Ciudadanos y los pactos
Alguien pensó que Albert Rivera se había pasado de frenada. La plaza pública consideró que su escenificación en el segundo debate televisivo -ora enseño la tesis de Sánchez ora muestro la fotografía de Otegi- se parecía más a las vicisitudes de Harpo Marx cuando extraía piernas ortopédicas del increíble fondo de su gabardina que a la ortodoxia de un candidato a presidente. No tenían razón. Rivera ha sabido movilizar, con su estilo, a un electorado de centroderecha molesto con la deriva del Partido Popular al mismo tiempo que ha marcado una distancia con Sánchez que no parece reconducible a corto plazo. El presidente de Cs está a un paso, a un punto porcentual del ‘sorpasso’, y probablemente este hecho le impedirá acceder a una negociación con Sánchez, sin duda la opción que otorgaría más estabilidad a España y que ofrecería por fin una ruptura de bloques imposible de acometerse en los últimos cuarenta años. Los partidos son maquinarias de poder y Rivera considera a buen seguro que un pacto de gobernabilidad con el PSOE le acarrearía un desconcierto real en buena parte de su electorado y le ofrecería al mismo tiempo un balón de oxígeno a Casado, con el PP en la uci.
No habrá pacto PSOE-Ciudadanos y España seguirá en esa cuestionable división de bloques, en esa previsible mirada cíclope de nuestros representantes, en esa separación entre buenos y malos, rojos y azules, entre supuestos progresistas y supuestos reaccionarios decimonónicos. Más que una lástima, será una gran oportunidad perdida. Más que una decisión coherente, se impondrá la ausencia de un planteamiento de futuro sobre las prioridades de los españoles, que una vez más acaso no importen tanto al día siguiente del voto.
En Aragón, habrá que esperar a los resultados de mayo, pero sí se abre un escenario más proclive a pactos entre formaciones, lo que a buen seguro beneficiará a los aragoneses.
