¡Manchados!

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Krisis'19

Sí, los españoles nos hemos manchado. Podemos decir orgullosamente que los ciudadanos hemos cumplido sobradamente nuestra obligación. No hemos fallado al deber cívico de elegir a los que pensamos que son los que mejor nos representan. La primera regla de una democracia representativa es que realmente represente a los electores y eso exige una elevada participación. De momento podemos estar orgullosos de nosotros mismos. La pregunta que nos toca responder ahora es qué debemos exigir a nuestros cargos electos.

En mi opinión, lo más necesario es que recobren el sentido de Estado, de país o como cada uno quiera llamarlo. No hay absolutos, como la composición del parlamento refleja. Deben acabarse de una vez por todas las grandilocuencias de campaña electoral. Todo el mundo nos está indicando el mismo camino: sentarse a dirimir nuestras diferencias como las personas civilizadas que decimos ser. Digamos adiós a los ‘hooligans’ que quieren perpetuar la pelea, pues es solo allí donde ellos saben moverse. En pocos días más volverán a ser necesarios los acuerdos entre grupos para gobernar ayuntamientos y comunidades. Basta ya de líneas rojas y cordones sanitarios, que como cuerdas que son nos ahorcan a todos.

Durante estos días escuchamos y escucharemos todo tipo de análisis de qué ha ocurrido y por qué. Pero esto es seguir viviendo en el pasado. La vida solo camina en una dirección. Hemos oído reclamar el espíritu de la Transición, e incluso exigir el cumplimiento de la Constitución del 78 a los hasta ahora más desafectos, pero olvidando que su principal virtud fue superar el maximalismo destructivo que llevaba dos siglos caracterizándonos. No se trata de volver a ese momento, pero sí de no olvidar lo que tuvo de ejemplar. Solo unos pocos, como ahora, se atribuyeron el papel de guardianes de las esencias patrias. Afortunadamente, el viento de la Historia los barrió, aunque recientemente hayan vuelto a resurgir. Tampoco ahora deberían constituir un grave problema si la mayoría somos conscientes de que no nos representan.

La Historia de España está plagada de momentos de crisis en los que nuestro proyecto común se pone en entredicho. Pero esto no es específicamente español. Muchas naciones europeas tienen en su seno partidarios análogos. Con talento, equidad y raciocinio, la integración acaba imponiéndose pues es claramente la mejor opción para todos. Solo algunos siguen pensando que ‘como mi pueblo no hay nada’ y, lo que es peor, que ‘no necesito nada de los demás’. Incluso durante nuestra idolatrada Transición existían estas ideas, y hasta aquí hemos logrado llegar.

Lo que ahora cambia, desgraciadamente como en casi toda Europa, es que han reaparecido ideas realmente muy viejas, y algunos, de forma muy inconsciente, las han comprado. El mensaje de las urnas ha sido claro y quien no quiera verlo es que no desea mirar. La propuesta de una España de valores eternos por encima de los españoles no ha sido aprobada por nosotros. Y, lo que es más meridianamente claro, en zonas cruciales para que nuestra nación común siga perdurando, los partidarios y los defensores de última hora de este concepto de país tan excluyente han sido condenados a la marginalidad. ¿Es que nadie va a escuchar este mensaje? ¿Tan estúpidos pensamos que son muchos compatriotas para que hayan sido engañados de esa forma? Si esto fuera así, se precisaría casi una campaña de alfabetización para salvarlos de semejante ignorancia.

En la propia noche electoral se han llegado a pronunciar sentencias definitorias de cómo es cada quien. Una de las que más me ha llamado la atención indicaba que ninguna mayoría parlamentaria podría justificar determinados cambios de gran calado en nuestra organización como país. ¿Se han parado a pensar lo que realmente significa esta frase? Pues, según la interpreto yo, es que los españoles no tenemos derecho a decidir por nosotros mismos, aunque casi todos estemos de acuerdo en ello. No alcanzo a ver qué sacrosanta idea es aquella a la que debemos rendir nuestra voluntad. El artículo 1, punto 2, de nuestra Constitución afirma categóricamente que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan todos sus poderes.

Piensen aquellos que deben hacerlo a qué compañeros de viaje están eligiendo. ¡Manchados! quiere decir involucrados, comprometidos, nunca llenos de barro porque no somos capaces de salir del lodazal en el que nos hemos metido.

Ana Isabel Elduque es catedrática #de Química Inorgánica de la Universidad de Zaragoza

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