BIOGRAFÍA

Raquel Meller, emperatriz y sol del cuplé

El sello editorial Reino de Goneril acaba de inaugurar una nueva colección con la reedición del libro que le dedicó a la actriz y cantante turiasonense su primer marido, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo.

Raquel Meller, emperatriz y sol del cuplé
Raquel Meller, emperatriz y sol del cuplé
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Raquel Meller siempre despertó grandes pasiones. En un joven marinero belga, Peter Moeller, de quien tomaría su nombre artístico; en el pintor Joaquín Sorolla, que le realizó un espléndido retrato en 1918; en el propio Charles Chaplin. Quizá el mayor acto de amor que recibió Francisca Marqués López (Tarazona, 1888-Barcelona, 1962), de artista Raquel Meller, fue el de su primer marido, Enrique Gómez Carrillo (Guatemala, 1873-París, 1927), con el cual se casó en el verano de 1919 y se separó tres años después. Aquella boda civil en Biarritz tuvo por testigos de excepción a Benito Pérez Galdós y al conde de Romanones. En ese lapso de convivencia, el bohemio, diplomático y escritor guatemalteco redactó un curioso libro titulado sencillamente 'Raquel Meller', para el que escribió un elaborado retrato de la mujer y la artista, y además logró que un conjunto de intelectuales españoles -desde Manuel Machado a Benavente, desde María Guerrero a Leopoldo Romeo, director de 'La correspondencia', desde Tórtola Valencia a Mariano Benlliure- definiesen las virtudes de la intérprete en un auténtico torrente de elogios. La reedición de este libro, fechado entre 1919 y 1922, acaba de inaugurar una nueva colección en el sello Reino de Goneril de Jesús Egido.

 

El volumen, ilustrado por dibujos de Carlos Vázquez (1869-1944), lleva un prólogo de José Esteban, que arranca así: "Sin temor a equivocarnos, Raquel Meller fue y sigue siendo la más internacional de nuestras artistas de todos los tiempos. Sus triunfos en Europa y América lo atestiguan y certifican". La define como "cantante, cupletista y actriz del cine español", y realiza una travesía por su vida. Raquel Meller residió en Tarazona, Tudela y Montpellier, donde la reclamó una tía para que ingresase en el convento, y luego se trasladó a Barcelona. Trabajó de modista. Gracias a la cantante Marta Oliver, se inició en el mundo de la farándula: primero fue La Bella Raquel, y luego abrazó su nombre definitivo. Inició sus actuaciones en la sala La Gran Peña y en 1911 debutó en el Teatro Arnau. Ya por entonces cantó dos canciones del maestro Padilla, a las que debe su inmortalidad: 'La violetera' y 'El relicario'. El éxito la llevaría a diversos países de Latinoamérica.

 

En 1917 había conocido a Enrique Gómez Carrillo, de quien la leyenda decía que había sido amante de Mata-Hari. Se casaron en 1919. La luna de miel transcurrió por París, Londres, donde se dice que coincidieron con Aldous Huxley, y por Buenos Aires. No se entendían: tenían caracteres opuestos, ella era dada a la soledad y a la reclusión, él era mundano y seductor. Después de la separación, rodó 'Violetas imperiales' (1923) y 'Carmen' (1926), su mejor película. En ese mismo año de 1926, Raquel Meller realizó una importante gira por Estados Unidos, "con éxitos en Nueva York, Filadelfia, Chicago, Boston, Baltimore y Los Ángeles -escribe Esteban-. Hacia 1930, Raquel Meller atrajo la atención de Charles Chaplin. El gran cómico quiso incorporarla al elenco de su película 'Luces de la ciudad' de 1931", pero al final no participó. En 1932 rodó la versión sonora de 'Violetas imperiales' y en 1936 interrumpió el rodaje de 'Carmen de Triana'. Tras la Guerra Civil se casó con el banquero Edmond Saiac (o Demon Sayac), aunque se separaron pronto, trabajó con 'los vieneses' Franz Johan y Arthur Kaps, y murió en el olvido.

Alabanzas

El cronista y viajero Gómez Carrillo elogia su "la armonía impecable de su dicción y la ciencia exenta de sus gestos", y le aconseja que no abandone "el arte ligero". Agrega: "Su poesía, su armonía, su malicia y su ternura están en su propio ser y resultan siempre originales, siempre admirables, a veces sublimes". Sus elogios discurren por el desmesurado afecto y la excesiva elocuencia. Dice que encarna "todas las mujeres y toda la mujer, bella de mil bellezas, tierna de mil ternuras, picaresca de las infinitas picardías del instinto y fogosa hasta el punto de parecer, a veces, arder en una llama que la acaricia y la devora. ¡Raquel la innumerable?!". Gómez Carrillo finaliza así su breve retrato: "Todo su arte, podemos agregar, es un suspiro, una confidencia, un anhelo íntimo (?) se nota que no canta más que para sí y para su amante. (?) Siendo múltiple e inexplicable, en suma, es siempre ella misma y no es más que ella; es decir, el más armonioso, el más inquietante y el más divino de los misterios humanos".

 

El nivel de los elogios se mantiene a lo largo del libro. Manuel Machado escribe este ripio: "Esta Raquel, por su 'aquel', // por su genio y por su sal, // ha hecho el nombre de 'Raquel', // una vez más, inmortal". Para Gregorio Martínez Sierra es la "emperatriz de la emoción". Leopoldo Romeo va algo más allá y la llama "emperatriz o sol, la única, la incomparable". María Guerrero tampoco es ajena a este río de alabanzas: "La fuerza enorme de expresión de sus ojos interesa y atrae desde el primer momento. ¡Qué estupenda actriz se ha perdido con esa moda del cuplé en España!". El libro, con los dibujos de Carlos Vázquez, es un objeto entrañable, muy recomendable para mitómanos.