PINTORA IRANÍ

El lienzo en blanco de Rana

La iraní Rana Heyrati vino a Zaragoza a estudiar español... y aquí se quedó. Su pintura se ha expuesto por medio Aragón.

Rana, en su estudio del Casco Viejo zaragozano, con uno de sus cuadros a su espalda.
El lienzo en blanco de Rana
JOSé MIGUEL MARCO

Aprendió español junto a un grupo de estadounidenses y otro de monjas coreanas. Y, aun así, lo habla bien. Claro, que además de las clases, tuvo una ayuda inestimable. Fue nada más llegar a Zaragoza, en 2001. "No tenía ni idea y, para entenderme, era horrible", reconoce. Menos mal que su compañera de piso había enseñado español a extranjeros. "Fue casualidad. Me hizo aprender poniendo 5 pesetas en un bote cada vez que hablaba en inglés", cuenta. Ya ha pasado el tiempo. Tanto, que no existen las pesetas. Y esta iraní sigue en Zaragoza, donde, desde el principio, su nombre llamó la atención. "Me hacen muchas bromas con él, pero a nadie se le olvida", bromea. Porque ese nombre es Rana. Rana Heyrati.

Su familia quería mandarla a conocer otras culturas. Ella miró cursos de español y se decantó por Zaragoza, adonde viajó directamente desde su Teherán natal. Sin entrar en honduras políticas, cuenta que la situación en su país no era la mejor. "Los jóvenes no tienen oportunidades y no hay mucha libertad". Como no le convalidaban la carrera, Diseño Gráfico, se dedicó a uno de sus hobbies: pintar. Y, poco a poco, comenzó a exponer. Sus últimos trabajos reflejan a la mujer, como un ángel o como símbolo de la maternidad, pero también ha pintado vegetación o paisajes urbanos, inspirados en su herencia oriental. Eso sí, siempre utilizando el color de forma muy viva.

Su última muestra está íntimamente ligada con Aragón. 'Sentir Matarraña' se expone en el hotel Sitjar de Calaceite hasta finales de julio. Y en ella ha tratado de plasmar los campos de olivo de la comarca turolense. Antes, participó en exposiciones por decenas de locales zaragozanos, casi todos del Casco Viejo de la ciudad, donde vive. Y es que, si tuviera que señalar un lugar de Zaragoza, lo tendría claro: "Me quedo con el río y con los reflejos que veo en el agua". La naturaleza es su pasión. Durante un tiempo, subía al Pirineo con unos amigos para repoblar arboleda. "Me abre el alma", dice Rana, poética. Pero a pesar de su vocación rural, no se plantea buscar un nuevo hogar. "Ten en cuenta que, para mí, es un pueblecito. Vengo de Teherán, una ciudad de 16 millones de habitantes y calles de 40 kilómetros". Allí vuelve cada dos años para ver a la familia. Y siempre le sorprende algún cambio. "Cuando aquí oigo hablar de crisis, no me lo creo. En Irán, de la noche a la mañana no sabes nunca lo que puede pasar", explica.

Aquí, lo tiene todo más controlado. Ha retomado su profesión, y trabaja en diseño web, mientras sigue dándole al pincel y al lienzo. Pero con tranquilidad. "¿Las galerías de Madrid y Barcelona? ¡Me encantaría! Pero prefiero la cercanía con la gente y poner precios baratos para que el que quiera un cuadro mío, lo tenga". Y es que los sueños, afirma, son para vivirlos. Y en eso está ella.