Si algo han demostrado las elecciones del domingo es que España es un país centrado. Tanto choque de derechas contra izquierdas, tanto frentismo y tanta tensión, para que al final los votantes demuestren en las urnas que quieren políticas de centro, sin grandes escoramientos a un lado u otro.

Porque claro que hay españoles que se sienten más identificados con la derecha y otros que se consideran más de izquierdas, pero visto el resultado del 28-A, las diferencias entre unos y otros son menos de las que ellos mismos creen. Las hay, claro, en materia económica y, sobre todo, en cuestiones sociales y de índole moral. Pero más allá de todo eso, lo que los españoles quieren es un Estado del bienestar europeo, donde todos vivamos lo mejor posible, donde la sanidad y la educación públicas sean buenas y donde haya pensiones para los abuelos. Solo unos poquitos están aterrorizados por los inmigrantes, quieren restringir la ley del aborto o abogan porque todos tengamos un revólver en el cajón.

Olvidar eso ha hundido al PP de Casado. El líder popular quiso evitar la fuga de votos hacia Vox y escoró a su partido hacia la extrema derecha, sin darse cuenta de que para salvar esos -escasos- apoyos iba a perder a los muchísimos españoles que se sitúan ideológicamente en el centro derecha.

Habrá que ver si el golpe es definitivo o si Ciudadanos será a partir de ahora el rostro de esa derecha europea y moderna que es tan necesaria para la estabilidad y la democracia como el bloque socialdemócrata que ahora mismo lidera el PSOE de Sánchez. De momento, España está centrada. A ver si dura.