CATÁSTROFES

¿Cómo se viviría un gran terremoto en España?

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Es posible que se produzca en España un terremoto similar a los tres grandes seísmos que ha habido en el mundo este año? Y si así fuera, ¿qué daños provocaría? Como es lógico, responder a ambas cuestiones de forma categórica sería adentrarse en la ciencia ficción, en su significado literal. Sin embargo, los geólogos sí que manejan claves que les aproximan de forma fidedigna a la respuesta.

La primera pregunta es fácil: desde hace seis siglos, España ha sido víctima de una decena de terremotos de intensidad IX en la escala de Mercalli, similar al que sufrió Haití a principios de año. Hace menos de dos semanas Granada registró un seísmo de 6,2 grados de magnitud (que mide la escala Richter, ver el gráfico), similar al que se vivió hace un año en la localidad italiana de L'Aquila -que destruyó la población y que dejó 294 muertos-. Claro que el granadino tuvo unas características muy especiales, ya que se produjo a 610 kilómetros bajo tierra.

Por otro lado, el sur de la península Ibérica -la zona más sensible del país- tiene una media de un terremoto destructivo cada cien años, y el último con estos parámetros sucedió en 1884, en Arenas de Rey, según los datos del Colegio Oficial de Geólogos (ICOG). ¿Hay pues que echarse a temblar?

"Seísmos ricos y pobres"

Cada terremoto tiene unas características muy concretas, lo que hace muy difícil evaluar sus consecuencias. "Los daños varían en función de la intensidad, del epicentro, del tipo de terreno, de que afecte a población cerca o no...", explica Luis Suárez, presidente del ICOG, que pone el acento en una cuestión: "Lo más importante es tener en cuenta que los terremotos solo se combaten cumpliendo la normativa de sismorresistencia. De hecho, se puede hablar de seísmos ricos y seísmos pobres". Para ello, basta con comparar lo sucedido en Haití (7,2 grados de magnitud) y en Chile (8,8 grados).

En España hay una zona que, según Suárez, concentra "el 99% de posibilidades de tener nuevos seísmos" y que abarcan las provincias de "Málaga, Granada, Almería, Murcia y Alicante, fundamentalmente". Ahí es donde confluyen las placas continentales.

Aun así, no se puede comparar la situación de la península con la de otras áreas, como "California, Japón, Turquía o Chile". "Aquí -sostiene Suárez-, terremotos de más de 7 grados de magnitud ha habido uno en los últimos siglos". Y destaca el denominado terremoto de Lisboa ("realmente ocurrió al suroeste del cabo de San Vicente", apunta), cuya magnitud, cercana a los nueve grados, causó la muerte de entre 60.000 y 100.000 personas y la destrucción casi total de la capital portuguesa. "Fue tan brutal que todas las iglesias de España se vieron afectadas", recuerda el presidente del ICOG.

Para que esto no se vuelva a repetir, Suárez retoma el concepto de sismorresistencia, un factor clave para minimizar las consecuencias de una catástrofe. ¿Cuál es su objetivo?: "Evitar el colapso: con un seísmo de siete grados de magnitud se producen grietas, pero con los preceptos necesarios la construcción no se viene abajo".

En Aragón también hay un área de relativa actividad sísmica, aunque -en principio- resulta mucho menos peligrosa. "En el Pirineo y en la cordillera Ibérica, la sismicidad es un poco difusa. En el primer caso, sí se suelen dar terremotos, aunque por lo general en la vertiente francesa", dice Luis Arlegui, geólogo del Departamento de Ciencias de la Universidad de Zaragoza. En el segundo, hay localizadas fallas "que han tenido actividad de forma reciente", en zonas como las "fosas del Jiloca o en otros ríos que están bien limitados por fallas", precisa.

Según datos del Instituto Geográfico Nacional, la provincia de Huesca es la que más temblores ha tenido en las últimas décadas, aunque casi todos de escasa trascendencia. El mayor se registró en Martes en 1923, con una intensidad de VIII grados (entre seis y siete grados de magnitud). En Teruel el más destacado se vivió en 1848 en Orihuela del Tremedal, con una intensidad de VI-VII grados, mientras que en Zaragoza, donde son mucho menos numerosos, el mayor terremoto ocurrió en Used en 1953, con 4,7 grados de magnitud en la escala de Richter.

Un asesino en serie

La comunidad aragonesa está ubicada en una "zona intraplaca", donde no se corren los mismos riesgos que en "los bordes de placa". El problema que existe en este contexto es la falta de datos históricos fiables: "Como los terremotos suceden cada muchísimo tiempo, no están recogidos. De este modo, las evaluaciones de riesgo están en cierto modo sesgadas", precisa Arlegui. "Por eso -añade- nosotros trabajamos en la paleosismología".

El profesor de la Universidad de Zaragoza abunda en este asunto: "Evaluar el riesgo de seísmos es como buscar a un asesino en serie: hay un modus operandi, del que los investigadores sacan su perfil psicológico y después montan el operativo policial. Eso pasa en los bordes de placa. Pero en esta zona es más difícil identificar los patrones. En eso trabajamos en España con varios equipos", cuenta.

Eso no excluye la posibilidad de que los científicos apliquen en la práctica sus conocimientos al día a día. Como en el hospital provincial que se proyecta en Teruel, donde el equipo con el que trabaja Arlegui detectó una posible falla bajo el punto donde se preveía construir el edificio. "Se hizo un estudio y al final se constató que no había gran problema", dice.