ESPECTÁCULOS

Los humoristas se ríen de la crisis

El arte del soliloquio en clave de humor se ha convertido en uno de los números más demandados en Aragón. Noche tras noche, los cómicos llenan los bares de gente y risas

Mientras la mayoría de los españoles están preocupados por la crisis, ellos se ríen de sus propias penurias económicas. Se tronchan con sus fracasos amorosos, se cachondean de los 30 metros cuadrados que mide el piso que comparten con sus padres y se desternillan con su última borrachera. Se mofan incluso de ellos mismos.


Pero todavía hay alguien que se lo pasa mejor: su público. Noche tras noche, los monologuistas consiguen llenar de gente –y de carcajadas- decenas de bares aragoneses a pesar de la omnipresente crisis. Y es que, para combatir las vacas flacas, no hay mejor remedio que el sentido del humor. “Los espectadores tienen más ganas de reír”, comenta Mariano Bartolomé, uno de los miembros fundadores de ‘Monólogos por la Beneficencia’ (junto con Jorge Asín y José ‘el Niño’), el primer grupo aragonés que ha creado un circuito estable de salas para difundir sus guiones originales. Llevan diez años actuando, según cuentan, “en las cuatro provincias aragonesas: Zaragoza, Huesca, Teruel y Salou”. Empezaron en un par de salas de la capital aragonesa, pero ahora incluso se desplazan regularmente a otras localidades como Barbastro o Sabiñánigo. Además, actúan con un fin benéfico: su propio interés. Y es que, como dice Bartolomé, “la beneficencia es algo que empieza por uno mismo”.


Aunque los más de diez humoristas que forman este grupo son los causantes de gran parte de las carcajadas zaragozanas, existen otras alternativas a los chistes ‘benéficos’. ‘El pequeño café del rock’ ha conseguido reunir a un grupo de amigos, amantes del arte del soliloquio, que, cada jueves, se citan -para alegría de sus fieles- y dan rienda suelta a su imaginación. Uno de estos aficionados a ‘partir cajas’ ajenas es Pablo Tobías, que hizo sus primeros monólogos en inglés. “Estaba de intercambio en el extranjero, y de vez en cuando surgía la oportunidad de subirme al escenario en alguna taberna”, recuerda.

 

En cuanto a los temas, profesionales y aficionados recurren a las mismas musas: las anécdotas cotidianas y, por supuesto, poner la oreja en las conversaciones ajenas. “Buscamos que la gente se sienta identificada con lo que contamos”, afirma Tobías. “Se puede hacer un buen monólogo sobre el teatro clásico, pero nadie se reiría”, continúa. Por eso, los temas más recurrentes suelen ser las relaciones de pareja, los fracasos amorosos y el sexo. Aunque cualquier otro asunto -la televisión o el transporte público- puede ser objeto de caricatura. “No nos gusta decir que nuestro humor es inteligente, porque de eso andamos justos. Nuestros chistes son ácidos y directos”, explica Bartolomé.


Estas actuaciones también son un trampolín para los cómicos aragoneses. Es el caso del humorista Jorge Asín, que dio el salto a la pequeña pantalla y ahora es uno de los ‘gamberros’ del programa ‘Oregón Televisión’. Otro de los miembros del grupo, Juako Malavirgen, ofrece conciertos en los que mezcla música y humor. Con la única compañía de su guitarra, nunca deja indiferente a un espectador que se convierte, como él mismo dice, en parte esencial del espectáculo, “ya sea a la hora de corear los estribillos o, llegado el momento, incluso apedrearme”.


Para muchos humoristas esto de hacer reír empezó como un hobby. Felipe Latorre, otro de los monologuistas más ‘benéficos’ de Zaragoza, bombardeaba con chistes a sus compañeros de Arquitectura Técnica. Cuando acabó la carrera, obtuvo dos diplomas: el de aparejador y el de monologuista. Ahora, 543 monólogos después de su debut, esta afición se ha convertido en algo más que una forma de pasar el rato. “Esta terapia antiestrés me ayuda a olvidarme del trabajo”, afirma Latorre.


Para otros, es una forma de no dar un palo al agua. Así de claro lo tiene José ‘el Niño’. “Dicen que estoy loco. Pues no estaré tan chalado si vivo sin trabajar”, bromea en uno de sus monólogos, en el que además confiesa que fue adicto a la Nocilla y lo pasó fatal en el ‘Proyecto avellana’. En el mundo del humor no existe la palabra ‘crisis’. Y si existiera, sería para reírse de ella.