El hombre que mató a tiros a su mujer y a su hija en El Molar tenía licencia de armas y acababa de volver a trabajar tras un ERTE

Isabel, de 11 años, se ha convertido en la niña número 38 muerta a manos de su padre en los últimos ocho años.

Vivienda donde ocurrió el crimen en El Molar
Vivienda donde ocurrió el crimen en El Molar
EP

Isabel era una niña alegre. Así lo aseguran en el colegio Infanta Leonor de San Agustín de Guadalix, la población pegada a la sierra norte madrileña donde estudiaba el último ciclo de Primaria. Esta adolescente de 11 años se desplazaba al centro todas las mañanas desde la vecina localidad de El Molar, donde vivía con sus padres en un chalé ubicado a las afueras del pueblo, al final de un camino de tierra lleno de baches, muy cerca del kilómetro 38 de la autovía A-1, que une Madrid con Burgos.

El lunes por la noche, poco después de que las plazas españolas gritasen un año más en el Día de la Mujer contra la violencia de género, la pequeña pasó a formar ya parte de una luctuosa estadística. Es la niña número 38 asesinada por su padre en un crimen machista desde 2013 (año en que se inauguró el registro).

Su progenitor, Fausto, un chapista de 48 años originario de Burgos, por razones que aún se desconocen, pero que se investigan como un crimen de género, la mató en el interior del chale junto a su madre, de sendos disparos con una de las dos escopetas para las que tenía licencia, y que fueron encontradas en la vivienda. La primera, la menor, parece que recibió el proyectil letal en el pecho y la segunda, Mari Cruz, una paraguaya de 48 años, tenía heridas de bala a la misma altura y en la zona del cuello. Los forenses, que iniciaron las autopsias, desvelarán si una, o quizá las dos, pudieron recibir los disparos por la espalda.

Licencia de armas

El homicida, que trabajaba desde hace más de 15 años en un taller mecánico de San Agustín de Guadalix, y que de vez en cuando practicaba caza y tiro, pasó horas debatiendo consigo mismo qué hacer tras cometer el doble crimen, según los primeros datos de la investigación. Por la mañana, en algún momento antes de las 11.00, cogió una lata de gasolina prendió fuego a la cocina y a una de las habitaciones, se colocó la escopeta en la boca y se suicidó.

La investigación aún no ha podido determinar si hubo un detonante del crimen, más allá del evidente móvil de género. No hay nota de suicidio. No existen denuncias ni antecedentes previos de maltrato. Ni vecinos ni allegados les conocían desencuentro alguno de importancia. Como en otros muchos crímenes machistas, les describen como una pareja normal y educada, bien vista en el vecindario, que nunca había dado escándalo alguno.

En lo que sí coinciden varios vecinos y compañeros de trabajo es en que Fausto, que acababa de reincorporarse al taller tras meses de paro por uno de los muchos ERTE causados por la covid, salía cada vez menos de su casa y procuraba no recibir visitas. Al parecer, también hacía una buena temporada que pedía a su mujer, que trabajaba como empleada de hogar en un inmueble de la urbanización de lujo de La Moraleja, que no saliese del chalé y no se relacionase con los vecinos, la que a ella le incomodaba y había tornado en apagado y triste un carácter normalmente jovial. Gerardo, un compañero del taller mecánico, describe a Fausto como "buenísima persona" y no acierta a comprender qué le ha podido pasar para cometer esta atrocidad. "No se si le habrá afectado el ERTE. Para mí que ha sido una depresión", especuló.

Los 38 filicidios machistas registrados desde 2013 tienen en común que o son crímenes conjuntos de mujer e hijos o solo de menores, pero con clara intención de vengarse de la pareja o expareja. Es habitual la falta de denuncias previas y también, como en este caso, más de la mitad de los agresores se suicidaron minutos u horas después. El año con más muertes, ocho, fue 2017. En ese ejercicio, un padre de Campo de Criptana (Ciudad Real) estranguló a su mujer y sus niños de 5 y 8 años y otro vecino de Alcobendas (Madrid) acabó con su mujer y a su hijo de 12 años de una veintena de puñaladas. El crimen más impactante fue el de José Bretón, que asesinó a sus hijos de 2 y 6 años para vengarse de su mujer por dejarle. Aunque no esté en la estadística oficial, pues es de 2011.

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