Por
  • Andrés García Inda

Westsider Books Inc.

Una ciudadanía apática es la receta que más conviene al poder.
Una ciudadanía apática es la receta que más conviene al poder.
HERALDO

En los últimos meses, los medios de comunicación se han hecho eco en varias ocasiones del caso de una librería neoyorquina a la que sus vecinos han salvado del cierre en el último momento. Como respuesta al cartel en el que el dueño anunciaba la inminente liquidación del negocio, más de ochocientos donantes pusieron de su peculio los cincuenta mil dólares necesarios para pagar el alquiler y garantizar así la supervivencia de la tienda.

Al parecer, Westsider Rare & Used Books es una pequeña librería de segunda mano, tradicional, ubicada en el Upper West Side de Manhattan desde hace casi cuarenta años (la mitad de ellos con ese nombre), y con cuya desaparición los neoyorquinos sentían que iban a perder un enclave original y, con él, parte de la identidad o el sabor que la ciudad tiene para ellos. Dicho en otros términos, aun sin ser su propio negocio, y más allá de lo puramente económico, la librería era para ellos -o al menos para algunos de ellos- lo suficientemente valiosa e importante como para asumir y compartir la responsabilidad de su existencia. Así que cuando vieron el cartel de ‘próximo cierre’ se interesaron por el problema, se pusieron manos a la obra, hicieron una colecta a través de Internet y salvaron el negocio. Al menos de momento.

Curiosamente, que sepamos -y visto desde aquí, contra todo pronóstico-, lo que hicieron los vecinos no fue reclamar la intervención inmediata de los poderes públicos para mantener con vida el pequeño negocio; ni organizaron actos de protesta o de denuncia contra los dueños del inmueble o contra la lógica perversa del sistema; ni siquiera convocaron vigilias o exhibiciones para manifestar su sensibilidad y su preocupación por la cultura; ni firmaron extensos manifiestos para expresar su solidaridad con los trabajadores o el dueño de la tienda. ¡Qué va!

En lugar de todo eso, en lugar de quejarse como procede, unos cuantos ciudadanos optaron simple y llanamente por arrimar el hombro y rascarse el bolsillo -¡ay, el bolsillo!-. No solo se preocuparon, sino que se ocuparon del problema. Y en unos pocos días recaudaron el dinero mínimo y necesario para que el librero pudiera mantener su negocio.

Seguramente ustedes conocen algún caso parecido y cercano, que los hay. Porque Westsider Books Inc. puede ser una librería, o un parque, o una vieja ermita, o una película, o un programa educativo, o una tradición popular, o… qué sé yo. Proyectos o iniciativas que porque realmente importan o apasionan a la gente, la gente pone en ellos el alma. Y si uno pone de verdad el alma, también pone los recursos (su tiempo, su saber, su esfuerzo, su dinero…). Sin embargo, que la ciudadanía asuma esa iniciativa y ese protagonismo nos resulta cada vez más extraño. Y por eso se convierte en noticia. Lo normal es lo contrario: que inventen otros, o que me lo hagan, que bastante tengo yo con reclamar lo mío.

Y es que, a pesar de lo que oficialmente se dice en los discursos, no cabe duda de que una ciudadanía fragmentada, querulante y apática es la receta que más y mejor conviene al poder. Porque cuanta más iniciativa y más capacidad tenga aquella, más limitado queda este. De ahí su interés en controlarla, adocenarla y dividirla a través de la subvención y la propaganda, aunque sea bajo la apariencia del ‘fomento’ y la ‘promoción’.

De todas maneras esto no es Manhattan, claro está; ni todas las librerías son como Westsider Books Inc. Al menos de momento.

Andrés García Inda es profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Zaragoza

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