EXPOSICIÓN

Andrés Ferrer rescata las fotos del azar y la memoria en la serie 'De lo observado'

El fotógrafo inauguró ayer una selección de 32 obras, de 1994 a 2008, en el monasterio de San Juan de la Peña

El beso de dos figuras de una estatua funeraria en el cementerio de Milán, 2005.
Andrés Ferrer rescata las fotos del azar y la memoria en la serie 'De lo observado'
ANDRÉS FERRER

En una ocasión, el crítico Alberto Martín Expósito dijo de Andrés Ferrer (Zaragoza, 1952; www.andresferrer.es) que responde al concepto de fotógrafo que opera "como un observador privilegiado de la realidad que testimonia o recrea estéticamente el mundo que nos rodea". El escritor Fernando Sanmartín lo retrata como "un fotógrafo convertido en biógrafo del tiempo".

 

Este artesano y artista, con base en Torrero, presentaba ayer en el monasterio nuevo de San Juan de la Peña la muestra 'De lo observado', compuesta por 32 fotos de amplio formato, más de un metro, fechadas entre 1994 y 2008. Son fotos realizadas en distintos lugares del mundo, desde Milán o Roma hasta Montevideo o Lima, desde Zaragoza, Madrid, Jaraba o Alcañiz hasta Hanoi, Valparaíso, Buenos Aires o Nueva York, por citar algunos lugares.

 

"Desde hace varios años suelo realizar exposiciones temáticas, más o menos cerradas, y esta muestra pertenece a ese tipo de fotos inconexas que he ido guardando en los archivos. Son fotos azarosas, de aquí y allá, con un cierto carácter ecléctico. Las revisé e intenté darles un sentido, una unidad", explica Ferrer.

La unidad del mundo: la mirada

Esa unidad, de entrada, está pautada por un acusado sentido de la plasticidad, el uso de una técnica excepcional, el diálogo con los grandes maestros, la emoción fría y por "una forma de mirar y de rescatar detalles y rincones. A menudo pasamos por un sitio una y mil veces, y no percibimos un matiz, una atmósfera. Como fotógrafo mi labor es descubrir eso. Ver lo que otros no ven, ver lo cotidiano y transformarlo en fotografía, abstraer una forma, aislarla y encerrarla en una toma", que casi siempre es una suerte de bodegón o un paisaje urbano, en el que incide la historia, la idea de inmovilidad y a la vez de transformación del tiempo y la historia.

 

"Es cierto que rara vez fotografío personas. Mis imágenes reflejan la actitud, la acción y la intervención del hombre, el paso del tiempo, las huellas. Intento potenciar siempre una historia, un misterio, una sugerencia". En este caso, Andrés Ferrer emplea unos formatos grandes, "no tan grandes, en cualquier caso, como lo que se acostumbra ahora", afirma.

 

"Algunos dicen de mí, si tenemos en cuenta proyectos como 'Austral' de la Patagonia, los templos de Angkor o 'Diario en La Habana', que soy un fotógrafo viajero. Nada más lejos. Es cierto que por la tensión de mi trabajo profesional, necesito tomarme vacaciones, descansar, viajar. Viajo porque me apetece, pero no viajo para fotografiar. Aprovecho mis viajes para hacer algunas fotos. Este es el caso. No obstante, he realizado exposiciones o proyectos muy vinculados con Aragón como 'Relatos visuales', sobre la estación de Canfranc, o 'Historia ausente', sobre el Arrabal".

 

Durante algunos años, Andrés Ferrer usaba cámaras pesadas, sofisticadas, que exigían trípode, pero para este proyecto ha empleado cámaras analógicas clásicas, como la Rollei Flex y la Leica. Es obvia otra intención en 'De lo observado': el diálogo con algunos maestros como Walker Evans y sus fotos de arquitectura, con Edward Weston en piezas como 'Doñana' (1998), el mexicano Manuel Álvarez Bravo e incluso con la fotografía japonesa minimalista.

Diálogo con los clásicos

"Es un encuentro y un homenaje y un modo de expresar una cultura fotográfica visual. Estoy seguro de que habrá ecos, recuerdos e imágenes que evoquen otras imágenes. Todas las fotos tienen una historia, el relato de una obsesión: el ingrediente básico de la fotografía es la luz, y a veces he esperado uno, dos o tres días para captar la luminosidad más correcta, la que yo buscaba", señala Ferrer.

 

Muchas fotos son espontáneas, como la de las bicicletas de Hanoi, "donde todo estaba estático, como parado en el tiempo", y hubo otras más especiales, como las del beso en Milán. "Quizá sea la que más me conmueve: ese beso de dos figuras de una escultura funeraria en el cementerio histórico de Milán. Me parece absolutamente conmovedora y poética, rezuma emotividad".

 

Para Andrés Ferrer también es importante que esta obra se exponga en San Juan de la Peña. "Desde luego. Por el significado del monasterio, por las connotaciones con la historia de Aragón, por la lejanía, por la dificultad de acceder, por su ubicación en medio del bosque. Y ahí, entre esas paredes, encaja muy bien esta obra íntima, muy íntima, impregnada de una carga emocional de vivencias, experiencias y sueños".

 

Hay algo de lo que se encuentra especialmente contento: la factura del catálogo, prologado por Fernando Sanmartín, él mismo y el consejero Aliaga. "Creo que es la primera vez que he conseguido tener un catálogo impecable que se ajusta del todo a la calidad del original. Me siento muy feliz".