Un rato de serenidad

Los españoles han votado por la centralidad y la moderación.
Los españoles han votado por la centralidad y la moderación.
David Arquimbau / Efe

El admirado Fernando Aramburu, de gira por España para presentar su último libro, comparaba nuestras conversaciones con las que tiene en Alemania y concluía que la política determina demasiado nuestras vidas y que hablar de otras cosas, como la cultura, nos vendría muy bien.

Lamentablemente, tiene razón. La crisis llevó necesariamente a buscar respuestas a través de la política. Pero nos hemos enredado tanto que el domingo fuimos a votar en un insólito estado de crispación, excitación y casi miedo.

Por eso, el resultado obtenido por el PSOE, aun siendo solo de 123 diputados, parece abrir la puerta a un rato de serenidad, que tanta falta hace. La próxima cita, además, de las autonómicas y municipales, presupone cuatro años sin elecciones ni campaña permanente.

Hoy, quien más tiene que celebrar es Pedro Sánchez, que ha hecho suya la máxima de Maquiavelo de que la Fortuna es la aliada de los audaces. Audaz en reconquistar el liderazgo del PSOE y audaz en presentar en el momento oportuno la moción de censura que le ha permitido hacer campaña desde la mejor atalaya: el Gobierno y el BOE.

En ‘Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política’, Michael Ignatieff cuenta su experiencia (2006-2011) al frente del Partido Liberal de Canadá y su rechazo a liderar, «por falta de legitimidad y estabilidad», una coalición de partidos, incluidos los independentistas de Quebec, para derribar a un debilitado gobierno conservador. "Al hacerlo -escribe Ignatieff-, había renunciado a mi única oportunidad de ser primer ministro de mi país".

Es la oportunidad que Sánchez sí aprovechó para tener hoy un Gobierno electo. Su minoría es tan mayoritaria (casi dobla al siguiente, 123/66), que puede buscar acuerdos distintos. Los retos clave: la marcha de la economía, y aunar crecimiento y solidaridad, y la distensión con el independentismo. Desde el Gobierno y con la oposición en guerra, como querían Sánchez y Redondo.

Tras el batacazo del domingo, ese es el escenario del PP de Casado. Ayer hacía un año de la silla vacía entre Sáenz de Santamaría y De Cospedal en el 2 de mayo de Madrid. ¡Parece un siglo! La pérdida del poder, la irrupción de Vox y el abandono del centro que ahora quiere recuperar, junto a una errática política de fichajes mermando lo propio, han puesto al PP en una situación amarga. Es el segundo partido, sí, pero rodeado de adversidades.

La primera, la rivalidad por el liderazgo de la oposición que Ciudadanos le disputa, a solo 9 diputados. Es la meta del viraje emprendido por Rivera para no ser muleta de nadie, y que tanto descolocó. La actual debilidad del PP ayuda. Pero la estructura y el arraigo de los partidos tradicionales, como ha demostrado el PSOE ante el achique de Podemos y el propio Cs, otorgan gran capacidad de resistencia y reanimación.

El PSOE ha renacido desde 84 diputados, aunque ahora tenga que lidiar con las demandas de Podemos y nacionalistas.

Frente a todos, Vox y sus 24 diputados. No tantos como una hipnosis colectiva había hecho creer, pero demasiados para la tribuna de las Cortes, que acogerá un discurso que rechaza la inmensa mayoría de los españoles. Es la traducción de la elevada participación: el rumor ha sido muy movilizador y las mujeres, definitivas para los resultados.

Y para sorpresa general, las encuestas han acertado. Igual que el calendario post-moción del PSOE. ¿Habrá tenido ‘el brujo de la Moncloa’ algo mejor que las encuestas, como es el seguimiento de la temperatura emocional y política de los españoles a través de las acciones en internet?

El filósofo Byung-Chul Han sostiene que estamos dejando atrás la biopolítica, que se sirve de la estadística, y entrando en la psicopolítica digital, en la que el ‘big data’ permite conocer el comportamiento humano en directo, hacer pronósticos y aplicar la cultura del poder inteligente, del ‘me gusta’, que seduce y no prohíbe, que da facilidades y no enfrenta.

Al margen de las alianzas posteriores, los españoles hemos votado por la centralidad y la moderación: la defensa de derechos ya conquistados, el rechazo a la corrupción y a políticas frentistas y radicales. Y el orgullo por el país que tenemos. A ver si es para cuatro años y podemos estar a otras cosas. Como la cultura.

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