Volver al pasado

Siempre hay quien prefiere volver al pasado.
Siempre hay quien prefiere volver al pasado.
Krisis'19

Estamos asistiendo a un nuevo conflicto con la memoria y que, una vez más, suele ignorar la historia cuando conviene, pues vuelve a ser utilizada para intereses muy particulares. Lo acaba de hacer el presidente de Méjico, López Obrador, dado que ha politizado la historia para su fortalecimiento como líder de su país. Así lo ha señalado claramente una persona que lo conoce muy bien, su compatriota Ernesto Krauze, en la revista ‘Letras Libres’: "Para hacer historia como presidente debería leer historia con humildad. No usarla con fines políticos ni abusar de ella con distorsiones ideológicas. Acudir a ella como lo que es, una fuente de saber y sabiduría, no un oráculo o un evangelio personal. Haría bien en tomar lo mejor de cada periodo histórico, de cada gobernante, y ponderar su vigencia (…) pero a partir de ahí no mirar atrás (…) mirar al futuro con visión y grave responsabilidad, buscando una verdad que no está, que no puede estar, en los textos de historia".

No es la primera vez, y desgraciadamente no será la única, que se apela a las identidades nacionales invocando los mitos, casi siempre agravios, mediante los cuales se construye la nación y, así, ahogar una realidad. Es preocupante ver cómo Europa sigue buscando el papel que quiere jugar en el mundo, y se equivoca evaluando su crisis por el color de la piel antes que por su decadencia de valores. Y lo será más si finalmente triunfan las interesadas fuerzas que vuelven al pasado buscando su identidad entre raza, fe y geografía. Mientras que la democracia, su gran aportación al progreso del mundo, se erosiona desde el mismo corazón de sus sistemas políticos. La ansiedad y el miedo van en aumento en la medida en que perdemos el viejo rol como modelo de valores, o como ejemplo de estándares de vida deseables.

En nuestro país, estamos contemplando, con perplejidad, cómo algunos líderes políticos se convierten en vencedores de la Guerra Civil, cuando ni siquiera habían nacido. No soy capaz de afirmar que se esté produciendo una vuelta al franquismo. Ahora bien, lo que sí creo es que se está abriendo de nuevo una mentalidad reaccionaria. Y, desde luego, es una estrategia clara para eludir los problemas que tenemos ahora. Esa fijación por hacer de la historia parte de la disputa política es una plaga que no cesa.

De nuevo, en este deseo de volver al pasado, se sitúa el debate sobre la Transición. Ha sido la aparición de un nuevo partido, Vox, muy reaccionario en su sentido clásico, el que ha propiciado el debate sobre su aceptación del modelo constitucional y el Estado de las autonomías. Se puede añadir también su rechazo a la igualdad de las mujeres y, por supuesto, a todo lo que tenga un marcado signo progresista. Ahora bien, lo que me resulta más revelador es su posicionamiento frente a la derecha española que se sumó al consenso de 1978. Recordemos que la aparición de Podemos significaba la aparición, de los que, por decirlo de alguna manera, habían perdido la Transición dentro del dilema entre reforma o ruptura. Si añadimos el nacionalismo radical vasco-catalán tenemos los tres grupos que podríamos señalar que perdieron la batalla de la Transición. Es evidente que cada uno de ellos tiene importantes diferencias, pero lo que estamos viviendo es un claroscuro, difícil y complejo, que está buscando ensombrecer el modelo de nuestra transición democrática. Cada uno con sus importantes diferencias, pero conjuntamente están actuando como una pinza que presiona y contribuye a emborronar el anterior dibujo de nuestra democracia.

Somos muchos los ciudadanos españoles que no tenemos problemas con la Constitución del 78 y que nos sentimos moderadamente patriotas, por lo logrado por este país en los últimos cuarenta años. Por tanto, desearíamos un debate, hoy y ahora, sobre cómo mantener y renovar nuestro Estado de bienestar: educación, pensiones, sanidad… Nos preocupa cómo se puede mantener ante el mercadeo que, un día sí y otro también, estamos escuchando. También, un debate claro sobre nuestro modelo territorial. Parece evidente que nos encontramos en una partida nueva y es posible que se produzca una distribución de cartas distinta y necesitamos saber cómo se desarrollará. El resultado de las próximas elecciones puede determinar el semblante del nuevo ciclo que puede empezar en nuestro país.

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