VIDAS ESCRITAS

Algo de Carmen Laforet

Ana Caballé e Israel Rolón publican la biografía de la misteriosa autora de 'Nada'.

Una caricatura de Laforet
Algo de Carmen Laforet

BIOGRAFÍACarmen Laforet.. Una mujer en fuga

Anna Caballé, Israel Rolón. RBA. Barcelona, 2010. 520 páginas. 32 euros. Premio Gaziel 2009 de biografías y memorias.



Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Madrid, 2004) es una escritora misteriosísima: consiguió un enorme éxito con su primera novela, ‘Nada’, ganadora del Premio Nadal, y luego publicó unos cuantos libros más (relatos, novelas y crónicas de viajes) para acabar desapareciendo, integrante por derecho propio del club de los Bartleby fundado por Enrique Vila-Matas.


Pero no es en sus libros donde se descubre mejor su carácter, sino en la correspondencia que durante años mantuvo con Ramón J. Sender, y ahora recogida por uno de sus biógrafos, Israel Rolón, en un estupendo volumen, ‘Puedo contar contigo’, publicado en Destino.


Es en esas cartas, que Carmen Laforet nunca pensó que fuera a publicarse, donde la escritora se presenta con toda su fortaleza y con toda su fragilidad: es una mujer consumida por la falta de tiempo; con la autoestima sobre su trabajo bastante deteriorada; con un matrimonio muy desigual, con el periodista y editor Manuel Cerezales, que acabaría descomponiéndose; con la necesidad de ganarse la vida por sus propios medios pero atosigada por sus obligaciones maternales (a las que no podía escaparse fácilmente, porque tuvo cinco hijos); con un conflicto de carácter religioso muy acentuado; con, como se puede a veces adivinar entre líneas, un conflicto sexual latente, y con un enorme deseo de conseguir una voz “de mujer”, insertada en un ideal “mundo del Gineceo”.


Quizá uno de los temas que no abordó en su correspondencia con Ramón J. Sender fue su infancia en Las Palmas, que ya debía de ver desde la lejanía, tras haberla quemado en una de las novelas que más insatisfecha la dejó, ‘La isla y sus demonios’. Pero en esa infancia canaria se explican muchas cosas que marcaron la vida que acabó llevando Carmen Laforet.


Una de esas cosas es el temprano confinamiento de su madre en centros de salud, que remite a una dolorosa simetría, porque la propia Carmen Laforet acabó ingresada en una residencia, aquejada con algún tipo de enfermedad mental, que su hija Cristina ha tratado de explicar en un libro extraño, ‘Música blanca’. Y la aparición, tras la muerte de la madre, de una madrastra que la apartará, a conciencia, del amor de su padre, un bien situado arquitecto municipal.


Otra de esas cosas es la fascinación por las mujeres con una vida intelectual intensa, como la que llevaba, y estimulaba, su maestra Consuelo Burell, que había sido alumna del Instituto Escuela, que se había educado en el ambiente intelectual de Zubiri, Américo Castro y compañía y que descubrió el talento literario de su discípula.


Durante toda su vida, Carmen Laforet se sintió atraída por esas mujeres seguras de sí mismas y con un fuerte bagaje intelectual, y social. Entre ellas, destaca Lilí Álvarez, de la que quizá llegó a enamorarse, como sugiere en una carta escrita muchos años más tarde, quien la condujo durante años por un camino espiritual que culminó en una obra, ‘La mujer nueva’, en la que tampoco encontró la escritura que ella quería escribir... o, más bien, que ella creía tener que escribir. Pero también hay que nombrar a Elena Fortún, con la que trabaría una excelente relación tras su regreso del exilio en Buenos Aires, a María Zambrano...


Y una tercera cosa que le marcó su vida en Las Palmas, aunque sin duda no fue la última, fue el deseo de marcharse: el deseo permanente de estar en otro sitio, en el que Carmen Laforet creía que sería más feliz... sin conseguirlo casi nunca. El deseo que da origen al título de esta biografía, “una mujer en fuga”.


Fueron esas ganas de irse las que le llevaron a tomar un barco y marcharse a Barcelona, donde, entre la vida gris en casa de sus parientes y la vida bohemia de sus amigos universitarios, germinaría la escritura de una novela que le cambió la vida para siempre, ‘Nada’.


Después de Barcelona se marchó a Madrid, donde pasaría de su casa familiar a la de sus amigos, y de allí a todas partes en cuanto podía: a las costas en vacaciones; a Estados Unidos en cuanto pudo; a París; a Tánger; a Roma, donde vivió durante años, e, incluso, a Zaragoza, donde tenía a su dentista y donde se le pasó por la cabeza vivir y donde no se quedó porque se sentía “incapaz de adquirir costumbres”. Perseguía algo pero nunca conseguía alcanzarlo.


Si lo que perseguía era la escritura, como alguna vez hacía creer a sus escritores, sin duda no la alcanzó, y acabó odiando todo lo que tuviera que ver con ella. Si era el amor, tampoco parece haberlo conseguido. Si era el equilibrio, no parece que lo lograra, aunque fue consciente de que su cabeza no le funcionaba correctamente: a su amiga Roberta le escribe que está “enferma psíquicamente”.


Anna Caballé e Israel Rolón han escrito un libro desasosegante. A veces, tienen la tentación de buscar “culpables” a la vida tan triste de Carmen Laforet, pero, después de leer sus quinientas páginas, creo que ese malestar le nacía de dentro y era profundo y oscuro, y que sólo de vez en cuando conseguía apaciguarlo.