LITERATURA

Ana María Navales: la pasión del lenguaje

Ana María Navales
Ana María Navales: la pasión del lenguaje
GRAÑENA

Ana María Navales (Zaragoza, 1939-Maleján, Zaragoza, 2009) solía decir que no tenía antecedentes literarios en su familia, y que su inmensa vocación por las letras se forjó en la adolescencia. La escritora había nacido de su condición de lectora y también de su condición de hija única: poblaba esa soledad de seres imaginarios, de fábulas. Vivía reconcentrada, vuelta hacia la música y el color y el calor de las palabras. Aprendió a escribir a máquina de inmediato y encuadernaba, con primor y laboriosidad, sus primeras novelas, sus primeros bosquejos de poemas. Estudió Filosofía y Letras, y pronto frecuentó la amistad de creadores que la marcaron, como Manuel Derqui, o el profesor Cándido Pérez Gállego, experto en James Joyce y en Shakespeare.


Con independencia y con la conciencia de que "tienes que estar siempre a punto y cuando se abre la espita de la creación", Ana María Navales fue construyendo lo que iba a ser su obra, pautada por el rigor y el ambición de hondura y belleza, inclinada hacia "la inmensa minoría", como decía Ricardo Senabre, una obra que tiene muchos caminos, un vasto campo de intereses y el uso de varias disciplinas y géneros.


Ana María Navales fue una estudiosa y una divulgadora de la literatura. Fue de las primeras en estudiar la obra de Francisco Umbral, y también la de Miguel Delibes, Daniel Sueiro e Ignacio Aldecoa, mostraría interés por escritoras aragonesas de escasa proyección, u olvidadas, como María Pilar Sinués o Rosa María Cajal, y siempre apoyó a Rosa María Aranda, Encarnación Ferré o Teresa Agustín, entre otras. Y dio clases de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Zaragoza, donde se doctoró. Uno de sus últimos libros, ‘Los senderos que se bifurcan. Escritores latinoamericanos del siglo XX’ (Calambur, 2008), dio prueba de su conocimiento y de su interés por la literatura del ‘boom’.


Escribió mucho en los periódicos, especialmente en la sección 'Artes y Letras' de HERALDO, donde redactó pequeños ensayos, redescubrió libros y señaló a jóvenes autores, como puede ser el caso de José María Conget o José-Carlos Mainer, en sus inicios. Mainer recordaba el día de su entierro que "ella escribió la primera reseña de un libro mío, y eso es algo que no podré olvidar jamás". Eloy Tizón, autor del excepcional libro 'Velocidad de los jardines', dice en el blog del profesor y crítico Fernando Valls: "Conmigo fue siempre de una generosidad sin límites, enviándome todos sus libros dedicados, abriéndome de par en par las puertas de 'Turia' y escribiendo reseñas elogiosas sobre mis páginas".


Su labor de difusión literaria tiene otros polos inequívocos: la codirección de la revista ‘Albaida’ con el poeta y profesor Rosendo Tello, que subrayaba hace unos días "las exquisitas calidades de su prosa especialmente y esa mirada surrealista de su lírica"; casi un cuarto de siglo al frente de la revista ‘Turia’, que dirigió al alimón con Raúl Carlos Maícas; su trabajo en la sección de Creación Literaria del Instituto de Estudios Turolenses...


Su obra literaria comprende poesía, ensayo y narrativa, tanto novela como relato corto, del que era una auténtica virtuosa, como se puede percibir en tres volúmenes: ‘Paseo por la íntima ciudad y otros encuentros’ (Librería General, 1978), ‘Cuentos de Bloomsbury’ (Edhasa, 1991; Calambur, 1999) y ‘Cuentos de las dos orillas’ (Prames, 2001). A propósito de de este volumen, decía el editor Chusé Aragüés: "Era perfeccionista y meticulosa. Recuerdo que primero nos pidió que aumentásemos el cuerpo de letra; yo le explicaba que su libro iba dentro de una colección, con un formato, con una caja, con una tipografía. Lo hicimos; revisó hasta cinco pruebas de imprenta. En cuanto se le pasaba sus prontod, era tremendamente humana y cariñosa".


Woolf y el reino Bloomsbury

‘Cuentos de Bloomsbury’ es su obra maestra. Ana María Navales adoraba el universo de Virginia Wolf y de todos sus amigos, desde su hermana Vanessa Bell hasta Roger Fry, desde Dora Carrington a Lytton Strachey, desde Gerald Brenan a Katherine Mansfield, entre otros. Dijo una vez que de Virginia Woolf y de Mansfield "le había atraído su manera de vivir, en libertad, su intensa dedicación a la literatura". De Woolf, que fue un auténtico mito en su existencia, la sedujo esa narrativa preocupada por "el ser íntimo de los personajes" y el hecho de que supo que "el pensamiento es simultáneo y el lenguaje, sucesivo". Dos libros fundamentales de estudios sobre la creación de la mujer son ‘La lady y su abanico’ (Sial, 2002) y ‘Miradas de mujer. De Virginia Woolf a Nadine Gordimer’ (Sial, 2006). Publicó varias novelas: ‘La tarde de las gaviotas’, ‘El laberinto del quetzal’, ‘El regreso de Julieta Always’ y ‘La amante del mandarín’, que resume su experiencia de profesora en el Colegio Alemán.

Ana María Navales se sintió poeta. En una poética de 1986, decía: "Intento ahondar en mi mundo, abarcar todo lo que conforma mi espacio vital, para encontrar mi identidad y llegar a la integración en los seres y el mundo físico, más allá de un aparente desarraigo (…) Me muevo entre dudas y vacilaciones en torno al enigma de la poesía, de su oscura esencia". Ha publicado numerosos poemarios, pero los concentró en su libro de libros, ‘Travesía en el viento’ (Calambur, 2006; 264 páginas, con prólogo de Jesús Ferrer Sola). Ana María Navales se retrataba así en 2006: "Siempre he sido rebelde. Y me he sentido una persona libre. Tanto en la poesía como en la prosa, es decir, en la vida".