EL JUEZ SUSPENDIDO

Baltasar Garzón: "Querían verme morder el polvo"

El juez se despide de la Audiencia Nacional entre lágrimas y aplausos y arropado por decenas de compañeros y funcionarios.

Garzón, a su salida del tribunal
El CGPJ aplaza su decisión sobre el traslado de Garzón
EFE

Cuarenta minutos para despedirse de 22 años en la Audiencia Nacional. Un adiós sentido durante el que Baltasar Garzón no pudo contener las lágrimas cuando se topó en las escaleras del tribunal con casi medio centenar de funcionarios y compañeros que le dedicaron una cerrada ovación.

Los últimos minutos de Garzón en su despacho de la segunda planta del tribunal comenzaron a las 13.19. El secretario general del Consejo General del Poder Judicial, Celso Rodríguez, por deferencia, llamó al juez y al presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, para informarles de la suspensión. Dicen que el juez no mutó el gesto. En ese momento, Garzón interrogaba a uno de los imputados de la Operación Pretoria, el empresario catalán Josep Singla. El magistrado se limitó a pedir al constructor y al abogado que abandonaran su despacho.

Para entonces la noticia ya había corrido por los atestados pasillos de la Audiencia Nacional. Los primeros en acudir al despacho de Garzón fueron sus más íntimos amigos, los también jueces instructores Santiago Pedraz y Fernando Andreu, y la fiscal Dolores Delgado. Luego, el juzgado se llenó de funcionarios y de otros menos íntimos como los magistrados Manuela Fernández, José Ricardo Prada o Clara Bayarri, los instructores Ismael Moreno y Fernando Grande-Marlaska, o los fiscales Pedro Martínez, Vicente González Mota, Daniel Campos o Ana Noé.

La esposa de Garzón, Rosario Molina, no perdió detalle de esa despedida ni de, quizás, el momento más emotivo en el interior de la Audiencia Nacional, cuando el abogado Fernando Magán, quien promovió la querella contra el franquismo que le ha costado al juez ser apartado de la carrera, le pidió disculpas de forma lacónica con un "lo siento".

Garzón no lloró cuando recogió las escasísimas pertenencias que quiso llevarse consigo. Poco antes de las 14.00, el instructor llegaba a la puerta lateral de la Audiencia con la creencia de que había superado el mal trago. Pero allí le esperaban funcionarios, compañeros y partidarios anónimos y conocidos, como la abogada Cristina Almeida. Los primeros, que hicieron un pasillo al juez, rompieron en aplausos. Los segundos, con pancartas de "Torquemada vive" y banderas republicanas, se desgañitaron con gritos de "¡Garzón, amigo, el pueblo está contigo!".

Allí afloraron las lágrimas. Los besos y las muestras de cariño conmovieron al juez, que terminó fundiéndose en un abrazo con Pedraz en medio de los aplausos. Ya en el coche, dicen los que hablaron con él, lloró sin disimulo. Triste, pero también dolido: "Querían verme morder el polvo".