La designación de Delgado como fiscal general eclipsa el primer día del Gobierno

Los ministros del PSOE y de Podemos se esfuerzan en garantizar que trabajarán como "un solo equipo".

Toma de posesión de los ministros del nuevo Gobierno de Sánchez
Toma de posesión de los ministros del nuevo Gobierno de Sánchez
Agencias

La decisión de Pedro Sánchez de proponer a Dolores Delgado para que sea la fiscal general del Estado relegó a un segundo plano la toma de posesión de sus cargos de los vicepresidentes y ministros. La noticia cayó como una bomba entre los socialistas y en Unidas Podemos -Pablo Iglesias se las ha tenido tiesas con ella por sus vínculos con "las cloacas"-, aunque en público nadie alzó la voz ni lo comentó.

El nombre de la exministra de Justicia iba de corrillo en corrillo en las tomas de posesión. La vicepresidenta Carmen Calvo aseguró en una conversación informal que el Gobierno "en ningún momento" ha pretendido controlar la Fiscalía con este paso y defendió "la trayectoria" profesional de Delgado, fiscal de carrera, para ocupar el puesto. Y es que, aunque es una propuesta que aprobará este martes el Consejo de Ministros, en la práctica se trata de un nombramiento.

Su designación requiere que el Consejo General del Poder Judicial dé su parecer, y que supere el examen de la comisión de Justicia del Congreso. Pero ambos dictámenes no son vinculantes para el presidente del Gobierno. Sánchez solo podría verse en problemas si el órgano de gobierno de los jueces, con mayoría conservadora, se opone y si se produce una revuelta en contra de Delgado en los grupos parlamentarios aliados del Gobierno. La candidata a fiscal general no goza del mejor cartel en el mundo de las togas, sobre todo entre el sector de la derecha, ni entre los diputados porque fue reprobada dos veces por el Congreso, una de ellas con la complicidad de Esquerra y EH Bildu. Pero la impresión entre los socialistas es que no parece probable que el Consejo del Poder Judicial o el Parlamento vayan a frenar el nombramiento. Nunca ha ocurrido.

En la Moncloa nadie explicó los porqués de la decisión, pero en los mensajes lanzados en los días previos había alguna pista. Es "muy del presidente" y ha mostrado una "lealtad por encima de lo exigible", decían colaboradores de Sánchez. Abonaban el terreno. Pero pese a los preparativos fue una sorpresa para la mayoría del gabinete y su sombra planeó sobre todo el ceremonial de la jornada.

Támden de trabajo

Le robó algo de protagonismo los esfuerzos de los ministros para defender la unidad de acción del Consejo de Ministros con independencia de la etiqueta política de sus integrantes. El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, hizo suyas las palabras de este domingo de Sánchez, "habrá varias voces, pero una misma palabra", y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, refiriéndose al líder de Unidas Podemos, auguró que harán "un tándem importante de trabajo".

Todo fue así. Loas a la unidad y garantías de que el mensaje será unívoco. Tanto Sánchez como Iglesias son conscientes, porque en el pasado lo dijeron muchas veces, de que uno de los grandes retos del gobierno de coalición es que cada partido camine por su lado y cohabiten dos proyectos en el Consejo de Ministros. "Eso no va a ser así", aseguran en la Moncloa y en el entorno del líder de Podemos. Este lunes, al menos, todo fue como la seda. El nuevo ministro de Consumo, Alberto Garzón, no tuvo reparo en elogiar a su antecesora, la socialista María Luisa Carcedo: "Ha hecho un trabajo absolutamente inmejorable, y merece ese reconocimiento también por quienes no somos de su formación política".

El único roce fue en broma, y lo protagonizó el titular de Universidades, Castells, que mostró su "desacuerdo" con la división en dos de la cartera de Ciencia y Universidades. "Habrá dos ministerios y un proyecto", corrigió con rapidez.

Las únicas diferencias que se apreciaron fueron las del entusiasmo. Los seguidores de Unidas Podemos convirtieron en una fiesta las tomas de posesión de los ministros de su cuerda. Sobre todo, las de Iglesias y Garzón en un abarrotado salón de actos del hasta ahora Ministerio de Sanidad. Un edificio feo y gigantesco, antigua sede del Sindicato Vertical frente al museo del Prado y que ahora albergará a la Vicepresidencia segunda, y a los Ministerios de Sanidad y al de Consumo. Más comedido fueron los relevos protagonizados por los socialistas, quizá por la costumbre.

También fue discreta y seria la ceremonia celebrada en la Zarzuela. Los 22 ministros, 11 mujeres y 11 hombres, prometieron sus cargos en presencia del Rey ante un ejemplar de la Constitución sin la compañía del crucifijo ni de la Biblia. Había nervios en el acto, sobre todo entre los novatos. La ministra de Política Territorial y de la Función Pública, Carolina Darias, se tropezó con una alfombra sin llegar a caerse. Otros, como Garzón y Yolanda Díaz, en vez de posar la mano sobre el texto constitucional para prometer su observancia la pusieron sobre la mesa. Unos se comprometieron a guardar el secreto de los consejos de ministros, otros el de ministras, y también el de ministras y ministros.

Felipe VI departió un rato con los nuevos ministros, pero esta vez se cuidó de hacer comentarios como con la toma de posesión del presidente del Gobierno. Solo dijo en voz alta "enhorabuena y suerte".

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