El verano de los voluntarios: cambiar la playa por la ayuda humanitaria

Muchos de ellos se muestran críticos ante el "volunturismo" o "turismo de voluntariado".

Centro de voluntarios en Sierra Leona donde trabaja Médicos del Mundo.
Centro de voluntarios en Sierra Leona donde trabaja Médicos del Mundo.
José Felix Hoyos

"Cuando algo te llena y te gusta de verdad, te da igual la playa o la piscina". Ésta es la opinión de algunos de los miles de voluntarios que aprovechan sus vacaciones de verano para unirse a proyectos de organizaciones de ayuda humanitaria.

Según un informe de Acción Solidaria, alrededor de 2,7 millones de personas en España participan en acciones de voluntariado, de las que 850.000 son jóvenes.

En verano muchos se dirigen al extranjero, de campos de trabajo a hospitales o misiones. Varias de estas personas comparten con Efe sus experiencias solidarias en un sector no exento de críticas y tachado en ocasiones de "volunturismo" o "turismo de voluntariado".

Sanitarios ante la pobreza

Organizaciones como Médicos del Mundo, con 1.578 sanitarios repartidos por el planeta (1.222 mujeres y 352 hombres) y una media de edad de 42 años, refuerzan sus equipos en verano con nuevos voluntarios.

Así lo cuenta José Félix Hoyo, antiguo presidente y ahora vicepresidente de esta oenegé, que reparte su tiempo entre el voluntariado y las urgencias de un hospital madrileño.

Como médico voluntario explica: "No eres parte de la cadena, eres la cadena entera, lo que exige "contar con el gen de la inquietud y de la responsabilidad".

Durante el periodo vacacional él y su equipo se desplazan al "terreno", sea para trabajar en un hospital de Sierra Leona que lucha contra el ébola o en un dispensario de Haití tras el terremoto.

Con el fin del año académico aumenta la presencia de sanitarios jóvenes, explica este facultativo: "Ojalá el mundo cambiase y no tuviéramos necesidad de existir, aunque, por desgracia, cada vez nuestra presencia es más necesaria".

Víctor Quesada, coordinador de Médicos por el Mundo en Venezuela, es muy crítico con el llamado "volunturismo", que crece en los meses de calor.

"Hay que evitar el complejo de 'salvador blanco', en el que se busca la experiencia turística, voluntarios que más que ayudar quitan trabajos o dejan tareas a medias porque realmente no van a ayudar, hay mucha gente que cae en estas tendencias", apunta.

Frente a este "turismo occidental", Pino García, enfermera en un servicio de urgencias extrahospitalarias y experta universitaria en cooperación internacional, prefiere hablar de lo que llama el "Síndrome de Mafalda", "el enfado por la injusticia social que te hace moverte del sofá y seguir haciendo lo que esté en tus manos por cambiar esa realidad".

Voluntariado con nombre de mujer

El informe de 2021 de la Coordinadora de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD) revela que cuentan con un total de 18.364 voluntarios (12.970 mujeres y 5.394 hombres), con un aumento sostenido de mujeres en los dos últimos años.

"El perfil de personas con el que más coincido en el voluntariado son mujeres jóvenes de entre 22 y 26 años", manifiesta Susi, profesora de hostelería en La Coruña de 52 años. Ella aprovecha el periodo vacacional para viajar a Mali, donde colabora con una pequeña oenegé dedicada a dar apoyo a niños.

"Tampoco me parece que vayas a ayudar, vas a hacer un intercambio, ya que emocionalmente vienes cargada y lo disfrutas mucho", reconoce.

Una opinión que comparte Paula, joven burgalesa de 24 años y maestra de educación infantil que ha viajado a Tánger este verano para dar clases.

"Obtienes una visión de la vida distinta y puedes ofrecerles a ellos otra, una forma de apoyarles, acompañarles y que ellos se sientan queridos y escuchados".

Clara, voluntaria desde hace seis años en proyectos de atención a refugiados en Sevilla, ha viajado este verano a Atenas para colaborar en la asistencia a personas migrantes.

"No es tanto el destino, sino ir donde tú puedas hacer más falta", afirma.

La misión, otra forma de ayuda humanitaria

Según la memoria anual de 2021 de Obras Misionales Pontificias (OMP) alrededor de 11.000 españoles trabajan en misiones: casi 7.000 están en activo en diferentes lugares del mundo, mientras que unos 4.000 actúan desde España.

Carmen Llorente hizo su primera misión en Perú en 1989, cuando tenía 30 años. Desde entonces ha viajado durante los meses de julio y agosto a Lima para colaborar en distintos proyectos.

"Mi primera experiencia como misionera fue en el barrio de Santa Ana, en Lima, una zona entonces muy deprimida que me impresionó mucho. Ahora es más estable, aunque no se compara con el nivel de países más desarrollados”.

Rolando, misionero javeriano mexicano que ha vivido seis años en Chad, reconoce experiencias que le "cambiaron totalmente la mirada".

"Hay situaciones que hemos visto mil veces en la televisión o el cine, pero verlas en vivo es muy distinto, te cambia la perspectiva y te hace apreciar las facilidades y derechos que tienes en casa, sales de tu burbuja", comenta.

La memoria de la OMP revela que la media de edad de los misioneros españoles en activo ronda los 75 años, pero, como ocurre con las oenegé laicas, a ellos se suman muchos jóvenes en julio y agosto.

Adrián Henríquez y Pilar Baratech, de 23 años, hablan con Efe desde Angola y Tetuán, respectivamente.

Él aporta su granito de arena junto a los Misioneros Seglares Vicencianos (Misevi) en proyectos relacionados con la salud mental y con la alfabetización de mujeres.

Ella, entre suelo español y marroquí, colabora en la atención a migrantes que acaban de saltar la valla o que esperan una oportunidad.

"Nosotros contamos con un pasaporte que nos permite pasar la frontera sin problema, por el simple hecho de nacer en otro país. Ellos en cambio se juegan la vida”.

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