MÚSICA CLÁSICA

Jesús Torres: "Un compositor no debe dejar de hacer aquello en lo que cree"

El "Concierto para acordeón y orquesta" del músico zaragozano, en la lista de las mejores obras de 2008, según la Unesco

Nacido en Zaragoza en 1965, hijo de un violonchelista de la Orquesta Sinfónica, Jesús Torres es uno de los compositores españoles de mayor proyección internacional. Su "Concierto para acordeón y orquesta" acaba de ser elegido por la Tribuna Internacional de Compositores de la UNESCO como una de las nueve mejores creaciones de música contemporánea de 2008. Aunque a los cuatro años ya se instaló con su familia en Barcelona, primero, y luego en Madrid, Torres sigue manteniendo vínculos con Aragón, donde su música se escucha con frecuencia. Acaba de publicarse un cedé con una selección de su música de cámara, y en los próximos meses aparecerán otros dos, dedicados a la música de acordeón y a la orquestal.


PREGUNTA.- ¿Cómo es su "Concierto para acordeón y orquesta?


RESPUESTA.- Lo compuse para el acordeonista vasco Iñaki Alberdi. Él había interpretado mis dos obras anteriores para acordeón: "Itzal" y "Accentus", y me encargó esta obra para su estreno con la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Tiene dos de las características esenciales de mi música: un alto grado de virtuosismo instrumental y una búsqueda de la emoción y el lirismo.


P.- ¿Por qué compone Jesús Torres?


R.- Solo sé que nace de una profunda necesidad interior. No quiero llegar a la exageración romántica de decir que no puedo vivir sin componer, pero sé que, si no lo hago, no tendría una existencia plena. En cuanto inicié los estudios musicales académicos, a los nueve años, mis intereses rápidamente se dirigieron hacia la creación; los conocimientos teóricos que iba adquiriendo los reflejaba enseguida en pequeños esbozos compositivos. La primera pieza que conservo es un "Andante para violín y piano", compuesto a los trece años.


P.- ¿Cuáles son las claves de su trabajo? ¿Qué es lo que busca?


R.- En mi música confluyen dos elementos que se unen y complementan: tradición y vanguardia. No me importa tanto que una obra sea novedosa como que sea personal. Si interesa algo mi música es, fundamentalmente, por esta clara, y auténtica, personalidad. Mis fuentes son muchas y destaco, entre todas, aquellas músicas que abren puertas en este laberíntico mundo de la creación. Me interesa muy poco la música encerrada en sí misma, dogmática, de tal o cual escuela; me valen las palabras de Busoni: "la música nació libre y libre será su destino".


P.- ¿No existe un desencuentro entre compositores contemporáneos y público?


R.- Pertenezco a una generación que intenta cambiar las cosas en ese sentido. El único filtro es el tiempo y ahora, en el presente, no somos conscientes, dentro de la grandísima cantidad de música que se escucha, de qué es lo que quedará. Ahora, por ejemplo, los únicos compositores de la segunda mitad del siglo XVIII que se escuchan con regularidad son Mozart y Haydn. Pero hubo muchísimos más. No se trata de una cuestión cuantitativa. Conque haya solo una persona que escuche mi música con placer ya me doy por pagado. ¿Alguien puede creer que Beethoven escribió su "Cuarteto de cuerda en La menor Opus 132" para llenar estadios de fútbol? En cuanto a lo de repartir culpas, ni el público es ignorante por no escuchar "Pierrot Lunaire", ni un compositor debe dejar de hacer lo que honestamente crea.


P.- Componer en España, ¿es llorar?


R.- Si lloro o sufro es por algo más que por la situación de la música en España. Me dedico a la composición de la manera más honesta posible y, si se trabaja duramente, más tarde o más pronto eres recompensado. Vivimos en una situación que no se ha visto nunca en toda la historia del país: hay encargos, orquestas por toda España (aunque, salvo alguna excepción, programan poquísima música nueva), solistas y grupos de cámara interesados en la música contemporánea, se editan partituras, salen constantes grabaciones... Podría ser mejor, por supuesto, pero sólo hay que ir a un país como Italia para darse cuenta del momento tan dulce que vive la música española. También esto es debido en parte esencial a ciertos proyectos educativos que miran a largo plazo. Estoy pensando en el gran centro educativo en que se está convirtiendo el Conservatorio Superior de Zaragoza; o mejor dicho, el centro que ya es. Sin lugar a dudas, este centro debería ser el gran ejemplo a seguir por los conservatorios de toda España; se ha buscado una serie de músicos que son grandes profesionales en su área, y el resultado es una sucesión de generaciones de músicos aragoneses de primera calidad. Todo esto lo sé de primera mano porque instrumentistas y agrupaciones camerísticas están montando obras mías a lo largo de todo el curso (música que no es precisamente fácil de interpretar) y he venido a escucharlos con sumo interés.


P.- Ha puesto música a poemas de Aleixandre. ¿Qué le atrae de él?


R.- A los quince años hubo dos acontecimientos que me impactaron: el primero fue la lectura de unos versos de "La destrucción o el amor", que es el libro de poesía más esencial de toda la poesía española del siglo XX. El segundo fue escuchar la obra de Boulez "Le marteau sans maître". Mi interés por la poesía de Aleixandre ha ido en interés creciente, hasta convertirse en el poeta al que pongo música con más asiduidad: estoy fascinado por su sonoridad, profundidad de contenido, virtuosismo verbal y, en fin, su apasionante multiplicidad de lecturas.