política

Felipe VI preside hoy la apertura de una legislatura que pende de Cataluña

La estabilidad de Sánchez está atada a Esquerra ante la imposibilidad de alcanzar acuerdos con la oposición conservadora.

Los ministros del nuevo Gobierno prometen o juran su cargo ante el Rey.
Felipe VI y Pedro Sánchez, durante la toma de los cargos del nuevo Gobierno.
Efe/Chema Moya

Felipe VI preside hoy lunes en el Congreso la ceremonia de apertura de una legislatura que tiene su futuro unido a la evolución de los acontecimientos en Cataluña y a los movimientos de Esquerra Republicana. Un agravamiento de la tensión territorial dejaría a Pedro Sánchez en tierra de nadie, sin el respaldo de los aliados nacionalistas y sin el auxilio de la oposición conservadora. El primer test llegará con los Presupuestos Generales del Estado, que Hacienda pretende enviar a las Cortes antes del verano.

Aprobar las cuentas públicas de 2020 daría oxígeno al Gobierno para un par de años, según los cálculos que hacen en la Moncloa y que comparten en los grupos parlamentarios. Pero ese trámite va a depender de la deriva del proceso independentista. El PSOE intentó atar en las negociaciones con Esquerra para la investidura su apoyo presupuestario, y aunque en las filas socialistas hay cierto optimismo no está dicha la última palabra. Los republicanos condicionan su colaboración a la evolución de la mesa de diálogo entre la Moncloa y la Generalitat. "Si no hay mesa, no hay legislatura. Y ya lo hemos demostrado", avisó el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, durante del debate de investidura.

Esquerra es un partido "poco fiable" para los socialistas, que aún recuerdan su negativa a apoyar los Presupuestos del año pasado que desembocó en el adelanto electoral. Pero el Gobierno de Sánchez está condenado a depender de los republicanos. Lo sabe y está dispuesto a correr riesgos para consolidar la colaboración. Se demostró el pasado viernes, cuando la Moncloa postergó la reunión de la mesa de diálogo entre gobiernos hasta después de las elecciones catalanas y tuvo que rectificar seis horas después ante sus quejas.

Esta puede ser la tónica de una legislatura en la que el Gobierno será protagonista no solo en el tablero político nacional, sino que deberá tener un papel fundamental en el catalán. La reunión que mantendrán el próximo jueves Sánchez y Quim Torra en Barcelona puede marcar la pauta. Las posibilidades de que el encuentro sea exitoso son muy escasas dado que el presidente de la Generalitat ya ha dicho que irá a hablar de autodeterminación y de amnistía para los presos, dos terrenos que están vedados para la Moncloa. Cómo conjugar esas diferencias y mantener la colaboración de Esquerra va a ser el caballo de batalla de Sánchez para los próximos años.

El Rey hará en su discurso de apertura de la legislatura los consabidos llamamientos al diálogo, el entendimiento y la concordia, pero visto el precedente del tono del debate de investidura sus palabras no van a encontrar terreno fértil para madurar. Si las fuerzas independentistas catalanas han roto su unidad de acción tras el divorcio del pasado lunes a cuenta de la retirada del escaño a Torra, las constitucionalistas también están resquebrajadas por la estrategia frente al soberanismo. El Gobierno apuesta por una solución política al conflicto «político» de Cataluña, pero la oposición no va acompañar a Sánchez en esta tarea.

Los puentes entre los bloques de izquierda (157 escaños de PSOE, Unidas Podemos y Más País) y derecha (153 de PP, Vox, Ciudadanos, UPN y Foro) están derruidos y el entendimiento apunta a imposible, ni siquiera para los pactos de Estado, según ha advertido el líder popular, Pablo Casado. El Gobierno confía en la colaboración sostenida de PNV, Compromís, Nueva Canarias y Teruel Existe, que suman nueve diputados. Una correlación de fuerzas que deja en manos de Esquerra Republicana y sus 13 representantes el futuro de los proyectos legislativos más importantes, como los Presupuestos, y, por supuesto, las leyes orgánicas que requieren mayorías absolutas de 176 votos.

Felipe VI se va a encontrar mañana con un Congreso crispado, más fraccionado que nunca y bastante distinto al del 17 de noviembre de 2016, cuando presidió por primera vez la apertura de una legislatura. Va a tener enfrente un banco azul con 23 asientos para el primer Gobierno de coalición desde la Transición. En esos escaños estarán sentados cinco representantes de Unidas Podemos, que prometieron lealtad a la Corona al tomar posesión de sus cargos, pero que hace tres años se negaron a saludar Felipe VI y doña Letizia, no aplaudieron el discurso del jefe del Estado y no asistieron al desfile militar posterior a la ceremonia. "No creo que se sienta ofendido y si se siente ofendido, pues bueno, nosotros no estamos aquí por ser hijos de nadie ni por tener sangre azul. Estamos en el Parlamento porque nos han votado los españoles, algunos son jefes de Estado porque son hijos, nietos o bisnietos de una dinastía", explicó entonces Pablo Iglesias, hoy vicepresidente segundo.

Pero serán detalles menores ante el reto que se abre de una legislatura cuya duración es una incógnita.

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