Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Arroz japonés o paella española

¿Paella con tenedor o arroz a la japonesa con palillos?
¿Paella con tenedor o arroz a la japonesa con palillos?
Krisis'19

Montserrat Sanz, titular de la cátedra de Lengua y Cultura españolas en la Universidad de Kobe, narra en su libro ‘Frente al Pacífico’ la historia de un anciano japonés al que en una cena le preguntaron cómo pudo transformarse Japón tras la II Guerra Mundial en una potencia económica. Con una sonrisa, respondió mostrando un tazón de arroz. Pensaron que el anciano había optado por ignorar la pregunta, pero rápidamente dio la explicación al gesto. "Al término de la guerra, no teníamos arroz para comer", aclaró. "Entendimos que solo trabajando juntos e intensamente seríamos capaces de vencer al hambre y a la miseria. Así que nos convertimos nosotros mismos en arroz cocido: cuanto más pegados unos granos a otros, más fuertes nos hacíamos".

El arroz ilustra las diferencias entre la naturaleza del pueblo japonés y el español: mientras nuestro concepto de arroz de calidad, el de una buena paella, incluye como condición indispensable el que sus granos estén sueltos, el arroz nipón es pegajoso. Cada grano, lleno de almidón, se encuentra pegado a otro, de manera que comer con palillos no supone ninguna dificultad, los granos nunca se caen.

Tras la debacle de Japón en 1945, sus ciudadanos supieron poner el bien común por delante del individual. Primero, repartieron el esfuerzo entre todos y, después, también los beneficios. Los historiadores no hablan de ningún sacrificio heroico ni de ninguna capacidad sobrenatural, sino de que cada uno hizo bien su trabajo, cualquiera que fuera su oficio y consideración social. "Es la única clave para pertenecer a ese arroz cocido colectivo y beneficiarse al mismo tiempo como individuo", concluye Montserrat Sanz.

Esta alegoría resulta útil para abordar en España el actual ciclo electoral caracterizado por la dislocación y la fragmentación. ¿Cómo podemos construir hoy algún tipo de voluntad general? ¿Cómo tenemos que reunificar a una sociedad polarizada y con un contrato social devaluado? ¿Cómo podemos compartir ilusiones y mitos para fijar normas y hábitos que estabilicen la sociedad?

La construcción de una voluntad colectiva es ante todo un esfuerzo de la mayoría para que unos valores y afectos constituyan el pegamento social y el espíritu de un nuevo tiempo en el que el todo sea superador de la suma de las partes. Tras décadas de individualismo, el reto es abordar un proceso de seducción y agregación, de construcción de una comunidad que se dote de seguridades, afiance la confianza y mire junta al futuro con optimismo.

Es preciso rearmarse socialmente porque el escenario a medio plazo es incierto. A la actual fragmentación política se unen malos augurios financieros. No son pocos los que hablan de una nueva recesión por el peso de la deuda externa, las pensiones y la sanidad. Los bancos centrales ya no tienen apenas munición para nuevos estímulos. Y con los tipos de interés casi a cero es difícil promover el crédito, la locomotora de la economía. Además, sufrimos una intensa desigualdad, que va a ir a más a causa de los cambios tecnológicos. Por ello, va a ser mucho más difícil salir de la próxima crisis, llegue cuando llegue, con la gente dividida y pugnando entre sí.

Los problemas sociales solo puede resolverlos la ‘inteligencia social’, un concepto sobre el que ha trabajado José Antonio Marina. No se trata de apoyarnos en la inteligencia artificial, tan de moda en la actualidad, ni en la inteligencia individual, que siempre es egoísta, sino en la que brota de la interacción de los individuos. La inteligencia social promueve el altruismo recíproco capaz de generar políticas en las que todos podamos ganar.

Michael J. Sandel, el filósofo más popular del mundo y último Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, escribe en su libro ‘Justicia’: "Para llegar a una sociedad justa hemos de razonar juntos sobre el significado de la vida buena y crear una cultura pública que acoja las discrepancias que inevitablemente surgirán". La clave es hacerlo juntos, como en la metáfora del arroz japonés.

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