debate de investidura

Sánchez accede a llamar a Torra como gesto al secesionismo para allanar su investidura

El líder del PSOE recibe el encargo del Rey de formar Gobierno sin fecha para el debate, aunque es optimista con ERC.

El líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa ofrecida en el Palacio de la Moncloa después de que el rey de España le designara como candidato a presidente
El líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa ofrecida en el Palacio de la Moncloa después de que el rey de España le designara como candidato a presidente
FERNANDO VILLAR/EFE

El Rey ya ha cumplido su parte. Tras dos jornadas de consultas con los representantes de la mayor parte de las fuerzas políticas con representación en el Congreso -a excepción de la ahora determinante Esquerra Republicana de Cataluña, la CUP, Bildu y el BNG que rehusaron participar en el proceso constitucional-, Felipe VI designó este miércoles a Pedro Sánchez candidato a la presidencia del Gobierno. El líder del PSOE sigue sin tener, de momento, los apoyos suficientes para superar una sesión de investidura pero es el aspirante con mayores apoyos y el único que hoy por hoy puede acabar con la situación de bloqueo institucional que se prolonga ya desde hace casi ocho meses.

La decisión del Jefe del Estado es un primer paso imprescindible para empezar a transitar el camino hacia la formación de un nuevo Ejecutivo. Aún queda que la presidenta del Congreso ponga fecha al debate en el que Sánchez tendrá que exponer su programa de Gobierno y pedir la confianza a la Cámara, algo que en principio le corresponde decidir en exclusiva pero que hará teniendo en cuenta el criterio del presidente en funciones. Ni la Constitución ni el Reglamento del Congreso fijan plazo alguno para ese momento clave, del que depende la duración del periodo de interinidad. Si nadie lograra los apoyos suficientes para ser nombrado jefe del Ejecutivo habría nuevas elecciones, las terceras, aunque para que la cuenta atrás de dos meses hasta su convocatoria empiece a correr es necesario que se celebre una primera votación en la que los diputados expresen su criterio.

Tras los comicios del 26 de abril, Meritxell Batet tardó dos meses desde la constitución de las nuevas Cortes en convocar el debate de investidura, que tuvo lugar entre el 22 y el 25 de julio. Sánchez no había alcanzado aún un acuerdo con Unidas Podemos cuando se fijó esa fecha, mientras los tira y afloja con Pablo Iglesias por la formación de un Ejecutivo de coalición eran continuos.

Sin embargo, pensó que la presión de tener en el horizonte una barrera temporal para tomar una decisión en un sentido u otro jugaría a su favor. Pero al final no fue así y el líder socialista ya no quiso volver a intentarlo después pese a la insistencia de su hoy principal aliado. El mismo al que, en cambio, tardó apenas 24 horas en aceptar como vicepresidente tras el castigo recibido en las urnas el 10 de noviembre pasado.

Batet argumentó esta vez que, antes de tomar una decisión, "habrá que ver cómo evolucionan esas negociaciones" que empezó Sánchez para una investidura "exitosa". "La principal obligación que tenemos y el deseo de la ciudadanía es que no solo haya debate -insistió- sino sea exitoso para poder conformar el Gobierno que el país necesita".

Ahora los quebraderos de cabeza para el líder del PSOE vienen por el lado de Esquerra, muy condicionada por JxCAT. En julio, la formación de Oriol Junqueras llegó a ofrecer gratis su abstención a los socialistas, al tiempo que advirtió una y otra vez de que tras la sentencia del Tribunal Supremo sobre el 'procés', disponer de sus votos sería más difícil. Ahora el precio para que los republicanos faciliten con sus 13 escaños un Ejecutivo en minoría de socialistas y podemistas se ha encarecido, efectivamente, de manera sustancial. Exigen, por ejemplo, una mesa de diálogo en la que el Gobierno y la Generalitat hablen "de igual a igual" sobre el futuro de Cataluña y en la que abordar la autodeterminación.

Sánchez afirmó este miércoles que las conversaciones con la formación secesionista están "avanzando" y agradeció a sus dirigentes su "actitud", pero eludió precisar qué está dispuesto a conceder exactamente a cambio de que, eventualmente, le allanen el camino a la Moncloa. Y eso es algo que empieza a inquietar incluso a miembros de su propio partido como el presidente de Aragón, Javier Lambán, o el castellano-manchego, Emiliano García-Page, quien mostró sus recelos con una expresión tan gráfica como poco delicada. «Yo lo que no quiero para Reyes es vaselina». El jefe del Ejecutivo en funciones justificó el secretismo. «Las negociaciones tienen que ser discretas si queremos que culminen con éxito», dijo tras prometer, una vez más, que se moverá dentro de los márgenes de la Constitución.

"Grandes consensos"

En una medidísima y breve intervención en el Palacio de la Moncloa tras recibir el encargo del Rey, el también secretario general del PSOE realizó además un gesto que venía reclamando ERC, en buena medida para apaciguar a sus socios en la Generalitat y rivales electorales de JxCAT: prometió que a partir de la semana que viene llamará al presidente de la Generalitat, Quim Torra, al que lleva sin coger el teléfono más de un mes y hasta ahora se negaba a reconocer como interlocutor válido. El secretario de Organización socialista, José Luis Ábalos, llegó a tildarlo hace no mucho de «iluminado».

Sánchez camufló en todo caso ese mensaje dentro de un llamamiento general a todos los partidos -incluidos PP y CS, a los que acusó de bloquear las instituciones- y también a todos los presidentes autonómicos, con los que dijo que tiene intención de ponerse en contacto cuando regrese del Consejo Europeo el día 14. «Mi voluntad -defendió- es construir grandes consensos»

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