MÚSICA

Todavía suena la armónica de los Simphonic's Boys

Arturo Grijalba, solista del trío zaragozano que fue famoso en los años 50 y 60, sigue actuando en los escenarios y recuerda con nostalgia aquella formación que integra la nómina de "estrellas anónimas" de la música.

Arturo Grijalba, Luis Mallén y Armando Clemente, quienes constituían el grupo original.
Todavía suena la armónica de los Simphonic's Boys

Una noche de 1963 el principal teatro de Estrasburgo vivió un acontecimiento histórico. Se celebraba allí el campeonato del mundo de armónica, con el teatro abarrotado y a reventar de flores, los hombres de esmoquin y las mujeres con traje de noche. Para cerrar la velada, la organización, la casa Hohner, fabricante de armónicas y acordeones, había buscado algo especial, sorprendente, único. Y llegó el momento en el que el presentador anunció la actuación de los Simphonic's Boys, un grupo del que nadie había oído hablar hasta ese momento. A los cinco minutos el público estaba boquiabierto.


"Fue espectacular -recuerda ahora entre nostálgico y divertido Arturo Grijalba, uno de los componentes del grupo-. El concurso duró un montón, y nosotros oíamos tocar a grupos japoneses, alemanes, americanos?, intérpretes con unas condiciones técnicas fabulosas. Los veíamos entre bambalinas y decíamos '¿Qué hacemos nosotros aquí?'. Nos daban ganas de volvernos a Zaragoza. Pero el organizador nos decía: "Vosotros tranquilos, simplemente haced lo que sabéis". Y así fue. En nuestro número salíamos a actuar caracterizados de vagabundos. Se apagaron las luces y subió al escenario Armando (Clemente) y puso una escalera; luego José (Caparroso) hizo como que encendía una fogata y finalmente llegué yo, atravesando el patio de butacas, y empezamos a tocar? Aquello fue el acabóse. La gente rompió a aplaudir y no quería dejarnos ir del escenario". 'Aquello' fue el momento clave en la carrera de los Simphonic's Boys -recuerda ahora Grijalba-, porque al acabar la actuación se acercó a ellos uno de los componentes del Trío Raisner, en aquel entonces una celebridad mundial, y les dijo: 'Os venís con nosotros a París, pero ya, que romperéis los teatros". Pero no. "Igual fue el error de nuestras vidas. Pero nos dio miedo o yo qué sé, y volvimos a España".


Los Simphonic's Boys regresaron a nuestro país y, con distintas formaciones, continuaron actuando por toda España hasta principios de los 80. En total, más de treinta años sobre los escenarios, interpretando temas como 'Estrella de nieve', 'Jardines de Granada', 'Solamente una vez', 'Gondolero perezoso', 'Pajarito del monte', 'Rag de la calle 12', 'Polca del barril de cerveza', 'Siempre en mi corazón' o 'Abundancia de Míster Callaghan". Cuando algún día se escriba la historia de las 'estrellas anónimas' del espectáculo en los años 60, los Simphonic's Boys ocuparán varias páginas. Hoy solo los más mayores los recuerdan. Desde el 86, cuando Guillermo y Javier, de Musical Andiano, les organizaron un homenaje en La Salle, nadie se ha acordado de ellos.


Empezaron de 'relleno' en el espectáculo 'Visto y oído' en el Teatro Circo, y recorrieron salas de fiestas y teatros de toda España: el Teatro Madrid, el Calderón de Barcelona, el Cervantes de Sevilla? se pusieron en pie para aplaudir los números musicales del grupo, que recorrió España de punta a punta y que actuó también en el extranjero. José Caparroso murió hace año y medio y Armando Clemente tuvo que retirarse de los escenarios hace ya un tiempo. Pero Arturo Grijalba ahí sigue, a sus 77 años, "mientras el cuerpo aguante". Ha creado un grupo de intérpretes en el centro de mayores El Boterón y además, de cuando en cuando, se sube al escenario con Mario Gros, que toca la concertina.


"La armónica ha sido mi vida -señala Grijalba-. Cuando tenía 12 años, mi hermano me trajo una de Alemania y me quedé anonadado. Nadie me dio clases, yo aprendí solo. Cuando no tenía colegio me iba al parque y probaba a interpretar melodías que escuchaba por la radio". Pronto la armónica lo fue todo o casi todo. De tanto tocar, la saliva acababa por hinchar la madera del instrumento, que se convertía en una cuchilla. "Llevaba los labios rotos de tanto tocar -recuerda-. Me sangraba toda la boca pero no dejaba de tocar la armónica". A los 14 o 15 años, cuando ya la dominaba, se presentó a unos festivales que organizaba el Ambos Mundos y en los que se buscaban jóvenes estrellas del espectáculo. Ganó. Allí conoció a otro chiquillo, barman de Las Vegas, que también tocaba la armónica y quedó segundo: Armando Clemente. Empezaron a tocar juntos y, al poco, fueron a Casa Luna para comprar una armónica cromática. Pagaban por ella siete pesetas semanales. "Pero la cromática seguía siendo melódica y notábamos que faltaba algo que llenase nuestros números musicales. Nos enteramos de que había un carnicero en la plaza del Carbón que tocaba la armónica y fuimos a hablar con él". Se llamaba Luis Mallén, y con él, y el mecenazgo-asesoría del doctor Carlos Lasierra, empezó a funcionar el trío de los Simphonic's Boys. La estructura, como todos los grandes tríos de la época, era la clásica: una armónica cromática, una vineta para los acordes y una armónica bajo. "Armando Clemente ha sido el mejor vinetista de Europa, no ha habido otro igual".


Fueron a hablar con Celestino Moreno, el dueño de El Oasis, y les metió a trabajar en la sala de fiestas Capri, a 30 pesetas diarias. Fueron para 15 días y acabaron actuando medio año, y eso que solo sabían interpretar seis piezas. Llegaron las giras y, como curiosidad, fueron de los primeros artistas que actuaron para Televisión Española. A principios de los 60 se disolvió el grupo original y, poco después, hizo su aparición José Caparroso. Con él, Grijalba y Clemente, los Simphonic's Boys vivieron su época dorada. Estrasburgo. Crearon una orquesta de armónicas, vinculada a Radio Zaragoza, redoblaron las actuaciones y los festivales, hasta que el paso y el peso de los años obligó a disolver el grupo. Arturo Grijalba aún sigue ahí, al pie del cañón, actuando y dando clases de un instrumento al que ha entregado la vida.


"El instrumento más difícil"

"El secreto para tocar bien la armónica es el mismo que para la mayoría de las cosas en la vida. Mucho ensayo y mucho sacrificio. E ilusión, claro. La armónica es el instrumento más difícil que existe. La tocan muchos, pero tocarla bien, lo que se dice bien, muy pocos. En otros instrumentos, como el piano, uno tiene diez herramientas, los dedos, e incluso se ayuda de los pies; con la armónica solo tienes una herramienta, la boca, y es muy difícil tocar nota por nota".


Pese a la dificultad, tiene pasión por enseñar. "Una armónica profesional, de doce agujeros, vale menos de 100 euros y te la puedes llevar a cualquier lado. Mi ilusión es conseguir, con apoyo de algún estamento, un centro o club de la armónica, en Zaragoza hay miles de aficionados y cientos de intérpretes de todas las edades. Y en seis meses, a hora y media de clase a la semana, ya estás tocando". A partir de ahí ya hay que dedicarle la vida entera.