ENTREVISTA

Manuel Pimentel: "Tenemos una libertad de expresión teórica, pero hay mucha autocensura"

El que fuera ministro de Trabajo y Asuntos Sociales acaba de publicar 'El arquitecto de Tombuctú', una novela histórica.

¿Qué impulsa a alguien a seguir la pista durante siete años a un poeta granadino del siglo XIV que se fue de arquitecto a África?

El interés. Me emociona su obra, que aún hoy inspira a artistas como Barceló, porque sigue teniendo un aire de vanguardia tremendo. Y me fascinó su vida: era un poeta, un vividor, que fue exiliado de Granada por los ulemas y vivió en El Cairo y en La Meca, donde lo contrató un sultán de Mali.


¿Dónde descubrió al personaje?

En Tombuctú. Allí me dijeron que era compatriota mío.


¿Cuál es su obra favorita de Es Saheli?

La mezquita de Djinguereiber, en Tombuctú. Es muy espiritual. Es Saheli había conocido la arquitectura de Al-Andalus, La Meca, Bagdad, El Cairo… y trabajaba para un sultán que tenía mucho dinero. Pero cuando llegó allí, creó su estilo en barro, con lo más simple, un material de comunión espiritual con el propio territorio.


Una vez dijo en una entrevista que lo único que no se le ocurriría escribir sería su propia biografía, pero ha declarado que en 'El arquitecto de Tombuctú' trata de recrear los sentimientos del protagonista. ¿Hasta qué punto es así y en qué medida le sirve para exteriorizar los suyos?

A mí me gusta crear personajes que no dicen hablando cómo son, que son sus acciones las que delatan el carácter que tienen. El buen literato hace actuar a sus personajes. Y es una tentación intentar impregnar todos los personajes de tu propio yo, pero Saheli es un poeta grande, que vive en palacio y cuya bohemia lo lleva a la calle. Me he centrado en esa bohemia, que parece que procede de cierto desequilibrio emocional. Y yo, personalmente, creo que soy bastante ordenadito…


Y su estilo, ¿a quién se lo debe?

No lo sé, no lo sé. Creo que cada libro que lees te da un estilo, cada libro que me gusta me influye. Soy lector de diversos géneros y épocas. Entre lo último que hemos editado está el 'Libro de notas y consejos a los jóvenes escritores' de Baudelaire. ¡Qué irreverente el dandismo de Baudelaire! Ahora echaríamos del país a alguien por decir cosas así. Lo excomulgarían todos.


¿La parece que flaquea la libertad de expresión?

Nos limitamos muchísimo. Hay una libertad de expresión teórica pero mucha autocensura. El medio influye: antes, en la época de Baudelaire, eso se oía en cenáculos, eran poses de salón que llegaban a poca gente, pero ahora, con el grandísimo altavoz de los medios, eso sería piedra de escándalo. Y muchos de los versos de Es Saheli que incluyo en el libro serían considerados obscenos, herejes o pedófilos.


Vargas Llosa dice que la crisis le está viniendo bien a la literatura. Como autor y editor, ¿ve en buena forma esta disciplina?

Yo creo que siempre que hay crisis en la humanidad se incentiva la creatividad. Como editor, veo que el libro es un valor refugio en época de crisis, porque no tiene grandes picos en tiempos de bonanza, pero tampoco grandes bajones. Y eso es también bueno para los escritores.


Usted fue ministro de Trabajo, ¿cómo se podría ayudar a evitar tantos despidos en esta crisis?

Habría que seguir dos líneas de trabajo. Por un lado, buscar una mejora de la confianza y garantizar que el desempleado tenga una buena cobertura, aunque sea coyuntural. Por otro, estudiar la forma de inyectar dinero, no ya por arriba a los bancos, sino por abajo, a las empresas, que son las que sostienen la producción.


En 'El arquitecto de Tombuctú' ha escrito: "Así son las cosas de la política. El pueblo fiero se come al más débil". ¿Quién se come hoy día a quién?

Eso es un clásico y una realidad. Por eso existen las alianzas y se trata de que haya instituciones que mantengan un equilibrio. Los poderosos somos ahora nosotros, Occidente, pero en otra época no fue así. Y la historia está por escribir. Siempre que los pueblos empiezan a acomodarse, hay otros más primitivos que vienen empujando.