debate electoral

Los candidatos mantienen un debate tenso, pero no aclaran cómo romper el bloqueo

Sánchez esconde sus cartas, Iglesias insiste con el gobierno de coalición Casado y Rivera dejan la puerta abierta a un entendimiento y Abascal se erige como el único que no va a pactar. Cataluña provoca los choques más intensos entre los cinco aspirantes a la Presidencia

Llegó el día, llegó la hora. Fue un debate a cara de perro, pero se ciñó al guion. No hubo sorpresas más allá de los 'gadgets' de Albert Rivera, en esta ocasión mostró un adoquín, un rollo de papel, carteles y recortes de prensa. Como el debate no tenía segunda vuelta, los cinco candidatos se emplearon a fondo, sabedores de que a una semana de las elecciones alrededor de un tercio del censo se mueve en la indecisión y la abstención. Son muchos millones de potenciales votantes. Hubo propuestas, sobre todo por parte de Pedro Sánchez, que estuvo más en el papel de presidente del Gobierno que de candidato del PSOE, pero también muchos reproches. Más destructivo que constructivo.

El líder socialista dejó claro que quiere gobernar en solitario; el candidato de Unidas Podemos no escondió sus deseos de gobernar en coalición con el PSOE; mientras que los del PP y Ciudadanos se cuidaron de no volar los puentes para entenderse en el futuro con Sánchez aunque en sus intervenciones apuntaran a lo contrario. El presidente de Vox quedó al margen de ese juego y se erigió como "el único" que no quiere saber nada con los socialistas.

Sánchez intentó, antes de entrar en calor, acordar una vacuna para evitar a futuras repeticiones electorales y propuso que gobierne la lista más votada. No está claro si fue un lapsus del líder socialista y quería referirse al candidato, como ocurre en el País Vasco o Asturias, o bien aludía a la lista, y así abría el camino a que acuerdos entre derrotados sumasen más que el ganador.

Cataluña, como era de esperar, encrespó los ánimos aunque las posiciones fueran las conocidas de antemano. El duelo tuvo dos planos, un tres (Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal) contra Sánchez por su ambigüedad, su complicidad con los soberanistas y por plantear la recuperación del delito de la convocatoria de referendos ilegales, eliminado del Código Penal con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2005. Detalle que sirvió los candidatos de PP, Ciudadanos y Vox para hacer leña a gusto.

Nada más acabar el debate, los cinco candidatos han realizado las primeras valoraciones. Pedro Sánchez y Albert Rivera han hecho un llamamiento a combatir la abstención. Pablo Casado se ha comprometido en desbloquear el Gobierno. Mientras que Pablo Iglesias y Santiago Abascal se han centrado en los resultados.

Fuego amigo

También hubo un cruce reproches entre los cinco sin distinción de filiaciones, al punto de que Casado tuvo que recordar a Rivera que no se confundiera de adversario después de que el líder de Ciudadanos le afeara la ristra de concesiones del PP a los nacionalistas. No fue la única colisión entre ambos porque a propósito de la corrupción volvieron a sacarse los colores. Pero el fuego amigo no fue patrimonio conservador porque Sánchez y Pablo Iglesias también cruzaron pullazos. El secretario general de Podemos invitó al socialista a unir fuerzas en Cataluña ante la ofensiva "de la derecha", pero recibió una coz por las veleidades soberanistas de Podemos en Cataluña. No fue la única pipa de la paz que Iglesias ofreció a Sánchez porque volvió a hacer una invitación general al acuerdo, "como hace la derecha que discute pero se pone de acuerdo". Silencio al otro lado.

La discusión económica sirvió a Sánchez para anunciar que nombrará a la ministra Nadia Calviño vicepresidenta económica y que creará un ministerio con la despoblación. Ante las turbulencias que se avecinan, y que nadie negó, Iglesias reclamó, con un discurso plagado de referencias a la vida cotidiana, que los recortes se hagan «por arriba»; Casado, Rivera y Abascal abogaron por una reducción fiscal.

También salieron a colación los demonios del pasado, sobre todo entre Sánchez, Iglesias y Abascal a propósito del franquismo, la Guerra Civil y ETA. Hasta Rivera se peleó con el líder de Vox por el pedigrí democrático y fascista de cada uno. Rojos, azules, víctimas del terrorismo, horrores de la dictadura y guerra sucia volaron a un lado a otro del plató.

El debate sirvió también para que los candidatos hurgaran en las contradicciones de los rivales. Sánchez aludió a la "derecha cobarde" frente "ultraderecha" de Vox; Casado y Rivera sacaron a colación los entendimientos del PSOE por debajo de la mesa con los independentistas; Iglesias pronosticó que todo el discurso del candidato socialista era hojarasca porque va a intentar entenderse con el PP; mientras Abascal arremetió contra todos y salvó a Vox de los enjuagues del resto.

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