Medio millón de españoles llamaron por primera vez a las puertas de Cáritas

La ONG advierte de que, pese al "tsunami social" desatado por la pandemia, el ingreso mínimo vital "no funciona", pues solo lo cobra el 3,6% de los desfavorecidos.

Una persona sin hogar descansa en un colchón en los porches de los antiguos juzgados de la plaza del Pilar.
Una persona sin hogar descansa en un colchón en los porches de los antiguos juzgados de la plaza del Pilar.
Francisco Jiménez

Cáritas no tiene dudas. La pandemia ha desatado en España "un tsunami social" que "ha destrozado" a los más vulnerables, a quienes aún no habían salido de la crisis anterior, y ha sumido en la pobreza a decenas de miles de familias que nunca habían pasado por semejante estado de necesidad.

No se trata de una impresión o una opinión. La ONG, de por sí ya un observatorio privilegiado y fiable del grado de vulnerabilidad de la sociedad, aportó los datos que lo demuestran. La crisis económica y social desatada por la covid ha hecho que las personas atendidas por Cáritas el año pasado rondasen los dos millones -sobre un 35% más que en 2019-, pero, además, y quizás lo más llamativo de su informe, ha obligado a llamar a las puertas de la ONG a medio millón de españoles que nunca lo habían tenido que hacer o que, al menos, hacía años que no lo necesitaban.

Cuando se pasa del número absoluto a la proporción, el drama se ve aún más clara. Este medio millón de españoles que se ha engrosado las colas del hambre es nada menos que el 33% de todas las personas a las que atiende hoy Cáritas. Más de una de cada cuatro personas a las que asiste, el 26%, nunca en la vida había precisado su apoyo.

No solo es el volumen. Cuando los directivos de Cáritas hablan de "tsunami" se limitan a hacer una descripción fiel de la realidad. El aumento de personas que les pidieron ayuda fue del 35% en solo un año, pero en los primeros meses de la pandemia la subida media alcanzó del 57% y, en algunos momentos y territorios, vieron cómo se triplicaban las personas que llamaban a su puerta, lo que les llevó al borde del colapso.

Pese a todo, la sociedad salió al rescate. En lo que han descrito como "una explosión de solidaridad", lograron reunir 65 millones de euros para dedicarlos al auxilio urgente -mitad de particulares mitad de empresas e instituciones-, y unos 6.000 ciudadanos engrosaron su legión de voluntarios.

El mayoría del dinero, el 63%, se dedicó a entregas directas a las familias (tarjetas para alimentos y ayudas para hipotecas, alquileres y suministros), más de tres millones se destinaron a combatir la brecha de la educación telemática -el 52% de las familias estaba en "apagón digital" y el 21% de los niños empeoraron sus notas-, un millón se dedicó a contratar personal de refuerzo para evitar verse desbordados, y otro millón a dotar a personal, voluntarios y familias de material de higiene y protección contra la covid.

Entre los colectivos que peor lo pasaron, sobre todo en los meses de confinamiento, estuvieron las familias monoparentales, muchas de ellas encabezadas por mujeres, los ancianos que viven solos, y las personas sin hogar. En estos meses, Cáritas pasó de acompañar a 7.000 ancianos a hacerlo con 11.000 y reforzó con 1.300 plazas los lugares donde atiende a 40.000 sintecho.

Cuarentenas imposibles

Los 1,9 millones largos de españoles que reciben ayuda de Cáritas les permiten trazar una radiografía muy aproximada de la España más desfavorecida. La primera conclusión de la ONG es una seria advertencia al Gobierno. "El ingreso mínimo vital no funciona", aseguró Raúl Flores, coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas. Pese a que atienden a 258.000 ciudadanos -un 29% más que en 2019- que viven en hogares que no ingresan ni un solo euro y que hasta 850.000 están en situación de pobreza severa, solo el 3,6% de ellos ha logrado cobrar el IMV desde que fue aprobado hace nueve meses. Un 67% no ha tenido información suficiente ni para solicitarlo y hasta a un 12,8% se le denegó la ayuda. No cobran la nueva prestación, pero, por ausencia de coordinación, a cuatro de cada diez además se le ha retirado el antiguo subsidio: la renta autonómica.

La segunda conclusión es que "la recuperación es un espejismo". En el colectivo ayudado por la ONG hay 700.000 personas que no pueden pagar ni luz ni calefacción, el 45% no logra afrontar los gastos de vivienda, el 16% se ha tenido que mudar a un inmueble más barato, el 53% busca empleo, pero no lo encuentra, y el 40% que encuentra algún trabajo es precario y para días sueltos. Tal es la precariedad que siete de cada diez tienen claro que si les toca guardar una cuarentena por posible positivo por covid perderán su empleo.

El presidente de Cáritas, Manuel Bretón, avisó de una tercera certeza. "Se trata de cifras insoportables, con un grave impacto humano y familias y rostros concretos detrás. Sin embargo, esto no ha llegado a su fin. Las consecuencias económicas van a dejarse notar durante mucho tiempo, especialmente entre las personas más débiles y en situación más precaria. Necesitarán el apoyo de toda la sociedad".

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