UNIÓN EUROPEA

Curso intensivo de política internacional para el presidente

Cuando Nicolas Sarkozy dejó la Presidencia rotatoria de la UE, en diciembre de 2008, los comentarios sobre su gestión fueron relativamente unánimes: con su vistosa manera de hacer política, o pese a ella, había conseguido que la voz de Europa sonara con más fuerza en el mundo. La experiencia sirvió al presidente de la República francesa para consolidar su imagen en la comunidad internacional y para contener, de puertas adentro, la vertiginosa pendiente por la que caía su popularidad apenas un año después de llegar al poder.

 

Ahora José Luis Rodríguez Zapatero juega contra reloj para que el turno le coja con los deberes hechos. La agenda del jefe del Ejecutivo para el último trimestre del año es sin duda la más internacional de sus cinco años de mandato. En sus propias filas se echó siempre en falta una mayor implicación en la política exterior y, ante lo inminente de la ocasión -España asume la presidencia de la UE en enero de 2010- no le ha quedado más remedio que someterse a viajes intensos como el que esta semana le llevó de la Casa Blanca a Oriente Próximo.

 

Sus asesores preparan ya nuevas visitas a varios países europeos; en diciembre se espera que se desplace a El Cairo y a algún otro país árabe -posiblemente Qatar- y también se prevé, hacia primeros de año, otro viaje a EE.UU. Si todo saliera según lo deseado, el nuevo proceso de paz auspiciado por Obama tendría desarrollo en coincidencia con la Presidencia española.

España no es Francia

No es que Zapatero pretenda ser anfitrión, según asegura, de un encuentro como aquella histórica Conferencia de Madrid que en 1991 le correspondió organizar al Gobierno de Felipe González, a instancias de la Administración norteamericana. Pero cabe la posibilidad de que la negociación entre Israel, sus vecinos árabes y los palestinos sea el asunto de mayor interés internacional en los próximos meses. La UE pinta demasiado poco en este asunto y el presidente del Gobierno debe intentar no quedar fuera de juego.

 

Es cierto que ni él es Sarkozy ni España es Francia. La prueba está en asuntos aparentemente anecdóticos. Su visita a la Casa Blanca apenas fue recogida por la prensa estadounidense; sí se podía leer, en cambio, la polémica generada por la aspiración del hijo del mandatario francés a presidir un organismo financiero. Tampoco la repercusión de su jornada en Jerusalén y Ramala tuvo excesivo eco en los medios israelíes.

 

La ventaja para Zapatero es que tomará el relevo al frente de la UE después de que el puesto haya estado un año en barbecho. Al francés le sucedieron los euroescépticos checos y ahora es Suecia, país que no forma parte de la eurozona, quien está al mando. Zapatero puede llenar el cargo con mayor facilidad. Y, sobre todo, tiene a Obama, un presidente que apuesta por el multilateralismo, con quien existe una gran sintonía política.