Entrañable diputado, entrañable cascarrabias

Labordeta pasó dos legislaturas en el Congreso de los Diputados, entre broncas y risas. Como anécdota queda el día que mandó "a la mierda" a los diputados del PP que le abucheaban. En su despedida le nombraron mejor orador del año.

José Antonio Labordeta fue diputado de Chunta durante dos legislaturas; llegó al Palacio de las Cortes cuando José María Aznar gobernaba con mayoría absoluta y se fue cuando la crisis todavía no se había manifestado con toda su fuerza y el PSOE se preparaba para las elecciones de 2008.


Labordeta pasó de ser un parlamentario novato que, según confesión propia, observaba lo que se cocía en el hemiciclo y aledaños con la atónita mirada de un "beduino" del desierto de Los Monegros, a convertirse en todo un personaje del mundillo político.


Cascarrabias, eso sí, por su facilidad para enfadarse desde la tribuna, pero también muy entrañable, principalmente para quienes desde el ala izquierda del salón de plenos miraban con respeto y simpatía a "El Abuelo", su apodo en la Carrera de San Jerónimo.


Así que el vate aragonés, cantautor, poeta, novelista y orgulloso republicano de la vieja escuela hizo amigos en el Madrid parlamentario mientras aprendía los trucos, las técnicas y las miserias con los que la clase política se desenvuelve en la capital.


Enemigos, también. Conocida era su poca simpatía por el presidente Aznar y manifiesta su aversión hacia todo lo que oliera a derechas, de forma que no tenía reparos en alargar el germen de las siglas del PP hasta la mismísima dictadura franquista.


Mandó a los del grupo popular "¡a la mierda!" en una procelosa jornada parlamentaria marcada por una comparecencia de José María Aznar en vísperas de la guerra de Irak.


El exabrupto le llevó a los altares laicos, no de los simpatizantes del PP, pero sí de quienes valoraron su voz como una reacción a la manera en que este partido gestionaba su mayoría.


Y todo porque los diputados del entonces gobernante PP no paraban de meterse con él cada vez que subía a la tribuna, empeñados en recordarle que se fuera a su tierra con la mochila de su exitosa serie de televisión "Un país en la mochila".


Ninguna gracia le hacían a Labordeta esas pullas, así que el día de marras, cuando interpelaba al ministro Francisco Álvarez Cascos y los "peperos" volvían con su cantinela, sacó su veta más desabrida.


"Ustedes están habituados a hablar siempre porque aquí han controlado el poder toda la vida, y ahora les fastidia que vengamos aquí a poder hablar las gentes que hemos estado torturados por la dictadura. Eso es lo que les jode a ustedes, coño, y es verdad, joder. A la mierda.", constata el Diario de Sesiones.


Sorprendido por el eco popular de su impertinencia, repetida hasta la saciedad en los medios de comunicación, el socarrón aragonés se lo tomó con buen humor y llegó a sugerir la posibilidad de usar esa expresión para su epitafio.


Porque si bien Labordeta, en ardua tarea para un diputado solo, que no solitario, subía una y otra vez a la tribuna para defender siempre a su tierra, Aragón, y acumulaba cientos de intervenciones e iniciativas, debió su mayor renombre como diputado a sus tarascadas.


Un año más tarde, ya con el PP en la oposición, volvió a dirigirse de mala manera a un diputado, Carlos Aragonés, al que llamó "gilipollas" por haber exhibido el puño cerrado cuando Labordeta protestaba porque, una vez más, no le dejaban hablar.


"¿Qué haces tú con el puño cerrado? Si el puño cerrado lo tengo yo, tío. Voy con el puño cerrado y con dignidad, no me lo cierres tú, gilipollas", le espetó airado, y los "populares" volvieron con la monserga de la mochila.


Manuel Marín le amonestó desde la Presidencia de la Cámara.


Claro que Marín acostumbraba a confundirle con un diputado canario de la I Legislatura, Fernando Sagaseta, de manera que en su última intervención en el pleno, a finales de 2007, el aragonés se despidió del presidente en nombre del "difunto señor Sagaseta".


Con buen humor también se despidió de los periodistas, que le dieron el premio al mejor orador de aquel año cantando el final de una jota que decía: "...aquí se quedan los guapos/ y nos marchamos los buenos". Letra que para hoy sería mejor epitafio.


Así que entre broncas y risas, plenos y votaciones, pasó José Antonio Labordeta ocho años de su vida en el Congreso, donde simpatizó con la diputada opositora -ahora ministra- Carme Chacón, cuyo abuelo materno era un anarquista aragonés, con los republicanos catalanes de ERC, con los de IU, con la diputada vasca Begoña Lasagabaster, con la navarra Uxue Barkos...


Y el hombre que había escrito tantas canciones y muchos versos, el poeta que confesó "Hablo y hablo/ y nunca sé por qué guardar silencio", dejó en el Diario de Sesiones muchas palabras, donde quedarán para siempre, aunque de amor no sean.