El PSOE aguanta y Podemos se desploma en el primer test electoral de la pandemia

Pablo Casado se consuela con reparos en Galicia del varapalo sufrido en el País Vasco en su unión con Ciudadanos.

Urkullu y Feijóo en la noche electoral tras conocer los resutlados.
Urkullu y Feijóo en la noche electoral tras conocer los resutlados.
Reuters/EFE

El primer test electoral de la pandemia no ha sido todo lo bueno que deseaban en el Gobierno de coalición. En tablas para Pedro Sánchez y desastroso para Pablo Iglesias. Los votantes vascos y gallegos dejaron a los socialistas casi como estaban, y estaban con los peores resultados de su historia, y dieron un sonoro bofetón a Unidas Podemos, sobre todo en Galicia.

Sánchez no encontró el consuelo esperado en ninguno de los dos territorios. Hace cuatro años el PSOE estaba bajo mínimos, en la oposición y con el partido fracturado. Una semana después de aquellas elecciones, dejó su cargo de secretario general tras la reunión más tormentosa que se recuerda del comité federal. Ahora, lleva dos años en el Gobierno, ha ganado dos elecciones generales y las rencillas han desparecido en el partido. Un bagaje que apenas ha servido para mejorar en un escaño su representación en el Parlamento de Vitoria, logran diez de 75, y también suman uno en Santiago de Compostela para llegar a los 15 diputados también de 75.

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En el País Vasco, donde gobiernan en coalición con el PNV, son la tercera fuerza y ganan una posición por el hundimiento de Unidas Podemos, pero están muy lejos de ser la alternativa. El mismo puesto que en Galicia, donde, como en 1997, los nacionalistas de BNG ejercerán el liderazgo de la oposición. Sánchez no ha rentabilizado su presencia en la Moncloa, un beneficio que es habitual para un partido gobernante. Y lo que es peor para el PSOE, ha sido barrido por los independentistas de EH Bildu, y superado con claridad por los soberanistas del BNG. Dos de los grandes ganadores de la jornada electoral, junto a Iñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo.

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El presidente del Gobierno siguió el escrutinio desde la Moncloa y tampoco participará hoy en la reunión de la dirección socialista que analizará los resultados. En la sede de la calle Ferraz de Madrid estuvo el ministro y secretario de Organización del partido, José Luis Ábalos, con un reducido grupo de la comisión ejecutiva. El abatimiento era evidente entre los dirigentes socialistas por el retroceso respecto a las expectativas creadas.

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La abstención bordeó en el País Vasco el 47%, la más alta de la historia, y en Galicia también superó el 40%. Una baja participación achacable a la covid-19, pero también a la certidumbre sobre los resultados. Posiblemente, la factura de la gestión de la pandemia también se lleva su parte.

Si había tristeza y confusión entre los socialistas, el desconsuelo y el silencio reinaba en la dirección nacional de Unidas Podemos, que se queda fuera del Parlamento de Galicia después de haber obtenido 14 escaños hace cuatro años, y reduce su representación en la Cámara vasca de 11 a seis, con el dato añadido de que hace solo cuatro años los morados fueron la primera fuerza política en las elecciones generales, cuando derrotaron al imbatible PNV.

Pablo Iglesias recurrió a Twitter para reconocer la "derrota sin paliativos". Ahora, añadió, "nos toca hacer una profunda autocrítica» y analizar "los errores cometidos".

Unidas Podemos comprobó anoche que no frena el descenso a los infiernos, y no lo consigue cuando tiene más resortes que nunca para hacerlo. Cuanto más despacho y coche oficial tienen los de Iglesias menos apoyo electoral concitan. La de ayer, como en las dos elecciones generales, europeas, autonómicas y locales del año pasado, fue un eslabón más de una caída constante. Sus votos en Galicia se fueron en masa al BNG y en el País Vasco hubo un gran trasvase hacia EH Bildu, ambas fuerzas compañeras de viaje los morados en el Congreso.

El revés tiene imprevisibles consecuencias en el tablero político nacional porque las diferencias entre socialistas y morados en el Gobierno son cada vez más evidentes por mucho que Sánchez se esfuerce en asegurar que está más "soldado" que antes de la pandemia. Unidas Podemos parece que se mueve mejor en la oposición, pero ha elegido gobernar.

Sentimientos encontrados

Pablo Casado tampoco tuvo ayer una buena noche. Tuvo sentimientos encontrados por la victoria incontestable de Alberto Núñez Feijoó en Galicia frente el batacazo en el País Vasco. Pero la alegría no fue completa porque no puede colocar en su haber el triunfo gallego, responsabilidad que es exclusivamente suya en el País Vasco. Feijóo contrapuso su estilo moderado a la estrategia del líder nacional del PP y rechazó la fórmula de coaligarse con Ciudadanos, que Casado impuso con 'manu militari' en el País Vasco. Resultado, victoria en Galicia y derrota en el País Vasco.

En la sede de la calle Génova de Madrid hicieron tan suyo el triunfo como de Feijóo, y hablaron del "batacazo" de los socialistas. Pero parece indudable que se jugaron partidos distintos. La diferenciación que no hizo la dirección nacional del PP la remarcaron los barones del partido. "Galicia gana con Feijoó", escribió en las redes sociales, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. En Galicia, "gana la centralidad, la experiencia y la eficacia en la gestión", apuntó el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández-Mañueco.

Un efecto secundario del descalabro vasco fue que la alianza de PP y Ciudadanos, que fue el gran objetivo del jefe de la oposición tras las últimas generales, tiene un futuro más que incierto.

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