"Si cree que: la conquista es comparable a las colonizaciones belgas; los españoles aún tienen la culpa de nuestros males; somos descendientes puros de los mexicas... usted no ha vuelto a abrir un libro de historia desde primaria y cree que los aztecas eran así de bueninos". Este tuit del periodista Juan Carlos Martínez es uno entre los cientos que inundaron ayer las redes sociales, después de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hiciera pública una carta en la que exige que España pida disculpas a su país por la conquista. Si 1992 fue la ocasión que aprovecharon España y su gobierno socialista para celebrar el quinto centenario del descubrimiento de América por todo lo alto, la conmemoración de los quinientos años de la llegada, con arcabuces incluidos, de Hernán Cortés a México se ha puesto en sordina y ha abierto una polémica rechazada por muchos historiadores. Como se ha dicho, ninguna conquista resulta agradable, pero lo cierto es que, a resultas de aquel episodio histórico, a México y a España nos unen hoy en día el afecto, la cultura y la lengua, vínculos que están por encima de cualquier rencilla. Ni la grandilocuente exaltación ni un absurdo temor a aceptar nuestro papel en el mundo parecen las maneras adecuadas de asumir -y celebrar, si procede- la historia.