CONGRESO DEL PSOE

Zapatero frena las posturas más radicales de la militancia y aparca la ley de plazos

El secretario general reconoce que la economía pasa por "dificultades", pero resalta que se van a superar y lamenta que el PP se regodee

José Luis Rodríguez Zapatero convertirá en ley las propuestas más moderadas de las bases socialistas, pero dejará en el aire la iniciativa en la que el XXXVII Congreso del PSOE se había atrevido a ir más lejos: la despenalización del aborto en los primeros meses de embarazo. El presidente del Gobierno prometió ayer que regulará el testamento vital y los cuidados paliativos para enfermos en fase terminal y aseguró que llevará a la práctica el derecho al voto de los inmigrantes en elecciones municipales. La apuesta por la laicidad quedará también recogida en la reforma de la Ley de Libertad Religiosa.


Pero de una ley de plazos, nada. Solo el agradecimiento a las mujeres del partido por haber llevado a la formación a "reflexionar en voz alta que no es posible nunca incriminar a la mujer que se siente en la necesidad de interrumpir un embarazo". La dirección ya había advertido de antemano de que nada de lo que se aprobara en el cónclave enmendaría el programa electoral. A pesar de verse obligado a debatir sobre cuestiones que hubieran preferido dejar aparcadas, el 'aparato' logró rebajar las sugerencias más radicales de la militancia. Las mujeres, que tuvieron que negociar con De la Vega, a pesar de que ni siquiera está afiliada al PSOE, sí lograron, en cambio, ir más allá de lo prometido en campaña.


Su hazaña quedará solo en el plano ideológico, pero nadie armará mucho ruido. Zapatero es ya el líder socialista con menor contestación interna. El mismo político leonés al que gran parte de la 'vieja guardia' acogió con escepticismo en el año 2000 ha conseguido en ocho años lo que intentó ya Joaquín Almunia, y no pudo llevar a cabo: dejar fuera de la di- rección a los barones territoriales, que habían ganado sus posiciones en 1994 de la mano de González.


Margen de maniobra


El líder socialista se encuentra en su momento de mayor soledad política fuera de su propia casa. Pero de puertas adentro su margen de maniobra es amplísimo y la estructura de la nueva Ejecutiva es una prueba de ello. Zapatero fue recibido ayer en loor de multitudes. Frente a los suyos ensayó la ofensiva con la que pretende dar respuesta a las críticas por su negación de la crisis. Reconoció que España atraviesa "serias dificultades", pero defendió que también es su obligación reconocer la capacidad que tiene el país para superar el momento. "Que nadie cuente conmigo para alimentar la preocupación o el desánimo", alegó.


"Formamos parte de una generación de españoles a los que las dificultades ni nos asustan ni nos paralizan; y además de ser capaces de valorarlas en su justa medida, somos capaces de afrontarlas con el coraje y la tranquilidad de ánimo de quien está seguro de poder superarlas". En esa línea, aseguró que no va a regodearse como hacen otros que, en alusión al PP, se apuntan "con fruición a la idea de crisis" porque aspiran a que les ayude a recuperar el poder.


También lanzó otro mensaje al decir, en alusión al plurilingüismo, que no podrá gobernar quien no entienda esa "realidad diversa".