Primeras visitas, buenos deseos

La visita que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hace a Marruecos cumple la tradición marcada por sus antecesores de ser la primera salida al exterior y viene rodeada de los habituales deseos de estrechar la cooperación y la amistad entre ambos países, dejando a un lado los asuntos más espinosos.


Como ya hiciesen Felipe González en 1983, José María Aznar en 1996 y José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, Rajoy ha querido hacer un guiño estrenando su agenda internacional en el reino alauí, con el fin de despejar algunas suspicacias surgidas tras su victoria electoral.


Adolfo Suárez también viajó a Marruecos, pero después de visitar otros países, mientras que Leopoldo Calvo Sotelo fue el único de los jefes del Gobierno que no llegó a ir debido a su corto mandato.


En todas las visitas, la cuestión sensible de Ceuta y Melilla se ha eludido y tampoco el Sáhara Occidental ha centrado el debate, poniéndose el acento en la voluntad de colaboración en materias como la inmigración, la lucha contra el terrorismo o el comercio.


El esquema del viaje de Rajoy es similar al que Zapatero hizo el 24 de abril de 2004, solo un semana después de que tomara posesión.


Esta vez Rajoy va a Rabat, no a Casablanca, sin ministros, pero al igual que hace doce años, la visita es de pocas horas.


La presencia del líder del PP ha suscitado notable interés, pero no tantos elogios como los que despertó en su día Zapatero, después de la turbulenta relación heredada de la segunda etapa de Aznar.


A Zapatero se le reconoció el riesgo que asumió al ir a Marruecos como líder de la oposición en diciembre de 2001 sin el beneplácito del Gobierno del PP.


Mohamed VI le recibió en 2004 calificándole de "hombre de Estado sagaz" y aventurando la apertura de una "nueva era" en la relación bilateral tras el legado de Aznar.


Zapatero había destituido al embajador de España en Rabat en vísperas del viaje para marcar distancias con su predecesor.


La lucha contra el terrorismo, después de los atentados del 11M y del ocurrido en Marraquech un año antes, fue uno de los ejes del diálogo, al igual que la cooperación contra la inmigración ilegal.


"Una relación positiva entre España y Marruecos hace crecer a ambos países", aseguró Zapatero al cierre de su visita, en la que estuvo acompañado de los entonces ministros de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y de Interior, José Antonio Alonso.


Con Ceuta y Melilla fuera de la agenda, a preguntas de la prensa sobre esta cuestión, Zapatero se limitó a decir que su postura era "bien conocida".


Una respuesta similar -"ustedes ya la conocen"- empleó Aznar en mayo de 1996 ante los periodistas acerca de las dos ciudades españolas, después de que tampoco se viera en la tesitura de discutir este asunto con la parte marroquí.


La visita de Aznar, junto con el entonces ministro de Exteriores, Abel Matutes, se repartió en dos jornadas en Rabat.


Por su gesto de escoger a Marruecos como primer destino, fue agasajado por el rey Hasán II en el Palacio Real con la entrega del Gran Cordón de Ussiam Alauí, la máxima condecoración del país.


Sin barruntar las tiranteces que surgirían años después, Aznar correspondió expresando su voluntad de que las relaciones fuesen "intensas" y caracterizadas por la "estabilidad".


El 28 de marzo de 1983, Felipe González, junto con el titular de Exteriores, Fernando Morán, se desplazó a Rabat y Fez, después de haber sido investido cuatro meses antes tras arrollar en las urnas.


Como harían sus sucesores, en las dos jornadas que duró su estancia, optó por las buenas palabras y por tender la mano a Hasán II pese a los recelos derivados desde la etapa colonial.


"En la profundización de nuestra relación bilateral, encontramos puntos de discrepancia, análisis distintos y, por supuesto, en algunos casos intereses encontrados", admitió el líder del PSOE.


Primero estuvo en Rabat, donde visitó el mausoleo de Mohamed V -padre de Hasán II- y realizó un breve recorrido turístico, y en la segunda jornada, a Fez para entrevistarse con el monarca alauí.


González esquivó los puntos más controvertidos: "Tenemos por delante un porvenir con proyectos de tal magnitud que caer en la tentación de discutir pequeños problemas, sin tener en cuenta su dimensión histórica, sería un error para todos".


Ya por entonces, González expresó su deseo de llevar a la práctica la construcción de un túnel para unir ambos países por el Estrecho, proyecto que tres décadas después, sigue sin concretarse.


Adolfo Suárez se convirtió en jefe del Gobierno en julio de 1976, pero no fue hasta dos años después, el 26 de junio de 1978, cuando voló al país vecino.


También estuvo dos días repartidos entre Rabat y Fez, donde tuvo lugar la audiencia con Hasán II en el Palacio Real.


Suárez fue el primero en dejar a un lado el asunto de Ceuta y Melilla y marcó el camino de centrar el foco en la necesidad de mantener unas relaciones "sanas, vigorosas y estables" con Marruecos.