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Sánchez se lanza a "ganar o morir" contra el PP y Vox con un PSOE desmoralizado

Dirigentes y cuadros del partido se muestran escépticos ante las posibilidades de remontar en el 23-J el batacazo del 28-M.

Pedro Sánchez en una reunión en la Moncloa con portavoces de la Nasa.
Pedro Sánchez en una reunión en la Moncloa con portavoces de la Nasa.
Juan Medina/Reuters

En torno a la figura de Pedro Sánchez se ha creado a lo largo de estos años una mística que atrapa a propios y extraños y que él mismo se ha encargado de cebar; ahí está su famoso 'Manual de resistencia'. Sus colaboradores han decidido apoyarse en ella también en este momento crítico y no dudan en remarcar que la decisión de convocar elecciones generales tras el varapalo en los comicios del domingo "entronca con la épica del personaje", del hombre con madera de líder que se crece ante las adversidades y mantiene la fe en sí mismo incluso cuando otros ya la han perdido. El que está dispuesto a ir a por todas. "Ganar o morir", dicen. La cualidad le va a hacer falta porque en estos momentos el jefe del Ejecutivo no pelea solo contra el PP y Vox, también lo hace contra el desánimo de su propio partido.

En Moncloa y en Ferraz se afanan en repetir estos días que, mirando los datos del 28 de mayo con detalle, hay razones para pensar que habrá partido. En el equipo del presidente incluso se recibió con un punto de satisfacción el hilo documentado que el miércoles publicó en Twitter el portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, para alertar a sus votantes contra un exceso de confianza ante la cita del 23 de julio si se asume "errónea y acríticamente (...) que unos se estrellaron estrepitosamente y que otros arrasaron".

En su reflexión, Espinosa de los Montero subrayaba, como hace la dirección del PSOE, que la debacle no ha sido tal y que los socialistas apenas ha perdido un 1,26% de voto respecto a las locales de 2019. También cuestionaba el buen estado de forma del PP tomando como referencia la mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Un resultado abrumador al que hace algunas consideraciones: la primera, que si la dirigente popular ha alcanzado los 70 escaños (cinco más que en 2021 y uno menos tras el recuento del voto en el extranjero) fue gracias, en buena medida, a que Podemos se quedó a tres décimas de entrar en el reparto. La segunda, que, presumiblemente, Ayuso recibió el apoyo de buena parte de los 85.000 votantes que perdió Rocío Monasterio, sí, pero se dejó 33.000 papeletas respecto a hace dos años, lo que podría ser indicativo de 120.000 electores moderados indecisos.

En el cuadro de mandos del PSOE se subraya igualmente que tampoco en las autonómicas el resultado fue tan catastrófico y que la sensación de descalabro se debe fundamentalmente a que sus socios sí se hundieron estrepitosamente y alejaron cualquier posibilidad de formar gobiernos. En cinco comunidades incluso crecieron en número de votos. El caso más llamativo es el de Ximo Puig en la Comunidad Valenciana, con casi 48.000 papeletas más. Pero nada de lo anterior infunde a cuadros y militancia grandes esperanzas en lo que pueda deparar el futuro próximo.

Medio millón de votos

La moral del partido es baja. Y son pocos los que creen que, como defendió el presidente del Gobierno en la arenga que el miércoles pronunció ante su grupo parlamentario, sea posible movilizar a los votantes de izquierdas (medio millón que calculan que se les quedó en casa) para que el PSOE pare la "corriente reaccionara" que asuela no ya España, sino el mundo. "Me temo -manifiesta sin acritud uno de los dirigentes territoriales que en la noche del domingo vieron frustrado su anhelo de revalidar como presidente- que el 'antisanchismo' es más grande que el 'antivoxismo'".

Incluso entre los dirigentes más afines y dispuestos a pelear junto a Sánchez es posible palpar el escepticismo. "No soy de los más optimistas -apunta otro secretario regional-, pero ahora toca batallar. Y si además tenemos a alguien en Ferraz, ya sería la bomba...". El lamento refleja dos cosas: que en buena medida se considera que los gobernantes autonómicos y alcaldes socialistas han recibido un castigo que no iba dirigido a ellos y que se percibe que la campaña nacional fue un error. En la dirección se defienden. "Fue el PP el que planteó estas elecciones como un plebiscito sobre Sánchez; nosotros lo que hicimos fue entrar en ese marco con argumentos positivos de gestión", alegan.

Ahora el tono cambiará. Se apuesta por un mensaje mucho más combativo y de brocha gorda: "'sanchismo' versus 'trumpismo'". Pero el comité electoral seguirá siendo el mismo, según fuentes del partido. El equipo encargado de la estrategia estaba formalmente integrado por el núcleo duro de Ferraz, con María Jesús Montero, Santos Cerdán y Pilar Alegría, entre ellos. Pero también, aunque no sobre el papel, por cargos de Moncloa como el jefe de gabinete del presidente, Óscar López. "No hay tiempo para cambios y hasta cierto punto es lo mejor, porque nadie como uno mismo defiende su posición y ahora sí que lo que se dirime es el Gobierno de la nación", apunta un barón. La duda es si el resto podrá seguirlos.

Incluso en el entorno más cercano al jefe del Ejecutivo se detecta el desconcierto y hasta cierta desazón. Porque a pesar de contar en la Moncloa con un amplio equipo dedicado al análisis demoscópico, nadie fue capaz de detectar la magnitud de lo que se avecinaba el 28-M. Ni por asomo. Ahora, dirigentes que en la misma noche electoral o al día siguiente evidenciaron su voluntad de marcharse ante el inesperado golpe, como el extremeño Guillermo Fernández Vara o el aragonés Javier Lambán, tienen que cambiar el chip en tiempo recorde y echarse de nuevo el partido a la espalda.

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