Por
  • Guillermo Pérez Sarrión

El tictac demográfico

En Cataluña, las nuevas generaciones son adoctrinadas en el independentismo.
En Cataluña, las nuevas generaciones son adoctrinadas en el independentismo.
POL

Normalmente este articulista debería estar escribiendo ya sobre otros temas interesantes, que los hay, pero los hechos recientes me incitan a volver sobre el independentismo en Cataluña, con diferencia la cuestión política irresuelta más grave de la actual democracia constitucional. La tesis, formulada ya por el profesor José Luis Álvarez y que yo voy a exponer a mi modo, es el llamado tictac demográfico: dando por cierto que en el sistema educativo de Cataluña existe claro adoctrinamiento en historia y ciencias sociales, cada año entran en el mercado electoral entre 100.000 y 200.000 escolares, catalanoparlantes exclusivos y con una formación cultural que llevará a una mayoría de ellos a votar opciones independentistas. A la vez las cohortes de ciudadanos castellanoparlantes, llegados en los 60 y 70, residenciados en el entorno de Barcelona y no independentistas, van desapareciendo. La competencia política de los jóvenes ingresados en la edad adulta queda fijada y reforzada con TV3, una emisora descaradamente parcial hacia el independentismo. No perderé el tiempo argumentando sobre el adoctrinamiento de los libros de texto y la política informativa de TV3. Esto quiere decir que en 10 años los votantes de opciones independentistas van a pasar de 2 millones a cerca de 3 millones, formando mayorías en torno al 60%. Y entonces, como desafortunadamente sostiene Iceta, "habrá que hacer algo".

Algunos demócratas ingenuos piensan que la independencia de Cataluña es solo cosa de los catalanes, nada más falso, tampoco perderé el tiempo argumentando sobre eso.

La única forma de cambiar esta tendencia es, antes que ninguna otra cosa, revisar el contenido de los libros de texto de historia y otras materias sociales cuya elaboración y control dependen de la Generalitat desde hace años. Por ejemplo, la asignatura Historia de España ha sido vaciada: no se estudia esto sino una historia de Cataluña en sus relaciones con esa otra cosa llamada España.

Cambiar esto es perfectamente posible mediante la Alta Inspección, dependiente del Ministerio de Educación, que legalmente puede obligar a modificarlos ya pero no actúa por falta de voluntad política: primero del gobierno de Rajoy y después del de Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Resulta sorprendente que este tema, que a mi juicio es el más decisivo en la cuestión catalana, siga fuera del debate político, y bastante indignante que la actual portavoz del gobierno y ministra de Educación en funciones, Isabel Celaá, sostenga que no hay adoctrinamiento: ella ha sido profesora de Instituto y consejera de Educación del gobierno vasco, donde también hay adoctrinamiento. Lo que da mayor dimensión al problema: también lo hay en otras regiones: el País Vasco, Baleares, la Comunidad Valenciana, aunque las consecuencias políticas no sean tan evidentes todavía. El modelo de Cataluña es fácilmente exportable. Y resulta preocupante también comprobar cómo cierta prensa de la derecha aprovecha la cuestión independentista para acusar de parcialidad ideológica esos mismos libros de texto. Que haya libros que critiquen los excesos del capitalismo, o no hablen explícitamente del estalinismo, o no den siempre una imagen positiva de las empresas, es otra cosa: no tiene nada que ver con el independentismo y confunde. Hay gente que cree que solo se puede ser patriota si se es de derechas.

Es muy importante que el próximo gobierno afronte con autoridad moral un problema cuya solución no se debe posponer y, de acuerdo con la ley, se plantee en términos políticos la cuestión: limitar la llamada inmersión lingüística, revisar el contenido de los libros de texto de historia y ciencias sociales en Cataluña, y poner límites al sectarismo de TV3. En todo esto influye además una cierta moda pedagógica, muy criticable, que olvida el fin principal de la escuela: desarrollar el individuo en todos sus aspectos, sí, pero sobre todo proporcionar una cultura (económica, social, política) que permita a los escolares entender cómo funciona el mundo y hacer de ellos ciudadanos responsables de ellos mismos y de su comunidad política. Europa está hecha de Estados nacionales con identidades superpuestas.

Si no, dentro de unos años la cosa no tendrá remedio. El tictac demográfico sigue avanzando. Las nuevas generaciones catalanas actuarán conforme a la cultura recibida, las votaciones darán un 60-65% de independentistas y entonces, ahora no lo dice Iceta sino que lo digo yo, «habrá que hacer algo». Sí, pero ¿qué? La cosa no tendrá solución sin un elevado coste social y los responsables serán los políticos de hoy, cuya ceguera para plantear y jerarquizar la urgencia de los problemas al parecer no tiene límites.

Guillermo Pérez Sarrión es catedrático de la Universidad de Zaragoza

gperez@unizar.es

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