EX EMBAJADOR DE ALEMANIA

Eduardo Foncillas: «Zapatero haría bien en reorientar el acercamiento hacia Alemania»

Nacido en Adahuesca, fue el representante diplomático en aquel país de 1983 a 1991. Vivió la caída del Muro de Berlín y la unificación y participó en las negociaciones para la entrada en el Mercado Común.

El ex embajador de España en Alemania, en su casa en Adahuesca con trozos del muro de Berlín.
Eduardo Foncillas: «Zapatero haría bien en reorientar el acercamiento hacia Alemania»
J. L. PANO

¿Qué supuso para Europa la caída del Muro de Berlín?

Desde el punto de vista histórico, la caída del Muro es el cambio más radical que se ha dado en el mundo desde la II Guerra Mundial. Supone el desmoronamiento del bloque soviético y de la misma URSS, así como la integración de los países comunistas europeos en el sistema democrático occidental. La unificación alemana y la caída del imperio soviético lleva consigo la ampliación de la UE y la unificación de la Europa dividida desde la guerra. El euro es una consecuencia de la unificación alemana para evitar la hegemonía de un marco alemán en una economía europea unificada, pero siguiendo el modelo monetario alemán. Un hecho significativo es que el Banco Central Europeo se establece en Fráncfort.

¿La unificación tras la caída del Muro no fue fácil?

Una Alemania unida, con su poderío industrial y financiero, despertaba temores sobre todo en algunos países vencedores en la II Guerra Mundial como el Reino Unido, Francia, e incluso Italia y el Benelux. Fueron precisamente las dos grandes potencias mundiales, EE. UU. y la URSS, las que permitieron el proceso al aceptar que una Alemania unificada pudiese elegir libremente sus alianzas políticas en los países occidentales. Sin Bush y Gorbachov no hubiese sido posible el rápido proceso de unificación, que duró 327 días.

¿Qué papel jugó España?

Fue el primer país que apoyó la unificación desde el mismo día de la caída del Muro. Felipe González mantuvo una conversación con Helmut Khol en la que le comunicó que contase con el apoyo del país para lograr la unificación. España jugó el papel que tenía que jugar: apoyo moral y político dentro de las instituciones europeas e internacionales. España, como país aliado y amigo de Alemania, siempre había propugnado la unificación a través del diálogo y el acercamiento entre los bloques. Cuando llegó el momento, fue fiel a su palabra. A diferencia de otros países, que en la Guerra Fría propiciaban la caída del Muro y de los bloques pero que recelaron cuando vieron que una Alemania fuerte y unificada podía poner en peligro el equilibrio de poderes en Europa. No hay que olvidar que González, como jefe de Gobierno, hizo su primera visita oficial a un país europeo a Alemania.

Es curiosa la buena relación entre el conservador Khol y el socialista González.

Hay que entender esa relación desde el punto de vista político y humano. Kohl apoyó desde un principio la entrada de España en el Mercado Común y consideraba a Europa como un torso sin la entrada de España. González, por otra parte, entendía el derecho de los alemanes al despliegue de los euromisiles de medio alcance en su territorio como medida disuasoria frente a la amenaza soviética, por el establecimiento de misiles en la Europa Oriental. Khol aseguró a España que Alemania no apoyaría la Política Agraria Común si España no entraba en la Comunidad, lo que obligó a Francia a mostrarse más flexible en el estancado proceso de negociación. Khol y González tenían también una visión paralela de lo que tenía que ser la UE, y en la creación del euro González apoyó las tesis alemanas. Alemania se convirtió para España en modelo y un socio preferente, de tal manera que las relaciones hispanoalemanas, unidas a las francoalemanas, se convirtieron en un momento determinado en uno de los motores más dinámicos de la Europa de los noventa.

Después de veinte años y a las puertas de la cumbre hispano germana, ¿cómo es la actual relación?

Las relaciones no es que sean malas, pero tampoco tienen la calidad y la confianza que tuvieron en su día. La señora Merkel, que viene del Este, no ha vivido la creación de la UE de los Doce y tiene otra sensibilidad hacia el Sur de Europa. Zapatero tampoco tiene la sensibilidad europea que tenía González y se muestra obsesionado con la política interior. Y con la crisis económica, que ha monopolizado la actuación política de este Gobierno. La política exterior española de los últimos tiempos no ha tenido en cuenta las dificultades de Alemania en su proceso de unificación, apretando demasiado en las negociaciones de los presupuestos europeos.


La presidencia española del último año fue más bien una manifestación clara de nuestra falta de liderazgo en Europa. España no juega en estos momentos el papel que le corresponde en el concierto europeo de naciones y adopta una posición pasiva y sin iniciativa. Ya en la época de Aznar nuestra posición sufrió un deterioro por su empeño en querer demostrar a los europeos que solo España hacía bien sus deberes, cuando una parte de su crecimiento venía financiado por Alemania. Bien haría el Gobierno de Zapatero en reorientar el acercamiento hacia Alemania en un momento en el que la recesión y el colapso del euro han llevado a España a una crisis que, sin apoyo exterior, será muy difícil de superar.

¿Cómo ve al Aragón actual?

Aragón ha tenido un tiempo de gran estabilidad política y de cierta prosperidad económica. Sin embargo, creo que se ha desaprovechado esta situación ventajosa para hacer de Aragón una comunidad más moderna, dinámica y con menos burocracia.