Así comienza el primer capítulo de 'El último rey'

El doctor Arturo Vera –mediana edad, rostro enjuto parapetado tras unas gruesas gafas de pasta sobre las que colgaba un flequillo rebelde- se frotó los ojos, visiblemente agotado, mientras terminaba de recoger el instrumental con el que había estado trabajando durante toda la jornada. Un día más, se había quedado el último en el laboratorio. Sus compañeros –haciendo gala de una dedicación menos exhaustiva- habían ido abandonando el edificio a lo largo de la tarde. Pero no le importó. Y es que le apasionaba ese proyecto, no podía evitarlo. Una vez en aquella sala, se sumergía en su labor científica hasta perder la noción del tiempo. En ese sótano, además, fuera del alcance del resplandor diurno, resultaba imposible percatarse del transcurso de las horas. Imposible vislumbrar la llegada de la noche, que a buen seguro hacía rato que dominaba en el exterior otoñal de aquella zona de Zaragoza.


Bostezó. Sólo la fatiga parecía anunciar la oportunidad de una pausa, el único síntoma al que el genetista estaba dispuesto a someterse. No quería arriesgarse a cometer un fallo en su minucioso análisis por culpa del cansancio acumulado.

 

Lea el resto del episodio este domingo en la edición impresa de HERALDO DE ARAGÓN.