El arte de marcharse

En sus dos minutos, Casado ha recordado los 41 años transcurridos desde el golpe de Estado de otro 23F, para elogiar una democracia construida con "coraje", pero sobre todo ha evocado la trayectoria del partido que ahora le expulsa de su liderazgo.

Pablo Casado, interviene en la sesión plenaria de este miércoles.
Pablo Casado, interviene en la sesión plenaria de este miércoles.
EP

Los cuatro primeros minutos de la sesión de control celebrada este miércoles 23F en el Congreso de los Diputados han sido toda una lección práctica de lo dura y efímera que puede ser la vida política y de lo difícil que es saber marcharse, algo que el líder del PP, Pablo Casado, ha hecho con gestos y palabras.

Dos han sido los gestos más significativos de su despedida, ante la Cámara y, sobre todo, ante un grupo parlamentario que salvo muy contadas excepciones ha contribuido a acabar abruptamente con su liderazgo al frente del principal partido de la oposición.

Uno, retirarse la mascarilla para dar la cara al recibir los aplausos terminales con los que los diputados del PP han adornado el pasaporte exprés a su incierto futuro. Así, a cara descubierta y tras darse la vuelta en su escaño, ha podido mirar de frente a los miembros del grupo popular, la mayoría puestos en pie.

El segundo, renunciar a su réplica en la pregunta que ha formulado al jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, hoy más bien una declaración de principios y un lamento contenido, para a renglón seguido dejar el escaño, bajar los peldaños de la escalera, mirar fugazmente al presidente y salir por la puerta izquierda del hemiciclo.

Tras él le han seguido, como en las tragedias griegas, un reducido grupo de fieles, en el día más amargo de su carrera política: Pablo Montesinos, Ana Beltrán y Antonio González Terol.

A muchos les habrá venido la memoria otra despedida sucedida hace más de tres años, la de su antecesor al frente del PP, Mariano Rajoy, tras perder la moción de censura que llevó a Sánchez hasta La Moncloa.

Rajoy, cartera en mano, la otra levantada para saludar, media sonrisa en el rostro, se marchó ovacionado por los suyos, porque quienes le habían echado estaban en la bancada de enfrente.

Hoy, 23F de 2022, son los de su propio partido quienes mandan a casa al líder del PP. El resultado es el mismo: un elocuente escaño vacío cuya poderosa imagen ha permanecido, como una voz silenciosa, acompañando toda la sesión de control.

Apenas un minuto y medio necesitó Rajoy para despedirse el 1 de junio de 2018; Casado ha utilizado dos minutos para pronunciar sus últimas palabras, en un ambiente enrarecido por las circunstancias, como ya demostró el silencio con el que el grupo popular ha acogido su entrada en el hemiciclo, pocos minutos antes de las nueve de la mañana, roto por un tibio amago de aplauso pronto desfallecido.

En sus dos minutos, Casado ha recordado los 41 años transcurridos desde el golpe de Estado de otro 23F, para elogiar una democracia construida con "coraje", pero sobre todo ha evocado la trayectoria del partido que ahora le expulsa de su liderazgo.

Mientras hablaba, tras él, la mirada enmascarada de su vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos, era casi de dolor.

Con serenidad, leyendo sus notas, se ha dirigido a Sánchez para declarar que él entiende la política "desde la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros" y concluir: "Todo para servir a España y a la causa de la libertad, porque ese es el futuro que merecen nuestros hijos y que debemos construir todos juntos".

Juntos han aplaudido entonces los diputados de su grupo, casi ceremonialmente, como si todo respondiera a un guión, algunos con más fuerza que otros, hasta que se han ido levantando poco a poco, extendiendo la ovación de modo que Casado se ha dado la vuelta, se ha puesto también en pie y se ha quitado la mascarilla para saludar.

Las primeras palabras de Sánchez han sido para desearle "en lo personal, lo mejor" desde "la diferencia y discrepancia política", pero el presidente ha querido dar fuste a su intervención al proclamar solemnemente que no adelantará las elecciones.

Y ni siquiera en este último cara a cara con Casado ha ahorrado críticas a la oposición, de hecho la ha acusado de haberse instalado "en la descalificación constante negando hasta incluso un principio democrático esencial como es la propia legitimidad de este Gobierno emanado de la voluntad popular".

A sus dos minutos también han seguido aplausos, en este caso del PSOE, tras los cuales la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha dado de nuevo la palabra a Casado, quien en ese momento hablaba con la portavoz de su grupo, Cuca Gamarra.

No ha contestado. No ha dicho nada. Se ha levantado y se ha ido, dejando en el aire un aroma estupefacto que, en el flanco derecho del hemiciclo, olía a orfandad.

Salvo el trío de fieles, los diputados del PP han quedado clavados en sus escaños, serios, atentos a sus móviles, envueltos en un rumor sordo que hacía patente el dudoso futuro que les aguarda.

Después, Cuca Gamarra, que ha preguntado a la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, ha dejado "constancia" en nombre de su grupo del "gran respeto y agradecimiento" al ya ausente "presidente del PP, don Pablo Casado Blanco".

Zanjado el trance, la sesión ha continuado con un Pedro Sánchez que tras contestar a sus tres preguntas ha seguido el pleno sentado en su sitio, aparentemente cómodo, mirando de hito en hito el escaño sin nombre del jefe de la oposición. 

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