No hay vuelta atrás

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Un momento de una de las manifestaciones del pasado 8 de Marzo en Zaragoza.
Raquel Labodía

De nuevo un año más, es el segundo, las mujeres hemos dejado de ser invisibles y silenciosas. Las calles de nuestro país, de nuestras ciudades, se han llenado. Y de nuevo ha renacido la esperanza de que no solo sea un día, sino que se constate un cambio real para la vida de las mujeres y sus desigualdades. Es difícil negar que la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres sea, sin duda, la última frontera democrática que queda por conquistar a las sociedades modernas. A mí siempre me gusta recordar que es en la Ilustración donde se basa, no la igualdad con el hombre, sino la igualdad bajo el genérico humano. Por tanto, una vez más, es necesario acordarse de que una democracia que acepte, directa o indirectamente, restringir a una parte de su ciudadanía el pleno ejercicio de los derechos y libertades establecidos en su Constitución es una democracia iliberal. Todavía existen personas que suelen preguntarse: ¿existe esa discriminación? Mi contestación es clara. Los datos objetivos nos demuestran que las mujeres la sufren en el entorno laboral, pues sus salarios son más bajos, la calidad de sus empleos peor, sus trayectorias profesionales más cortas y sus posibilidades de ascenso más reducidas, lo que deviene en pensiones inferiores llegada la edad de jubilación. No podemos ni debemos olvidar que esta discriminación tiene su origen en nuestro modelo de sociedad. Y también es un hecho que esos diferentes papeles sociales y esa subordinación de la mujer generan, por demás, una forma específica de violencia que solo sufren las mujeres y que por eso explica la especial atención que los poderes públicos y la legislación le prestan. Nuestro modelo de sociedad debería basarse en el respeto y la igual dignidad de las personas. Por lo tanto, nadie tiene derecho a abusar y a utilizar a ningún ser humano.

Las últimas manifestaciones han puesto de manifiesto que la reivindicación de la igualdad real de hombres y mujeres en España es un movimiento transversal a las ideologías y también a las generaciones. Las calles de las ciudades aragonesas estaban llenas de abuelas, madres y nietas que caminaban juntas y yo creo que eran mujeres que podríamos situar en todo el espectro político, mujeres de derechas, de centro y de izquierda. Ahora bien, al coincidir este año el 8-M con la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones para el 28 de abril, se ha abierto un importante análisis político sobre el feminismo, de tal manera que se ha situado en primer plano del debate en España. En la difícil campaña electoral que estamos viviendo, dado que se puede producir un giro autoritario del régimen, y justamente por este contexto, el feminismo se puede situar como elemento de cambio profundo de nuestra sociedad. Como consecuencia de ello, y de su poder de convocatoria, se está produciendo una interesante discusión sobre si las mujeres, como sujeto político, tenemos un perfil político. Si nos atenemos a las encuestas, parece que asistimos a la configuración de un nuevo sujeto colectivo, que dista mucho de ser homogéneo: las mujeres reflejan como colectivo las mismas fracturas que el conjunto de la sociedad.

No puedo evitar volver mi mirada a 1977. Entonces era impensable escuchar una manifestación como la que realizó, en la última sesión plenaria del Congreso, la presidenta Ana Pastor, que se reivindica como "muy feminista". Empezó su intervención con una referencia a la participación política de las mujeres. "Hoy somos muchas, y me enorgullece ser una de ellas». Y todavía más interesante oírle decir: «Que los comportamientos machistas son aún moneda corriente en los partidos españoles, por más que haya muchas mujeres en cargos importantes, un Gobierno paritario y unas leyes que impulsan la igualdad".

La filósofa Celia Amorós manifestaba en una lúcida entrevista hace unos días que, si bien todo el mundo dice que es imparable, ella recela: "Todo movimiento tiene marcha atrás. Hay que ser cuidadosos, tenaces, tener capacidad de acción y de convicción". Y citaba a Simone de Beauvoir: "No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida".

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