Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

El ejemplo de España

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Votaciones, ayer, en un colegio electoral.
A. Carrasco Ragel / Efe

España ha arrastrado desde el siglo XVI una mala imagen exterior. Primero fue la leyenda negra del gran imperio en decadencia. Después se transformó en la de un país exótico y atrasado, diezmado por guerras intestinas y dictaduras. Esta mala imagen secular se ha transformado completamente en las cuatro últimas décadas por la transición democrática, eventos como los Juegos del 92 o la Expo de Zaragoza, el éxito de grandes empresas como Zara o Telefónica, el empuje de la lengua española o los logros deportivos. No obstante, han pervivido en el exterior algunos estereotipos que aún son utilizados para atacar la reputación del país.

La ciudadanía española, sin embargo, acaba de dar a Europa una lección de responsabilidad y madurez democrática en las dos citas con las urnas. Mientras en Francia e Italia triunfaron ayer los ultras, en la Península ibérica se ha respondido al retraimiento del modelo liberal participando generosamente en las elecciones y votando con moderación. Frente a la ola de populismos y ultranacionalismos que sacude a medio mundo, los españoles respaldan a las fuerzas más centradas (PSOE, PP y Ciudadanos) para que sean ellas las que lideren los acuerdos para gobernar los ayuntamientos, comunidades autónomas y también el conjunto del país.

Esta ‘ejemplaridad’ española debe ser correspondida por la clase política con dos objetivos. Primero, negociar y pactar para formar gobiernos estables que den respuestas a los desafíos de la tercera década del siglo XXI. Segundo, liderar el bloque de países europeístas dentro de la UE. Frente a los extremismos eurófobos que paralizan a Francia, Italia, Reino Unido o Polonia, la madurez democrática de España debe catapultarlo como un país ejemplar e influyente.

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