CÓMIC

Los superhéroes terminan su guerra civil

En la historia, el Gobierno imponía leyes muy duras contra los superhéroes. Mientras Ironman se situó, en las viñetas, al lado del Gobierno y defendió la ley y la seguridad, el Capitán América se erigió como líder de la resistencia, oponiéndose a las medidas que recortan sus derechos y libertades constitucionales.

Hace un año llegó a España, publicada por Panini, la guerra civil que los superhéroes de Marvel han mantenido alrededor del Gobierno de Estados Unidos. El final de esa guerra acaba de ser publicado y los aficionados asisten a la primera derrota de sus héroes favoritos a manos de antiguos aliados.


"Civil War" -guión de Mark Millar y dibujo de Steve McNiven- trazó desde mediados de 2006 la línea argumental de casi todas las historias de Marvel.


Todo comenzó cuando un grupo de guerreros trató de detener, sin éxito, a unos villanos. En la lucha, uno de los delincuentes hizo estallar una enorme bola de fuego que arrasó la ciudad de Stamford, causando centenares de muertos.


El Gobierno norteamericano aprovechó la catástrofe para aprobar una ley que obligó a los superhéroes a registrarse, revelar su identidad a las autoridades, y trabajar para ellas bajo el estricto control de una organización de defensa llamada SHIELD.


Marvel ha reflejado la preocupación de la sociedad americana tras los atentados del 11-S y la respuesta de su ejecutivo, dándola voz a través de las acciones de sus personajes.


La "Patriot Act", que sacó adelante el Gobierno Bush después de la tragedia de 2001, se traslada al cómic con la Ley de Registro, que polariza a los superhéroes dividiéndolos en dos bandos: los que priman la seguridad por encima de los derechos civiles y los que se oponen a limitar su libertad.


Mientras Ironman se situó, en las viñetas, al lado del Gobierno y defendió la ley y la seguridad, el Capitán América se erigió como líder de la resistencia, oponiéndose a las medidas que recortan sus derechos y libertades constitucionales.


Spiderman, el tercero en la terna de personajes estrella de la editorial estadounidense, no supo qué hacer. Primero, decidió apoyar al Gobierno enseñando su verdadero rostro y, después, cambió de bando para combatirlo.


La guerra civil se llevó por delante a muchos héroes poco conocidos, pero la baja más sonada fue la del Capitán América. Con él murió la esperanza para los que defendieron las libertades, y se reafirmó la supremacía de Ironman -el hombre de hierro- y su apuesta por el control de los ciudadanos.


Michael Chabon y Cormac McCarthy, ganadores del Pulitzer en 2001 y 2007, respectivamente, han puesto este particular estilo "pulp" de contar historias en la mesilla de algunos de los lectores más tradicionales y lo han convertido, al igual que ha hecho Marvel, en una fórmula con la que expresar el día a día de sus vecinos, sin poner caras ni nombres.


DC Comics lo ha hecho con "Ex Machina", de Brian K. Vaughan y Tony Harris. La otra gran editorial americana ha puesto como alcalde de Nueva York a un nuevo héroe capaz de hablar con las máquinas. Tras detener el vuelo 175 de United y evitar que se estrellara contra el World Trade Center, su ascenso fue fulgurante.


Por supuesto, tiene sus enemigos, pero los mayores problemas con los que lidia son las polémicas del consistorio, como fijar los límites de la libertad de expresión, combatir el racismo, negociar el fin de las huelgas o la aprobación del matrimonio homosexual.


Otros dos grandes de las viñetas, Frank Miller, autor de "Sin City" y "300", y Allan Moore -"From Hell" y "V de Vendetta"-, abordan con un visión muy distinta la temática de superhéroes.


El primero amenaza, desde 2006, con lanzar una obra en la que Bin Laden sea el oponente de Batman. Al igual que hicieran Superman y el Capitán América contra Hitler, Miller quiere resucitar la tradición del superhéroe que lucha contra los enemigos de Estados Unidos.


Pero el visionario es Allan Moore. Con la publicación de "Watchmen", en 1986, se adelantó veinte años a DC y Marvel. Sus héroes abusaban de su poder y era conminados a servir a su país o retirarse. Su genio definió, en una frase, el dilema sobre el que giran todas las historias de ahora: "¿Quién vigila a los vigilantes?".