La causa de las mujeres

ARAGON HUELGA MANIFESTACION FEMINISTA 8M / 08-03-2018 / FOTO: ARANZAZU NAVARRO [[[FOTOGRAFOS]]]
Un momento de la manifestación feminista del 8 de marzo del año pasado en Zaragoza.
Aránzazu Navarro

El 1 de abril está previsto que entre en vigor el real decreto-ley que amplía el permiso de paternidad hasta su equiparación en 2021 con el de maternidad. Ocho semanas este año, 12 en el 2020 y 16 en el 2021 son los permisos intransferibles y retribuidos llamados a implicar a los hombres en la crianza de los hijos y avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres.

Aprobar esta medida ha desatado las iras de la oposición por su cariz electoralista. No admite discusión. Como tampoco la admite que la causa de las mujeres tiene tantas cuentas pendientes que toda medida es bienvenida, más allá de cuándo y a quién se vote. Si en la República la izquierda se oponía al voto de las mujeres porque sus iluminados dirigentes creían que votarían conservador, según les dijeran su confesor o su marido, parece paupérrimo criticar hoy esta medida por la coyuntura política.

En junio, todos los partidos decidieron promover permisos iguales para hombres y mujeres. Hoy, una vez aprobados, es evidente que cada uno votará a quien desee. Sin más. El propio Pablo Casado ha anunciado que mejorará la pensión de las madres que tengan un hijo, prescripción aplicada hasta ahora a las mujeres que tenían dos o más.

Porque esta es una de las derivadas de la desigualdad entre hombres y mujeres más relevantes para la sociedad No por sabido hay que dejar de decirlo: son las mujeres quienes cargan mayoritariamente con las responsabilidades domésticas y, en consecuencia, las víctimas de una discriminación que dificulta su progresión profesional y les lleva a posponer la maternidad o, incluso, a renunciar a ella. Ahora, ya no se trata de ayudar: se trata de ejercer la paternidad conjuntamente y de que, por el bien de todos, España pueda dejar de ser el país donde menos hijos tienen nuestros jóvenes. Incide en las pensiones, sí, pero sobre todo construye una sociedad envejecida e inmovilista. Bienvenida pues esta medida, que la energía reivindicativa que llevamos décadas aplicando en distintas facetas de nuestra vida sigue teniendo aún muchos frentes que atender.

Ahí sigue la tasa de empleo femenino, que está 12 puntos por debajo de la masculina. Como hemos sabido estos días, si eres mujer, te llaman un 30% menos, y menos aún si tienes hijos, mientras ocurre lo contrario con los hombres con prole. Para las mujeres, una carga; para los hombres, un signo de responsabilidad. Y ahí sigue también la brecha salarial del 15%, que provoca que, a igual trabajo, una mujer cobre casi seis mil euros menos que un hombre. Esta diferencia apenas roza el 1% cuando hombre y mujer no tienen hijos, pero se dispara hasta el 37,5% contra los ingresos de la mujer cuando esta sí los tiene. Por no hablar del acceso a altos cargos. Hay 15 grandes empresas del mercado continuo que no tienen consejeras y otras 46 que se conforman con una.

A las diferencias socioeconómicas se suman las agresiones. El año pasado fueron asesinadas 56 mujeres y se presentaron más de 1.500 denuncias por violación, más de 4 por día. Sí, las políticas contra la violencia de género son necesarias. Por datos como estos, y con el espíritu reivindicativo de las mujeres jóvenes, educadas en igualdad, que se rebelan contra las desigualdades de la realidad, hoy vamos a vivir otro gran 8 de marzo. Más allá de la letra del manifiesto o de la huelga, la causa de las mujeres está necesariamente muy viva.

De hecho, haberse convertido en el elefante en la habitación y ser uno de los ejes de la agenda política es, de momento, uno de los mayores avances. Incluso aunque haya desatado un activo antifeminismo, como estamos viendo con el auge de Vox, un fenómeno que también debe inducir a la reflexión. Hoy, demasiados jóvenes varones, educados como las chicas en la igualdad, confiesan con normalidad sus actitudes machistas y buscan su seguridad en ese pensamiento, frente al empuje y fuerza de sus compañeras y amigas.

Como siempre, lo mejor no vendrá de las posiciones radicales ni en un sentido ni en otro. Pero lo evidente es lo evidente: las mujeres aún tenemos mucho que pelear. Cuanto antes se consiga la igualdad real, mejor para todos.

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