PINTURA

El Tate despliega el calculado horror de Francis Bacon

La gran antológica del gran maestro inglés se mostrará en febrero en el Museo del Prado.

La obra del pintor británico Francis Bacon se expondrá en el Museo del Prado a partir de febrero de 2009, el año en el que se cumple el centenario de su nacimiento. Colgará allí cerca de los cuadros de dos de sus pintores preferidos, Velázquez y Goya. Y muy cerca de donde murió, en 1992, cuando visitaba en Madrid, contra el consejo de sus médicos, a su último amante.

El itinerario de la muestra antológica que llegará a Nueva York, tras la escala madrileña, comenzó en el museo Tate Britain, de Londres. El museo ya presentó la primera exposición retrospectiva de la obra de Bacon en 1962. Era ya un pintor consagrado, un artista plástico británico que era apreciado también en otra capitales europeas, algo no tan común. La siguiente antológica fue en París, en el Gran Palais.


En el momento de su muerte, era reconocido como uno de los artistas más importantes del mundo. En el universo británico, su reputación era sólo comparable con la de su amigo Lucien Freud y, quizás, David Hockney. En julio, una de sus obras, 'Estudio de la cabeza de George Dyer' fue comprada, en una subasta de Sotheby's, por unos 20 millones de euros.


Por eso, ahora, los curadores de la exposición, Mathew Gale y Chris Stephens, ambos del Tate, empezaron la presentación de la muestra justificando una nueva antológica de un pintor tan conocido y consagrado. Lo hicieron argumentando que es la oportunidad de componer un retrato más completo de las motivaciones y técnicas en las diferentes fases de la obra del pintor basándose en lo conocido desde su muerte.

Sexo y distorsión

 

Nacido en Dublín, de un padre de familia militar y dedicado a entrenar caballos y una madre heredera de industriales de Sheffield, tuvo una relación difícil con sus padres y, tras diferentes movimientos de la familia entre Inglaterra e Irlanda, Francis fue finalmente expulsado de la casa por su padre cuando le sorprendió vestido con ropas de su madre, a los 17 años.


La homosexualidad tortuosa -rechazada en la familia, ilegal y perseguida durante gran parte de su juventud y madurez, proclive a relaciones de tipo sadomasoquista- parece estar en el nudo filosófico de su 'realismo'. Para Bacon, según los curadores, la naturaleza humana es lo que él representa mejor que la fotografía que adquiere tal notoriedad cuando avanza el siglo: su retrato del Papa Inocencio X, referencia velazqueña, gritando en la soledad; el perro que observa a los pies de su dueño el abismo de los desagües; los cuerpos enredados en la cama como si pelearan.


Esos cuerpos y rostros deformados mostrarían la alineación y el aislamiento del hombre- y son, en su gran mayoría, rostros y cuerpos de hombres-, su naturaleza animal, su capacidad de hacer daño y ocasionalmente de ternura. Su afán no es narrativo; despreciaba eso en la pintura. Su influencia primordial es la poética; Eliot, sobre todos.


"Este pintor de la sodomía, el sadismo, el pavor y el vómito mortal ha emergido como el más duro, el más implacable, artista lírico del final del siglo XX en Inglaterra, quizás en todo el mundo", ha escrito sobre esta exposición el crítico Robert Hughes.


Son 65 cuadros que incluyen 13 grandes trípticos, en una selección que los curadores declaran que se corresponde con el ya bien establecido canon sobre las obras de Bacon. Se distribuyen en diez salas y quizás la más novedosa es la dedicada a presentar materiales procedentes de su caótico estudio, heredado por su penúltimo amante, donado por él a una galería de Dublín y desmenuzado pieza a pieza.


Ese 'archivo', que incluye recortes de páginas de los años cincuenta del diario ABC con cogidas de toreros que Bacon guardaba en una vasta colección de fotografías que inspiraban su análisis de la figura humana, desveló que el pintor mintió, que su trabajo no era simple y espontáneo, como pretendió en vida, sino que era construido, tras los excesos de la víspera, eso sí, mediante fotografías y dibujos sometidos después a descomposición y deformación, en un ejercicio más planeado que lo que él decía.