y algunos elementos gore de cuarta división, Bret Easton Ellis le pone los adornos glamourosos de la industria del cine: fiestas, películas, productores, actrices, rodajes, sexo, drogas, champán, dinero... pero no como si se tratara de una producción grande de estreno en mil cines, sino de una película para la televisión, con actores desconocidos, presupuesto ridículo, resultado lamentable y exhibición de madrugada.


Ya en alguna otra ocasión, en ‘Lunar Park’, por ejemplo, Bret Easton Ellis parecía acercarse a las propuestas de uno de sus discípulos, Chuck Pallaniuk. Algo que también sucede en ‘Suites imperiales’: el juego sobre la culpabilidad de Clay trae a la memoria el desdoblamiento carnicero del protagonista de ‘El club de la lucha’. Pero Bret Easton Ellis no tiene la gracia gamberra que tenía Chuck Pallaniuk, y ‘Suites imperiales’ avanza, entre diálogos inanes, hasta culminar en el aburrimiento total.


En un momento de ‘Suites imperiales’, una aspirante a actriz afirma que ha visto a Dios al darse cuenta, tras ser contratada para vivir una experiencia que a Sade le parecería digna de Hello Kitty, de que se encontraba en “la ciudad del diablo”. Quizá ahí radica el problema de Bret Easton Ellis: cree que es el gran narrador del infierno, y es un guionista del ‘Creepy’, de ‘Historias para no dormir’.


No es que en mí haya desaparecido la capacidad de sentirme fascinado por la literatura, algo que me sigue sucediendo a menudo, es que Bret Easton Ellis no lo ha conseguido con ‘Suites imperiales’, donde Clay acaba su relato diciendo: “nunca me ha gustado nadie y me da miedo la gente”.