LA FIESTA NACIONAL

El toreo, entre el arte y la barbarie

La prohibición de las corridas de toros en Cataluña ha reabierto un eterno debate sobre la naturaleza de este espectáculo. Opiniones al margen, es un hecho que el toro, su muerte y lo que le rodea ha sido uno de los grandes motivos de inspiración para todas las artes.

Gutiérrez Solana reflejó así el universo de la fiesta nacional
El toreo, entre el arte y la barbarie

La prohibición de las corridas de toros en Cataluña sigue provocando polémicas y debates en la prensa, en las tertulias y en los foros y blogs de internet. Vuelve a ser una 'cuestión palpitante', de esas que excitan a España cada cierto tiempo como sucedía en la época de Emilio Pardo Bazán o de Larra. La fiesta de los toros ha sido como una factoría incesante de creación de toda índole: literaria y periodística, pictórica y teatral, fotográfica. Y ha suscitado algunas reflexiones curiosas, y acaso exacerbadas.

Para Américo Castro la corrida es "el espectáculo nacional y símbolo del vivir como riesgo absoluto frente a un destino amenazador"; para Salvador Madariaga, "fundamentalmente es un drama: el hombre está en constante peligro, y el otro, destinado a la muerte". El otro es el toro, del que el crítico Joaquín Vidal escribió: "El toro es el animal más bello de la creación. El toro enseñorea su estampa en los espacios abiertos de la marisma y se deja querer por un gorrión que le picotea la piel (?) El toro es fuerza y es rito (?) El toro es misterio y ansias agónicas en la negrura del chiquero". Pablo Picasso, sojuzgado por el toro y su historia (que se remonta a Altamira, a Creta, a Grecia y al minotauro), dijo que "los toros son ángeles que llevan alas". La frase, a pesar de su forzado aliento poético, quizá no resulte inesperada en su boca: él empezó a pintar toros en 1896 para su madre, inspirándose en la muerte de Pepe-Hillo, ocurrida en mayo de 1801, que también conmovió a Goya, y no dejó de hacerlo en toda su trayectoria: realizó grabados con aguatinta en azúcar, bodegones, series del minotauro y un cuadro tan espectacular como 'El Guernica'. Picasso establece un inquietante y complejo diálogo entre el toro y el caballo, que compendia, simbólicamente, el amor y el erotismo, la vida y la muerte, la víctima y el verdugo, la crueldad y el peligro.

"Un disparo a las emociones"

En el volumen 'Sentimiento del toreo' (Tusquets, 2010), una compilación de textos preparada por el poeta Carlos Marzal, Mario Vargas Llosa insiste en esta lectura compleja de Picasso a su manera: "La fiesta de los toros -un arte, una ciencia, un deporte y una ceremonia- es la única, dentro de la inmemorial cultura de los ritos sagrados de la ofrenda y el sacrificio de la que forma parte (?), en la que el victimario se enfrenta a la víctima sin otra defensa que su destreza y su intuición, dándole todas las ventajas a la fuerza, exponiendo su integridad y su vida". Y algo más adelante añade que "entre todas las artes, acaso la más difícil de explicar racionalmente sean las corridas de toros", una fiesta que no conquista la inteligencia ni la razón, sino que dispara hacia las emociones y las sensaciones. Agrega: "Su belleza y misterio estallan a plena luz, y el espectáculo nos arrebata", y compara la fiesta con "ciertas elegías de Garcilaso, sátiras de Quevedo o alegorías de Góngora, o la música de Mozart y Beethoven, o la perfección de 'Las meninas". Quizá nadie haya ido tan lejos, ni siquiera José Bergamín cuando encontró una frase tan feliz como 'La música callada del toreo', y dedicó ese libro a Rafael de Paula.

Los poetas han tenido predilección por los toros. Manuel Machado dijo que habría preferido ser banderillero antes que poeta. Rafael Alberti llegó a vestirse de torero en 1927 y firmó un poema entusiasta para Luis Miguel Dominguín. Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, el citado Bergamín o Jorge Guillén también compusieron poemas, pero nada es comparable al 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías' (1935), de Federico García Lorca. Lorca frecuentó el asunto en varias ocasiones, llegó a decir que "El toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España", y en esa elegía alcanzó una de las cumbres de la poesía española de todos los tiempos por su emoción, su intensidad y la perfección de su retrato: "Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido. / Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!". Entre los prosistas, hay un libro magnífico: 'Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas' de Manuel Chavales Nogales, rescatado por Libros del Asteroide.

Don Francisco, el de los toros

En la pintura, el toreo ha inspirado a un sinfín de creadores: Francisco de Goya, 'don Francisco, el de los toros', es sin duda una figura fundamental con varios de sus lienzos y, sobre todo, con esa obra maestra del grabado que es 'La tauromaquia': una visión completa, apasionada y a la vez serena de un ritual que siempre le atrapó. Y cerca de él está Picasso, sobre todo Picasso. Hay otros artistas como Joaquín Sorolla, Manet, Francis Bacon, Julio Romero de Torres, Gutiérrez Solana, Vázquez Díaz, Zuloaga, Juan Barjola, y Antonio Saura, que firmó uno de sus juegos pictóricos como 'Sauromaquia'.

Martín Ruizanglada quiso ser torero -"tú serás torero cuando los toros tengan cuernos como caracoles", le dijo su padre- y acabó siendo en buena parte pintor taurino. También han hecho sus incursiones distintos aragoneses como Manuel Lahoz, Luis Puntes, Pepe Cerdá, Cano y Alberto Calvo, entre otros.

En fotografía, además de algunos clásicos como Baldomero o el zaragozano, recién descubierto, Luis Gandú Mercadal, es inexcusable citar a Ramón Massats, artista de los sanfermines, fiesta que enamoró al Nobel Ernest Hemingway y que él trasladó a varias de sus novelas ('Verano sangriento' o 'Muerte en la tarde'), o a Lucien Clergue, que inmortalizó a Raúl Aranda mirando de frente al astado en Arlés. En el cine, los toreros han tenido suerte dispar: una de las películas más emotivas es 'Calabuch' de García Berlanga, con un inolvidable José Luis Ozores, y otra es 'La vaquilla'; otra que toca el tema de refilón es 'Hable con ella' de Almodóvar, que ya se había acercado a lo taurino en 'Matador'. En el teatro ha habido diversas aproximaciones, aunque resulta chocante o provocadora una declaración reciente de Albert Boadella: "Los toros han sido el núcleo de mis criterios artísticos". En la música, los toros están asociados a la copla, y a autores como Serrat y Sabina.

Los toros siempre han tenido muchos, muchísimos detractores. En Cataluña y en muchos otros lugares de España. Carlos III prohibió los toros en 1771 por sugerencia del aragonés Conde de Aranda. A Unamuno le producían tedio y repugnancia, como casi a toda la generación del 98.

Eugenio Noel dijo que la fiesta "era sangre, crueldad y porquería" y una forma de barbarie nacional, y Manuel Vicent escribe cada San Isidro un artículo contra esta forma de "carnicería pública y autorizada".