tercera edad

La vergüenza de tener que denunciar a un hijo por malos tratos

El 7% de las personas mayores sufre maltrato, pero solo uno de cada diez da el paso de denunciarlo.

Las actividades deportivas aumentan la sensación del logro personal, de manera que son muy útiles para las personas mayores.
Los cambio de hábitos bruscos en las personas mayores pueden ser un síntoma de malotratos.
Pexels.

Solo el 10% de los mayores se atreve a denunciar el maltrato que sufre, en la mayoría de los casos por parte de las personas encargadas de sus cuidados. La vergüenza, pero también la sensación de desprotección y la vulnerabilidad, favorecen que ese fenómeno permanezca oculto entre las paredes de sus domicilios.

El más común es el psicológico, explica el doctor de Atención Primaria Miguel Ángel Acosta. "Es el maltrato que hace sentir al paciente mayor que no sirve para nada, que no vale la pena o que incluso es normal que esté con dolor o con deterioro mental, cuando realmente no es lo normal".

Pero también es frecuente el maltrato por omisión. "Es una negligencia, no se le trata adecuadamente, no se pasa tiempo con él, no se está atento a sus necesidades", añade el profesional sanitario.

El 7% de las personas mayores sufre maltrato, pero solo uno de cada diez da el paso de denunciarlo, según estimaciones de asociaciones de mayores ya que se desconoce el dato real.

"Principalmente por miedo a las consecuencias que pueda tener la denuncia y también por vergüenza", apunta Acosta. "Ser maltratado por un familiar genera un sentimiento de desprotección y de vergüenza bastante importante, cómo voy a decir que mi hijo, que es lo que más quiero, o que mi marido me está maltratando. Las personas mayores tienden a justificar mucho el maltrato", asegura.

El perfil del mayor víctima de abusos o maltrato es el de una mujer viuda y el lugar donde se realizan es dentro del domicilio, explica el doctor.

Reconoce que es complicado desde las consultas detectar estas situaciones porque los apenas cinco minutos de media que dedican por paciente, no permite crear "un clima de confianza con él, ni el tiempo necesario tanto para poder preguntar o para explorar adecuadamente a cada uno de los pacientes", que suelen ser entre 40 y 60 por día.

"Uno de los problemas es que hay muchas enfermedades que pueden cursar con los mismos síntomas. Por ejemplo, una depresión en un anciano, que es muy frecuente debido al abuso, es raro que llegue un paciente y te diga: 'estoy triste y deprimido' -como puede pasar en otras etapas-", cuenta.

Pero en los consultorios se detectan muchos de los casos. La pista la dan un cambio de hábitos, mayores que se muestran más cohibidos, que dejan de ir a sus actividades normales o que pierden el apetito de forma brusca, por ejemplo. Una vez detectado, el médico evalúa el "riesgo inminente para el paciente con la intención de ayudarle a que lo reconozca y poder protegerle, para establecer los medios sociales y médicos necesarios".

Ante una sospecha de agresión física en un centro sanitario, los médicos hacen un parte de lesiones que se manda al juzgado, pero si no hay una denuncia por parte del afectado, "ese parte no va a ningún lado", alerta el doctor.

Por eso es necesario, que el mayor reconozca que sufre maltrato o abusos, para coordinar la actuación médica con los trabajadores sociales y analizar qué opciones se pueden ofrecer, cómo sacarle de su domicilio, conseguir un centro de día para que vaya un par de días a la semana y sacarle parcialmente del entorno donde está recibiendo el abuso, cuenta el facultativo.

Desde la Unión Democrática de Pensionistas (UDP), una de las asociaciones de mayores, Javier Álvarez Souto cree que faltan recursos económicos y protocolos de actuación inmediata y advierte de que si no se identifican los casos difícilmente pueden actuar jueces y fiscales.

"La fiscalía puede ordenar separación e ingreso en una residencia, pero si no hay plaza, no ingresa y se quedan en casa. Hay fiscales que nos han dicho: le he tenido que enviar a su casa y pedirle a la guardia civil que los vigile porque no hay alternativa. Esa falta de recursos es lo fundamental, lo que habría que solventar, no más leyes", asevera el coordinador del programa de la UDP sobre malos tratos y abusos a personas mayores.

Souto plantea que para reducir los malos tratos en España hay que evitar que las personas mayores con una dependencia muy grave estén totalmente aisladas.

"Están en manos de los cuidadores, que son familiares e incluso con una relación que se ha deteriorado mucho o que nunca ha habido y están atendiéndola porque no tienen otro remedio. Esas situaciones son las que se deben evitar y se puede evitar". ¿Cómo?, dotando de recursos la Ley de Dependencia y los servicios sociales, apunta.

Para este experto, la soledad, la vulnerabilidad y la fragilidad de los mayores posibilitan ese maltrato, en el que también inciden factores claves, "como el género -las mujeres tienen más riesgo- y las rentas; en las personas con rentas más bajas es donde más se dan los malos tratos entre personas mayores".

"El estrés de los cuidadores, ser persona mayor pobre o familiares que les están atendiendo sin recursos son un caldo de cultivo de una situación de aislamiento y de una carga de cuidado excesiva o muy alta; todo eso favorece el maltrato", argumenta el responsable de la organización de mayores.

Para el doctor Acosta, en estas situaciones hay que trabajar tanto con el maltratado como el maltratador. "Con la persona mayor asegurar un control periódico para poder ir evaluando de forma regular no sólo el abuso, sino todo el resto de situación clínica y personal y poder ofrecerle las ayudas",

Respecto al maltratador, el especialista médico explica que muchos casos se asocian "con situaciones estresantes, consumo de sustancias, antecedentes previos de maltrato o violencia en cualquier otro entorno".

Los expertos coinciden en la importancia de concienciar a la sociedad de que no es normal que un hijo abuse del padre financieramente o que le haga sentir de menos sólo por tener más años. Tampoco lo es que en un banco o frente a un médico, no se le deje hablar y lo haga en su nombre la persona que le acompaña. "Eso es un mal trato", apunta el representante de los mayores.

"Hace falta más concienciación a la sociedad sobre la necesidad de reivindicar lo que son sus derechos", añade.

La investigadora en gerontología Pura Díaz-Beiga cree que los estereotipos sobre los mayores y las imágenes negativas sobre el envejecimiento pueden en ocasiones originar el maltrato.

"Cuando preguntas a la gente qué piensan sobre los mayores, responden que son personas que están aisladas, enfermas, frágiles, deprimidas, que se vuelven difíciles de tratar, que son rígidas y que se vuelven como niños; son estereotipos negativos, que van calando en la sociedad, en adultos, jóvenes e incluso en mayores que interiorizan ese tipo de ideas y les hace comportarse de acuerdo a esas experiencias", indica a Efe Díaz-Beiga, de Matia Instituto Gerontológico.

"Tratar a una persona mayor como un niño, llamarle con diminutivos, en voz alta o con frases cortas, seguramente no es maltrato, pero no es el trato que corresponde a una persona que tiene una trayectoria determinada", señala la investigadora, que opina que los mayores piden respeto y ser tratados como a cualquier persona.

La experta en envejecimiento opina que es necesario "incorporar una cultura que sitúe la trayectoria vital y el envejecimiento como algo valioso, como una ganancia social".

"Hay que tratar la vejez en toda su complejidad, no solo que hay personas que mueren solas o que tienen ciertos problemas, también que hay mayores que cuidan a sus nietos, que tiene un papel de contribución social apoyando a sus hijos, que aportan mucho al voluntariado o que tienen un legado cultural enorme a trasmitir a generaciones jóvenes", concluye la investigadora. 

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