Los puestos fronterizos

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Lo más peligroso del panorama político está en los puestos fronterizos entre partidos.
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Rajoy le puso a Podemos el piso y las teles. Sánchez le pone a Vox el piso y el hueco en el salón para una tele de colgar. Todas las teles son ahora de colgar. Antes colgábamos los teléfonos y ahora colgamos las teles. Antes decidíamos cuándo dejar de oírnos y ahora cuándo dejar de convivir. La cosa es que Pedro Sánchez se ha dado cuenta de que Vox es el aliado que necesita para acabar con su obsesión, que es Ciudadanos. Y deja clara la campaña: todo contra Ciudadanos, incluso Vox. No es el PSOE el que pacta con Vox como no fue Rajoy el que pactaba con Podemos: la utilidad del rival-herramienta es inutilizar las herramientas del adversario. El sanchismo sabe que Vox va a ser letal, sobre todo, para el centro derecha.

Nunca un presidente que haya dicho tantas veces “yo soy el presidente” ha tenido tan claro que era un secretario general, o como se decía de Álvarez Cascos, un “general secretario”. Ciudadanos roba decenas de miles de votos al PSOE de Andalucía y se encienden las alarmas de la Moncloa. Lo más peligroso de un frente de batalla está siempre en los puestos fronterizos, y hay varias fronteras limítrofes entre el PSOE y Ciudadanos. Por eso Ciudadanos es el rival, el adversario y el enemigo de Sánchez. El centro social como enemigo de una pata del difunto bipartidismo. Esto también lo vimos con la otra pata: nadie como Rosa Díez sacó de sus casillas a Mariano Rajoy.

En toda operación política, como en toda cocina de diseño, hay que contar con el sifón de la espuma y con la complicidad del comensal. Para comerse con seriedad una esferificación verde con sabor a guisante sin insultos a cocina hay que venir predispuesto. Más que nada porque el guisante ya es verde, esférico y sabe a guisante. El votante muy de derechas viene predispuesto a comerse la esferificación verde. No hay un futuro votante de Vox, de uno u otro género, debo aclarar, que al indicar las razones por las que va a votar a Vox no lance un "porque estoy hasta los…". Vox es el voto de los ansiosos.

Las circunscripciones electorales basadas en las provincias son un contenedor que por pequeño distorsiona la representación. En las provincias pequeñas y medianas el PSOE se hará con las mayorías pese a que la izquierda en su conjunto perderá. Para conseguir ese objetivo monclovita Ciudadanos no debe sobrepasar al PP y Vox debe impedir que Ciudadanos o el PP sean primera fuerza en cada provincia. Su herramienta es Vox y opera en dos direcciones: para desacreditar a Cs ante su electorado más socialdemócrata -«¡Ciudadanos pacta con Vox, escandalizaos!»- y para generar dudas en el electorado más conservador acerca de qué harán los de Rivera en pactos venideros.

En cómo resolver esto andaba a principio de semana el centro derecha: lanzando la idea de que hay que votar con la cabeza y el ansiolítico ya tomado. Hay que votar poniendo la oreja en el terreno, que es la provincia, como los siux ponían la oreja en las vías, para que el tren del sanchismo no nos atropelle a todos. El objetivo es apartar a Sánchez de la Moncloa, del presupuesto, del referéndum y del boletín de los indultos. En esta tarea pedagógica y educativa estábamos hasta que habló Pablo Casado en Zaragoza y quiso sacar tajada partidista de la labor pastoral. Nada menos que pidiendo a Vox que se retire. Pablo Casado también le tiene mucho más miedo al ‘sorpasso’ de Ciudadanos -que las encuestas no dan- que a la irrupción de Vox -que da toda la demoscopia-. La derecha contra Ciudadanos, ‘la veleta naranja’, porque para la derecha sedimentada lo grave es cambiar aunque sea indicando la dirección correcta. Pedro Sánchez contra Ciudadanos, una de ‘las tres derechas’, porque hay que asustar a los muchos socialdemócratas que atrae Rivera. Así es difícil no ver a Ciudadanos en el centro… por lo menos en el centro de todas las tortas.

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