ESPECTÁCULOS

La sombra de las estrellas

Juan (izquierda) y Alejandro Lanaja, fotografiados en el hotel Hiberus de Zaragoza, con el puente del tercer Milenio al fondo
La sombra de las estrellas
JUAN CARLOS ARCOS

"Un poco gansters sí nos dicen que somos. El representante tiene fama de tío frío", bromea Juan Lanaja. Él y su hermano Alejandro, desde luego, dan una impresión muy distinta a ese oscuro cliché, aunque son dos jóvenes zaragozanos que, manteniéndose fuera de los focos, velan por las carreras de destacados artistas. Juan, a sus 30 años, es agente de actores como Antonio Banderas o Silvia Abascal. Alejandro, de 28, se dedica a promocionar discos de grupos como El Canto del Loco o Ska-P.


Serios sí, pero simpáticos, inquietos y muy seguros de sí mismos, coinciden en señalar que una de las primeras cosas que se pierde cuando uno trabaja con artistas es "la mitificación". "Los admiro, pero desaparece esa ilusión del fan", dice Juan, y Alejandro añade: "Los ves solo como personas".


Y así debe ser para que exista una buena relación profesional, pero también personal. "Álex y yo nos vinculamos mucho con la gente con la que trabajamos. Yo, hay actores de los que sé absolutamente todo de sus vidas, les hago de psicólogo, amigo, compañero... Y en muchos casos somos las únicas personas en las que pueden confiar de verdad", dice Juan.


Su hermano aclara: "Los artistas están en su burbuja creativa y su visión no es tan completa como la nuestra, por eso hay que encontrar cómo aconsejarles correctamente. Es como en una familia con varios hijos, aunque quieres tratarlos igual a todos, cada uno es particular y tienes que hacer lo que sea mejor para cada cual".


Artistas, no monos de feria


A veces les toca ponerles los pies en el suelo, si se les sube el pavo. "Yo he llegado a decirle a alguno: se te está yendo la olla", comenta Juan. Por otra parte, aconseja a sus artistas que se ciñan a su trabajo y no acepten exhibirse por dinero como "monos de feria" en saraos pensados para la prensa rosa. No obstante, subraya que "aunque les indiques qué deberían hacer, la decisión final siempre es suya".


Entre las cualidades que han de cultivar en su trabajo están la paciencia, las relaciones públicas para disponer de contactos y la capacidad de sacrificio. "Mi horario habitual es de las 9.30 a infinito, hay que tener muchísima vocación", dice Alejandro, que iba para guitarrista -para él fue "un flash" oír tocar a un amigo de su hermano- pero al que un problema en la muñeca lo llevó a reconducir su carrera.


Juan dice que han de ser "duros pero realistas" al negociar contratos: "Pides cuando puedes pedir; el mal agente pide lo que no puede ser", sentencia. Y agrega que "los grandes artistas suelen ser los más humildes". Cita a Antonio Banderas que, tras 12 horas de rodaje, es capaz de lucir "un comportamiento ejemplar" y saludar antes de irse "desde al técnino de luces hasta al director general, dándoles las gracias de la misma manera".


Alejandro recuerda también el detalle que tuvo con su madre, María Antonia Tejero-Garcés, el cantante de El Canto del Loco, Dani Martín. Acabado el concierto en Zaragoza, se acercó a charlar con ella. Para ellos fue algo especial porque "somos los que somos gracias a nuestra madre". Quedaron huérfanos de padre cuando Juan tenía 8 años y a su progenitora -que los llevaba al cine los domingos y los empujó a dedicarse a lo que les gustaba- le guardan un particular reconocimiento. También a su hermana mayor, María, y a "nuestra familia al completo", de la que están "muy orgullosos".


Viven juntos en Madrid -lo que les sirve para idear actividades conjuntas de artistas de sus dos áreas de trabajo-, pero vienen a su tierra a menudo. "Ahora, con el AVE, es una maravilla", dice Juan.