GOYA

El Prado concluye que El Coloso no es de Goya

"Visto con luz adecuada se hace manifiesta la pobreza de su técnica, de su luz y colorido, así como la marcada diferencia de El Coloso con las obras maestras, de atribución documentada de Goya", señalan las investigaciones.

"El Coloso"
El Prado concluye que El Coloso no es de Goya
EFE

La "pobreza" de la técnica de El Coloso, así como de su luz, colorido y su marcada diferencia con obras maestras que se han atribuído de forma documentada a Goya, han llevado, entre otros aspectos, al Museo del Prado a asegurar en un estudio que este cuadro no fue realizado por el maestro de Fuendetodos.

 

En el informe 'El Coloso y su atribución a Goya' hecho público en la página web del Prado, Manuela Mena, jefa de Conservación de Pintura del siglo XVIII y Goya, realiza una extensa investigación que contempla el análisis de documentación y bibliografía desde que el cuadro llegó al Prado en 1931 hasta sus características técnicas, con la incorporación de los análisis del laboratorio, y su estilo, composición y significado, comparándolo con obras seguras de Goya.


Desde su llegada al Prado, el cuadro fue aceptado y admirado como la máxima expresión del Goya moderno y se fue convirtiendo en una de las obras más citadas en su bibliografía y de las más populares, llegando a ser ilustración obligada, en España, de la guerra de la Independencia.


En el estudio, Manuela Mena hace referencia a la reciente identificación de las iniciales "AJ", de ahí la hipótesis de que sea obra del pintor valenciano Asensio Juliá, conocido a partir de los últimos años del siglo XVIII como ayudante principal del taller de Goya.


Esto abre un camino de investigación "de gran importancia para la aclarar la autoría de muchas obras de principios del siglo XIX, cercanas al estilo de Goya, aunque no de su mano, cuyos autores se encuentran aún sin identificar".


La experta en Goya recuerda las exposiciones que abrieron el camino a un mejor conocimiento de Goya, como la del pasado año "Goya en tiempos de guerra", que determinó se reabriera el estudio de El Coloso.


A lo largo de su investigación, señala que el modo de estar pintado El Coloso, el uso que su autor había hecho de pinceladas sin luz ni volumen "es técnicamente opuesto al modo de trabajar del maestro". Eso unido a las incorrecciones de la perspectiva y de las proporciones y expresividad de las figuras, lo alejaban de Goya.


La figura masculina de espaldas, las características del paisaje en su disposición y técnica, y las figuras que corren, junto a coches y animales muy variados permitieron establecer comparaciones con la interpretación que Goya hizo de detalles similares en sus obras seguras, mostraron también sus diferencias con el maestro.


El cuadro presenta desde su misma base "un modo de trabajo distinto al de Goya, revelando por comparación con sus obras, una mano y concepción de las figuras y el espacio diferente a la suya".


En opinión de Manuela Mena, El Coloso está realizado de modo superficial y acumulativo, con una cantidad innecesaria de pinceladas, aplicadas con lentitud y titubeos, sin la fluidez que parece desprenderse de su técnica deshecha, con la que busca, sin embargo, un efecto de rapidez. "Ese modo de hacer indica un proceso de creación lento e indeciso, no directo ni sabiendo de antemano lo que se pretende".


El dominio que tenía Goya de la anatomía humana, de los animales o de la forma de los objetos y su materia, así como la posición en el espacio y la perspectiva, "fue excepcional" y tal vez la dificultad para dominar la fisonomía y la expresión fue lo que obligó al autor de El Coloso, tras dos intentos fallidos y posiblemente alguno más, a situar la figura de espaldas, con el rostro de perfil semioculto, además, por el pelo y la barba, y cerrando el único ojo visible.


"La pobre anatomía de El Coloso no admite comparación con los desnudos masculinos, bellos y realistas, conocedores en profundidad de la belleza del desnudo clásico y barroco, de Goya, que se inician ya en su período juvenil".


Finalmente, Manuela Mena agradece el apoyo que ha tenido para sus investigaciones por parte del director del Prado, Miguel Zugaza, así como de Gabriele Finaldi, director adjunto, así como a Eduardo Serra y a Rodrigo Uría, a cuya memoria dedica el trabajo.