CINE DOCUMENTAL

El caspolino Héctor Muniente compite en Documenta Madrid con "Bella terra"

El realizador, de 24 años, refleja en este trabajo la vida de dos ancianos que se apoyan mutuamente para superar las dificultades.

"Es una película de amigos insobornables que se pelean y se reconcilian 'ad infinitum', que se necesitan en el final del trayecto de sus vidas. Viven en el umbral de la pobreza, despojados, y eso no les ha arrebatado ni una pizca de su dignidad y sus ganas de tirar para delante". Esta es, en palabras de Héctor Muniente (Caspe, 1983), la temática de "Bella terra", un documental de 52 minutos con el que participa en el certamen Documenta Madrid.


Muniente vive en Barcelona desde hace años, ya que se marchó allí a estudiar Arquitectura, pero asegura que regresa a menudo a su pueblo natal para ver a sus padre y a los amigos. Además, dice jocosamente que así evita "el riesgo de volverme un gilipollas si paso más tiempo de la cuenta en la ciudad rodeado de modernos".


Muniente dejó la carrera de Arquitectura porque "no tenía acción y yo quería comerme Barcelona, chico de pueblo en busca de aventuras". Y acabó en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales, decantándose además por el género documental. Además de quedar fascinado por las obras de los hermanos Maysles o Chris Marker, Muniente explica que su carácter "se amolda mucho mejor a la improvisación del lenguaje documental. Un documentalista es el francotirador silencioso del ejército, la ficción es el batallón en la cacharrería", dice. Lo cual no impide que, para el futuro, esté pergeñando el guión de "una 'road movie' que atraviesa los Monegros y acaba en el Pirineo", adelanta.


El cuarto de un neurótico


"Bella terra" lo realizó junto a Moncho Fernández, partiendo de un proyecto "sobre un comedor de indigentes en el barrio del Raval de Barcelona" para el que había logrado una subvención de la Diputación de Zaragoza. Aunque no pudieron hacerlo como estaba previsto, allí conocieron a Carlos y Enrique, los protagonistas de "Bella terra".


"Nos interesaba explorar el campo de la caridad y las buenas intenciones", aclara Muniente, que asegura haber estado influido durante el rodaje por la obra teatral de Bertolt Brecht "El alma buena de Sezuán", por el filme de Buñuel "Viridiana" y por el cine de Lars von Trier.

Lo duro, en realidad, no fue rodar, sino enfrentarse al montaje, dice el joven director. "Sin darnos cuenta, teníamos 30 horas. Ahí nos plantamos y nos metimos a montar. Sin guión previo, el montaje puede ser un auténtico infierno", dice Muniente, que asegura que, durante el tiempo en que intentaban organizarse, "teníamos el cuarto empapelado de material, parecía la habitación de un neurótico obsesivo, nuestros amigos se reían al verlo".


Aun así, no se le han quitado precisamente las ganas de hacer cine, sino todo lo contrario. Ya planifica un nuevo documental, esta vez en torno al filósofo Gustavo Bueno, que "no se asemeja al prototipo de filósofo taimado y aburrido que todos proyectamos en la cabeza, es iracundo y con un carácter de mil demonios", comenta Muniente. Y define a Bueno como una figura "controvertida" que "desata pasiones y odios".


Muniente no ha tenido ocasión aún de rodar en Aragón, pero afirma estar "deseoso por hacer algo interesante" y desvela que tiene "un proyecto entre manos sobre las fronteras de Aragón que está empezando a andar".