Sánchez y la lluvia de decretos

Pedro Sánchez, durante una intervención en el Congreso.
Pedro Sánchez, durante una intervención en el Congreso.
J. P. Gandul / Efe

Pedirle a un gobierno que no tome medidas electoralistas en vísperas de unos comicios es como pedirle peras al olmo. Y pedírselo al gobierno de Pedro Sánchez, que en sus nueve meses de mandato no ha hecho otra cosa que política de escaparate, es ya esperar un imposible metafísico. El electoralismo es la esencia misma de este gobierno y no dejará de perseverar en su ser hasta el último día. O hasta el último decreto. Porque ahí, en el decreto, reside la innovación del sistema Sánchez. Ayuno de realizaciones, desprovisto de Presupuestos, carente de cintas inaugurales que cortar, tan abundantes en otros tiempos más felices para todos, el presidente ha encontrado en los decretos leyes el arma secreta para lanzar su campaña electoral. No es que el recurso excesivo y abusivo al decreto ley sea un invento suyo, muchos gobiernos se han abonado a ese instrumento que debiera ser extraordinario y muchas veces se convierte en demasiado habitual. Pero su utilización póstuma, con la legislatura ya fenecida, como pantalla para seguir mostrando al ciudadano sus buenas intenciones, sí es novedad. Se trata de la continuación de la propaganda por otros medios. Las medidas sociales sin unos Presupuestos coherentes se sostienen en el aire, es decir, no se sostendrán. Pero para cuando sea evidente, ya habrán pasado las elecciones.

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